Tendría que sentarme y pensar en ello,
organizar una especie de discurso y obligarme a cierto cartesianismo.
Es un tema muy cercano para mí, muy irritante, la primera reacción
de tertulia de bar no sirve, es necesario sintaxis y elaboración
para decir algo que sirva.
Hablo de esto, claro.
La presión de los ultras va
consiguiendo sus objetivos. Los que gobiernan saben que éste es el
mejor momento para dejar el asunto colgando en el aire, cuando los
agobios comunes se dirigen a otro lugar: Detrás de ellos está el
aliento de millones de neos, para quienes el aborto es una batalla a
muerte, y estarían dispuestos a dar la vida y el voto a quien lo
prohibiera para siempre. En paralelo, se desarman las ayudas a la
dependencia y se favorece la proliferación de nuevos dependientes a
los que sólo atenderán la caridad y el amor cristiano. Es una
llamada al sufrimiento, al dolor. Es el deseo de entorpecer, atrofiar
la vida, en coherencia con el desprecio a la vida que ellos sienten.
La vida natural es un estorbo, los cuerpos para ellos siempre son
obstáculos, deformidades, no hay diferencia entre nacer sano o
condenado a la silla porque la vida biológica es una condena que
sólo conduce a la vida espiritual, eterna, benigna. Es el camino,
muchachos, y debéis desear que durante el camino haya tanto
sufrimiento como sea posible. El sufrimiento es proporcional a la
recompensa. Bienaventurados los que sufren. Asco de vida de aquí,
grande la vida de allá. Angelitos son los nacen con la espina dorsal
machacada y se van al cielo sin padecer el pecado, sin ver con ojos verdaderos a Christina Hendricks.
Debería hacer eso: buscar fuentes,
estudiar este asunto que tanto me desquicia, organizar un discurso.
Pero tengo la rodilla rota, duele
tanto, no hay nada de Paul Newman ni James Stewart en ello, duele y
punto, y a mí el sufrimiento no me sirve de nada, no acumulo bonus
ni puntos para ningún canje.
Sólo quiero que acabe esta
convalecencia, y leer y escribir novelas y que rueden pronto la sexta
de Mad Men, la única secta en la creo.