lunes, octubre 18, 2010



Nach y Miguel Hernández.
La poesía de MH me alcanzó cuando estudiaba en el instituto, en aquella edición de Cátedra.
La poesía de Nach se ha materializado muchas veces en las clases que imparto, supongo que he usurpado un tanto sus derechos de autor, nunca fui muy respetuoso con eso igual que espero que no lo sean conmigo, nada me gustaría más que encontrar fotocopiadas algunas de las hojas que escribo. Siguiendo con lo de abajo, tal vez una de las claves para escribir honesto sea garantizar por otros medios que los derechos de autor no te alimentan.
Ahora Nach y MH se juntan, casual, sobre un pupitre. Si para eso sirven efemérides y centenarios, vivan.
Y también ahora me acuerdo mucho, mucho de mis alumnos del curso pasado, que recitaban tan dulce a MH cuando tocaba ser dulce, y tan áspero cuando áspero.
Seguro que ellos ya conocen este trabajo de Nach.
Y seguro que reconocieron los versos entrelazados, y sonrieron.
Ellos saben muy bien que la sensibilidad que atesoran los salva del resto.
Lo que no saben es cuánto los añoro.

7 comentarios:

Lara dijo...

Relativizo un poco con el asunto de la honestidad.
Completamente de acuerdo en tu promesa de abajo, stop cuando ya no. Aunque esperemos que lo verdaderamente difícil no sea darse cuenta de ello, con esa miopía creciente que a veces, a veces, uno tiene consigo mismo. Cruzaremos los dedos. Y si no, quizá baste con tener algún amigo valiente que nos lo diga, y más valientes nosotros que lo creamos.
Pero voy a otra cosa, voy a la honestidad y el vivir de. Y parto una lanza por los que viven de/y solo de su literatura y son honestos. ¿Es que no los hay? Los hay. Los ha habido siempre. Podríamos poner tantos ejemplos. La honestidad, en realidad, como tantos otros atributos del ser humano, es una condición que puede existir en todas las circunstancias de la vida. Ok, es fácil corromperse en según qué "circunstancias", pero tampoco lo demos por hecho. No seamos injustos con los que se dejan los huesos en su literatura y viven de ella, porque también recordemos que vivir, uno puede "vivir" con cuatro duros. O muchos pueden. O pueden renunciar a una estabilidad económica y vivir "de". Es decir, no se pasa de "la nada" al premio Nobel, y aun así, no juzgaría la honestidad de algunos millonarios, a priori, cuando hay otros, a los que nadie lee, que no se los cree nadie. Es complejo eso, no hay reglas, para mi gusto.
Sé de todos modos de la honestidad de la que hablas. Pero voy más allá. Porque al leer lo que has dicho, y al leer lo de abajo, lo del otro día, he pensado: no importa asegurar el sueldo por otra parte, ya hay un abismo con "antes". El abismo ya es publicar. ¿No podríamos decir, por esa regla de tres, que solamente uno es honesto cuando nadie lo lee, cuando sabe que nadie va a leerlo, cuando sabe que lo que hace serán, como mucho, unos folios en A4 que entregará, quizá, a otro alguien una tarde, y ese otro alguien los guardará con celo, sin enseñarlo jamás, en una carpeta azul con gomas, igual que guarda otros tesoros? ¿No podríamos decir que algo se rompe en esa verdadera sinceridad brutal, casi desquiciada, cuando ya sabemos que existe la posibilidad de que, dios mío, eso antes era milagro, era ciencia ficción, nuestro nombre aparezca en vertical en un lomo, apoyado en una estantería de una librería de barrio, o céntrica, o de ciudad grande, en las estanterías, incluso, ¡incluso!, de habitaciones de gente desconocida?
Las situaciones van cambiando, y vamos estirando el chicle, el regaliz.
La honestidad me preocupa en cualquiera de los casos. En la fiebre de tu habitación, cuando tu única imprenta es la máquina electrónica de tu padre, en la frescura de tu habitación por las mañanas, años después, cuando ordenas con mimo e inseguridad las páginas de tu siguiente libro, y en cualquiera de las circunstancias del futuro. No hay que dejar de pelear contra el miedo, contra la contaminación, contra la soberbia (¿y no hay de eso en todo momento, un poco, aunque uno no quiera?).

(sigo en otro coment)

Lara dijo...

(LEE PRIMERO EL DE ABAJO, LOS DOS NO ME CABÍAN EN UNO)

Recuerdo perfectamente que si hace años, años, cuando era imposible, me hubieran ofrecido publicar, hubiera dicho que sí. Lo dije cuando llegó el momento. Y quizá hubiera tenido que esperar, que valorar realmente si era necesario, si aquello (lo mío) merecía la pena, si bla bla bla. Pero no, hubiera dicho sí; luego dije sí.
Si ahora viniese alguien a decirme si yo quiero vivir de ello, si eso fuera una "posibilidad real" (riámonos a carcajada limpia), ¿diría que no, porque iba a acabar con mi honestidad? Posiblemente no, posiblemente diría que sí (aunque siguiera haciendo otras cosas). ¿Y automáticamente entraría en el descrédito? ¿Sería culpable, por tener la oportunidad de dedicarme solo a ello?
La falta de honestidad, el exceso de vanidad y, a la vez, el miedo y los complejos son grandes enemigos en todas, todas las circunstancias. Antes, durante y después, cuando Nada. La libertad, la verdadera, uf. Hay que perseguirla como un loco. Eso sí, en cualquiera de las circunstancias, la promesa: stop cuando ya no.
Y a la vez, repito una vez más, como mantra, las palabras de Bolaño, paradójicamente escritas en 1990: "Rechazos de Anagrama, Grijalbo, Planeta... (...)/ Bajo el puente, mientras llueve, una oportunidad de oro para verme a mí mismo:/... escribiendo poesía en el país de los imbéciles/ escribiendo con mi hijo en las rodillas/ escribiendo hasta que cae la noche/ con un estruendo de los mil demonios/ los demonios que han de llevarme al infierno,/ pero escribiendo."
Con la lanza ya rota, hago un brindis: estoy contigo, compañero.
Un abrazo.

Lara dijo...

Ah, no.
Han salido en su orden (yo y mi dislexia).

besos!!

pablo dijo...

Cierto.
Me como algunas palabras mías y dejo las tuyas acá, en desagravio.

Sonsoles dijo...

Como persona desconocida que decora su salón minúsculo con libros en cuyos lomos aparecéis y que a cada uno que se para y lee le explica, le explica las diferencias entre eso, y otras cosas más que guardo y que llegaron de norteamérica con la posmodernidad apretada en los dientes, entre eso y no se qué del pijama de rayas y el viento del norte, les explico y me miran raro, algunos, y otros leen. Deben existir esas voces, deben existir (impresas, por Dios) para que otros las lean. Y cuando se acabe? Cuando se acabe, vive, barbecha, lee, y asume que se acabó y quéjate, y luego, escribe. Otra vez.

Leo dijo...

Habrá presentación en Andalucía?

Pablo dijo...

Habrá, y pronto. Ya daré el aviso por acá.