jueves, diciembre 25, 2008

Diez días solo. Un lugar es tan bueno como cualquier otro aunque a veces te engañes y digas que no puedes escribir aquí, que necesitas el escapismo del tejado de madera y el hueco en el valle, dos manos formando un cuenco: acabo de ver lo que sigue en la página de un amigo. Es hermoso y verdadero.
Mañana me voy un tiempo, no solo, a un lugar muy frío (qué más da, si rebosara la idea no importaría que escribiera de pie, contra un mueblecito viejo, rodeado de sobrinejos voladores, qué poco importaría eso; pero no rebosa).
Tiempo.
El invierno comienza.
Las estaciones sirven para comprender ese raro fluido.

miércoles, diciembre 24, 2008

Ahora ELLOS no están aquí durante unos días, y por tanto ya no pienso si cuando me miran con esos ojos de ocho de la mañana ven qué cosa en mí, aburrida cosa, [es propio que resulte aburrido y en ese sentido cumplo perfectamente el papel asignado, en los últimos meses tal vez con un poco más de empeño en resultar tedioso, sería un fraude que tratara de divertirles y hacerme el simpático y bromear como su fuéramos compañeritos de algo]. No están aquí y hago recuento de lo que sé de ellos.
Sé que no aprenden nada.
Sé que son vulgares.
Sé que se estabulan.
Sé que no hacen caso.
Sé que van en el alambre.
Sé que hay mucho de podrido detrás.
Y desgraciadamente este año me tocó conocer los detalles de toda esa podredumbre. Sería fácil, sin más, decir los verbos transitivos son aquellos que se construyen con complemento directo. Si digo sin más quiero decir sin mirar si eso tiene ninguna importancia. Es lo apropiado.
En cambio, digo eso mismo y pienso que vaya mierda aunque no hago nada por hacerlo distinto. Si digo en cambio quiero decir igual. Ésa es mi diferencia, factor distintivo: hago como los demás pero me remuerdo por hacerlo, sin otra consecuencia que este pensamiento cuando ELLOS no están aquí delante, claro, durante unos días.
Luego todo seguirá el curso determinado desde el principio: ELLOS sin hacer nada más que machacarse la vida y los años pero al menos besarse y fumar en los lavabos, y yo sin hacer mucho más que sentir una especie de pastoso y católico sentimiento de culpa, y sin entrar nunca en los lavabos por miedo a tener que decirles, como un imbécil, que eso no puedes hacerlo aquí.

martes, diciembre 23, 2008

Yo sé que mientras dejo que me lleven mis asuntos y que la pulpa del nadaquehacer me pringue los dedos,
hay un lugar azul sin tránsito alguno, y un cuaderno vacío de otros tránsitos, y en ninguna parte se posan mis pies, y normalmente procuro que no importe demasiado, me sale bien el engaño -llevo mucho haciéndolo conmigo-
pero también ocurre que, a veces, ni siquiera a mí me sirve,
y ya no creo que nada sea crucial, que haya otro día detrás, que no hay prisa,
- No pienses en eso, hace daño, mira allí, nada se mueve
(nada se mueve demasiado).

jueves, diciembre 18, 2008

Olía mal.
La clase, el pasillo, todo olía raro, mal. Dije abrid esa ventana, pero hacía cuatro grados y una rociada nada poética en el cristal. Pero de dónde viene eso, dije. No sé, de algún sitio, ya hace un rato que huele así.
Luego entré en el departamento, ordené la mesa, subí la persiana, busqué en la maleta (llevo una maleta como las suyas, yo) y, detrás del cuaderno pintarrajeado y de los libros con los cantos comidos y de las fotocopias manchadas, detrás,
había un plátano podrido, macerado, implosionado, licuado y vuelto a exprimir, pringando las puntas de mis lápices y mi libro de Baroja y el edebé y la agenda donde guardo las fotos de los alumnos, también de ésa.
Ahora, mientras nada sucede en este espacio, cuando el espacio es una cápsula que encierra este cuaderno, ahora que nada ocurre,
hay un océano alineado en el borde del arrecife, sobre los viejísimos corrales de pesca, sobre la piedra aguda.
Esperando el tránsito, la transmigración, sin ninguna metáfora en sentido alguno.

miércoles, diciembre 03, 2008

Alguna vez tenías que hacerlo, no te remuerdas, resulta difícil evitarlo durante tanto.
Alguna vez tenías que hablar de Cortázar, la verruga, la piedrecita en el zapato, Cortázar-corteza en el diente, presencia tan incómoda en el trascoro, el trasfondo de cualquier cosa que lees o escribes.
Todo por culpa de "esto me recuerda a Cortázar", agh, frasecita del diablo dicha tantas veces por ti y demasiadas veces oída también, todo lo que quede rarito y desprendido acaba con esto me recuerda a Cortázar.
Pero, chaval, reconoce, a Cortázar lo leíste a fondo aquel verano, y aquel otoño, y el invierno que le seguía, con tu monomanía de agotar la bibliografía de los subrayados (qué dolor que no haya más Kundera, Borges, Miller, Sábato), lo leíste a fondo como quien lee poemitas a una novia, y al principio las notas de tu cuaderno estaban llenas de pensá, nomás, decí, ñato, y sólo se te ocurrían historias de niños y compadritos y coches que se atascan en una autopista y las bragas de Isabelita en el patio traseo y la casa que da miedo y nadie sabe por qué y la puerta condenada de ese hotelito para viajantes e incluso boxeadores zumbados, pero qué carajo sabías tú de boxeo. Y sobre todo querías escribir cuentos. No decías relatos, decías cuentos. Estoy escribiendo un cuento, decías, un cuento sobre un niño que guarda las bragas de su prima Margarita en un bolsillo del saco. ¡Del saco! No del abrigo ni del tabardo ni de la cazadora ni de la chaqueta, sino del saco, claro, o como mucho de la trenka. Serás imbécil, che... Pero eso fue sólo al principio.
Luego más bien justo lo contrario. Luego entendiste que había que evitarlo, escapar del magnetismo, no releer ni un cuento, no leer nada nuevo ni buscar Cor-tá... Cor-tá.... Cortázar con el dedo en los rimeros de libros de las casetas que ponen en verano, borrar esas grabaciones de su voz de sinusitis, despegar el recorte de su fotografía del corcho. Eso o te devoraba, iba a hacerlo, el muy tragón, grandote, gorila, a bocados iba a hacerlo, muy.
Y ahora ya no sientes ese hilo. Ya no ves su manazas amenazadoras sobre el teclado. También eso serán los años, también.
Y por eso ya puedes abrir el libro viejísimo y comido de gusanos como un Yorick y buscar el índice donde a lápiz sumaste una estrellita para Historia con migalas, dos estrellitas para El río, tres estrellitas para Torito y Diario para un cuento, y a despecho y con mala fe cometer (indigno, malvado, gualtrapa, so cochino serás por siempre) el acto impuro, la infamia, el desdoro; es decir, fotocopiar (vigilando que nadie te vea) La escuela de noche y repartirlo en clase y decir tomad nota de estas preguntas para el lunes, sabiendo que la espina puede que deje sano a la mayoría pero seguro que alguno, tal vez uno solo (pero uno siempre es suficiente) quede atravesado y se duela y se mire la herida y hurgue y apriete para que salga pus y ya no habrá remedio porque

"De Nito ya no sé nada ni quiero saber. Han pasado tantos años y cosas, a lo mejor todavía está allá o se murió o anda afuera. Más vale no pensar en él, solamente que a veces sueño con los años treinta en Buenos Aires, los tiempos de la escuela normal y claro, de golpe Nito y yo la noche en que nos metimos en la escuela, después no me acuerdo mucho de los sueños, pero algo queda siempre de Nito como flotando en el aire, hago lo que puedo para olvidarme, mejor que se vaya borrando de nuevo hasta otro sueño, aunque no hay nada que hacerle, cada tanto es así, cada tanto vuelve como ahora."

Hijo de la misma puta...

lunes, noviembre 24, 2008

Hoy he escrito un par de páginas, un par de buenas páginas, no de apuntes ni de notas sino de páginas insertas donde deben, de ésas que abren brecha y permiten que otras se deslicen.
No serán muy bellas ni climáticas pero son útiles para lo suyo, yo me entiendo.
Si fuera posible escribir dos páginas cada día, bastaría con un mes para poder descansar y permitirme escribir otras sin orden, tomar notas, apuntar alguna idea.
Pero sé que no voy a escribir mañana ni pasado mañana, y puede que tenga que demorarme una semana hasta que tenga tiempo para releer ese par de páginas y recordar cómo sigue, cómo debe seguir.

Todo es un estorbo.

La historia –los personajes, el asunto, lo que sea- ya está ahí, torpe y arisca, quizá una engañifa, no sé; está, en cualquier caso, sólo tiene que salir, no es un acto de creación sino de propulsión lo que falta. Pero falta.

Virginia Woolf decía que para escribir hace falta una renta de no sé cuántas libras y una habitación propia. Seguro que cuando decía habitación pensaba en un bonito lugar entarimado y orientado al sol, con un buen escritorio y una mecedora y una ventana de dos hojas que da a un bosque de tilos, en la esquina humea un leño; una habitación amplia y despejada que doblaría el tamaño de mi casa.
Virginia Woolf hablaba de lo que falta para escribir, y a mí me angustia todo lo que sobra.

Sobra la televisión, encendida y apagada, espejo negro.
Sobra mi calculado horario de lunes a viernes, con sus rutinas y obligaciones impuestas, madrugar, hacer la compra, cocinar, llenar el depósito, nadar, ir (otra vez) al médico.
Sobran las tres comidas nutritivas y bien elaboradas, la higiene y la colada y lo que decidí no hacer.
Sobran todos mis pensamientos restantes que no se dirigen a la escritura sino a lo que realmente me da la gana.
Sobre esta estúpida psicoterapia.
Sólo necesitaría, en su lugar, un mes. Un mes sin esos excedentes. Así despacharía pronto y limpio este asunto que me ronda, lo dejaría lindo y con lazo por si alguien pica, y podría dedicarme entonces a lo que realmente no me provoca tanta angustia, como los libros que no leo, los amigos a los que no visito, las tardes que no paso al sol, el bebé que aún no existe.

sábado, noviembre 15, 2008

Surfeando en el blog de Willy Uribe encontré esta foto. Después he paseado junto a la llanura azul que forma el océano esta semana (y la pasada, y la que viene, y...): cierta ansiedad cinegética, hoy. Especialmente al ver esa pared intacta de espuma, sólo la estela que deja la quilla, ah.
Ni siquiera se percibe bien a esta resolución, pero no es una gran ola; no sube mucho más de la cintura; el recorrido, juzgando las piedras de la orilla, será breve; pero me he quedado colgado de la sensación que se adivina, del trazado, la curva, la pendiente... Uribe, en sus libros y en sus fotografías, provoca esto: alzas la mano y piensas que podrás a tocar el objeto que apenas te muestra, no es tuyo, no te pertenece, y sin embargo el chispazo de realidad relampaguea delante de ti, qué buen escamoteador.
Y yo, mientras, sigo estabulado en este llano azul, hermoso llano azul para un atardecer pero demasiado blando y demasiado vacío y adormilado para el resto.

viernes, noviembre 14, 2008


Basta.

Ahora que viene la planicie del viento del este y en casa todo está frío y mojado, que en la calle suenan las motos zumbantes y en mi cabeza se apelmazan las cosas que no hice, el peso de la persecución rutinaria, esa carga tan visible... ahora basta, es demasiado.
Busca el refugio, construye el refugio, eleva un refugio, empalizada sólida y bien anclada.
Y no muevas un dedo, permanece, aguarda, mantén tu cuerpo seco y caliente, no puede durar mucho.

Leo Las difusas, un relato mágico y hecho de arañazos de Cuatro Veces Fuego (Tropo, muy reciente).

Lara Moreno fabrica los mejores refugios de alta montaña. Son compactos y densos, no permiten que el agua traspase pero en cambio trasvasan tantos ingredientes distintos.

Sus relatos nutren, son la sopa con la que me alimento en estos días del invierno incómodo. Leo Las difusas, y luego Incisiones, y después vuelvo a Primer día y a Amarillo, a Futuro Imperfecto, a Vera y Octavio...

martes, noviembre 11, 2008

Casi un metro jugoso rompía hoy sobre el arrecife, muy lejos, mientras en la orilla apenas caía una ola tontona y apretada de neoprenos. Me he dado la gran panzada hasta la U, y allí, con la marea ya bajando y el agua NEGRA (completamente negra) por el fondo de roca, he recorrido algunos caminos, muy suaves, muy lentos.
Mañana sube el mar, y la pleamar encaja con la salida del trabajo, como si cuadraran mi trabajo y el suyo; el del mar, quiero decir.


En otro mar distinto, el sábado pasado pude conocer a Inmaculada Luna, Carmen Camacho y el repentista (yo tampoco sabía lo que era) Aléxis Díaz-Pimienta. De todos me lo quiero leer todo en breve, y todos acaban de publicar hace nada.
Fue gracias a Uberto Stabile, un tipo extraordinario e imprescindible en aquel páramo polucionado donde nací, poeta y otras muchas cosas más.
Y además me dejaron hablar un buen ratito de Rosas,..., y hubo algunos que pusieron ojos de interés.
Lo del vinillo y el ibérico era lo de menos, tan bueno fue lo otro.


jueves, noviembre 06, 2008

vino y rosas

Este sábado, a las 20h,
en la Casa Colón
de Huelva,
vino y rosas.
Y además jamón del bueno, mira qué bien.

Se trata del Salón Iberoamericano del Libro.
Y lo llaman "cata de libros, vino y jamón", así que al menos habrá dos ingredientes interesantes.
Allí estaré con mi cara de soy un buen tipo y con el estómago vacío, que a estas cosas hay que ir sin merendar.
Privilegios de la literatura que nunca sospeché...
Os espero. Besos.

jueves, octubre 23, 2008

Leo otra vez El árbol de la ciencia con los bachilleres.

Desde hace cuatro años, los primeros frentes del otoño se amontonan sobre nuestras cabezas mientras yo persigo a Andrés Hurtado por su miserable y asquerosa vida.
Andrés Hurtado en la azotea de Iturrioz.
Iturrioz regando un ficus y glosando, divertido, las palabras de su sobrino.
Andrés observando sin deseo a las jovencitas que juegan en un patio.
Una tapia y unos macizos de flores las separan del jardín de un monasterio donde unos frailes caminan, cultivan y piensan.
Andrés también piensa. Piensa en esos frailes, en la reclusión sin producto. Piensa en esas niñas, asumiendo sus yugos sobre los delgados cuellecitos de las blusas planchadas.
Andrés no lo sabe, pero quisiera ser Tyler Durden en El club de la lucha.


“-¿Es que no habrá plan ninguno para vivir con cierto decoro?- preguntó Andrés.
- El que lo tiene es porque ha inventado uno para su uso. Yo hoy creo que todo lo natural, que todo lo espontáneo es malo; que sólo lo artificial, lo creado por el hombre, es bueno. Si pudiera viviría en un club de Londres, no iría nunca al campo sino a un parque, bebería agua filtrada y respiraría aire esterilizado.”

Desencanto; no, tachad esa palabra. Desencanto significaría que una vez lo hubo.

“… no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo o la acción limitándose a un círculo pequeño. Es decir, que se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una regla general es absurdo.”

Al salir del trabajo veo las nubes alineadas sobre el mar, como una flota.

jueves, octubre 16, 2008

hoy
todas las cosas que me distraen se han puesto en fila y de uniforme y llevan recibos en la mano y me sacuden y no van a dejarme en paz hasta que yo no decida mandarlas de veras al cuerno y convertirme en eremita y cultivar tomates y criar gallinas y prescindir de casi todo
como por ejemplo
el papel higiénico la espuma de afeitar y la sintaxis

lunes, octubre 13, 2008


"—y no como a la noche ese roquedo,
al girar del planeta ensombrecido—"
A. Machado

martes, octubre 07, 2008


Pronto, tal vez pasado mañana.
Mar de invierno, al fin.
(muerte al bronceador, a la sombrilla, a las patatas fritas)

miércoles, octubre 01, 2008

Fui a surfear a Cortadura. La borrasca que se encajó en el estrechó levantó una pequeña marejada en Cádiz. Después de la lluvia y de las multitudes del verano, la playa estaba comida de mierda: agua terrosa, arena rajada de espuma seca y amarilla, dispersión de latas de conserva, mondas de naranja, papel de aluminio, aparejos, mierda difusa y abundante.
Es frecuente aquí, nada que ver con el azul mágico de Portugal ni con el verde intenso de Marruecos, nada. Si entra un maretón potente, la arena del fondo se revuelve como polvos de colacao y la ola se enturbia con ese color tan feo.
Pero esta vez no era sólo el color, y tampoco había sido tan potente la marejada como para aquel precipitado.
Esta vez olía a mierda de veras, sabía a mierda de veras, era pura mierda el agua de Cortadura, con su ligero medio metro, ramplón y corto y aburrido.
Los caños de la Cortadura, me dije, ah claro: el rompiente quedaba justo delante de toda esa putrefacción que las tuberías de Cádiz sueltan al océano sin depurar. Directamente de su vientre a mi nariz.
No sé si es muy poético esto, pero es la primera vez que surfeo sobre las heces de media ciudad, sobre esa balsa diarreica de lodo y digestión atrasada. No, definitivamente no es nada poético.
Luego, en casa, después de sacarme el traje y rasparme bien, temí que no hubiera manera de arrancarme aquel olor a estómago podrido.

miércoles, septiembre 24, 2008

Sin venir a qué me he acordado de Benedetti.
El viejo-dulce Benedetti.
Hacía años que no abría un libro suyo, me temo que por aquello del endurecimiento pro-Houllebecq y otros Mr. Etcéteras, con la oposición consecuente al empalague del viejito, ay, qué bobo soy en todos mis juicios, qué soberano imbécil.
Pero hoy me quedé aquí sentado, con el Alianza escolar abierto, el helecho aplicándose en crecer sobre la mesa, un vaso de agua. Igual que hace diez o quince años, antes de que con toda tozudez comenzara a rascarme las postillas para que sangraran y ver cómo manaba el hilito y regocijarme con todo lo complejo y sucio.

El dulzarrón Benedetti.
Por aquel piso tan pequeño, con sus techos bajísimos y su baño-armario, Benedetti iba y venía y se arrancaba a leer con mi voz algunos de esos versitos suyos, los dos estábamos desnudos, quiero decir ella y yo, no Benedetti. Benedetti era el cabreado antiyanqui, el tierno enfadoso, y no parecía desnudarse nunca, ya entonces era una antigualla que llegó a mí con forma de libro amarillo que mis hermanos dejaron en casa (¿por qué lo dejaron?, ¿por qué no se lo llevaron a sus nuevas casas?).

Nunca entendí por qué Benedetti se dejaba bigote. No es propio. Los bigotes, no hace falta decirlo, son escobas para los besos. Una barba sin fideos podría llegar a ser una especie de nido más o menos limpio y más o menos mullido; pero ¡un bigote!, un bigote es un alambre, sin remedio.

Me acordé de Benedetti sin venir a qué: Soy un caso perdido, Los espejos las sombras, Los formales y el frío (!), Hombre preso que mira a su hijo y sobre todo:

Síndrome

Todavía tengo casi todos mis dientes
casi todos mis cabellos y poquísimas canas
puedo hacer y deshacer el amor
trepar una escalera de dos en dos
y correr cuarenta metros detrás del ómnibus
o sea que no debería sentirme viejo
pero el grave problema es que antes no me fijaba en estos detalles.

y también:


Pasatiempo

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana no existía
luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente una palabra

ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte de los otros

ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser la nuestra.

martes, septiembre 23, 2008

Hay una niña a la que le falta un dedo.
Se sienta en la primera fila.
No para quieta ni un segundo.
Escribe muy lentamente con su dedo de menos, forma una pinza extraña con el pulgar y el índice, el lápiz baila sobre el hueco del dedo que falta.
Yo escribo despacio en la pizarra para que le dé tiempo a copiarlo todo. De vez en cuando observo la cicatriz que le atraviesa la mano, parece un dibujo de una cicatriz y no una cicatriz de veras, parece pintada con un rotulador naranja.
Fue hace dos años, creo.
Se subió a una valla y el dedo quedó colgado de una púa.
Llevaba un anillo.
Clac.
Todo el mundo lo vio, todos los demás lo vieron.
Me gustaría sentir compasión por ella.
Me gustaría pensar en su dolor, en su vergüenza, un dedo de menos: no puede contar hasta diez, no puede mandarte al carajo con su anular bien derecho, no puede hacer otras cosas que se hacen con los dedos.
Pero es una pesada.
No para quieta ni un momento.
Y pienso: [ ... ]

Luego vuelvo a casa diciendo no puedo ser así, no puedo pensar estas cosas.

viernes, septiembre 19, 2008

"El Partido Comunista Chino puja por Morgan Stanley"

¿Alguien entiende algo?

http://www.publico.es/dinero/152562/gobierno/chino/puja/comprar/morgan

jueves, septiembre 18, 2008

"Los seis principales bancos centrales del mundo salen al rescate de los mercados financieros"

No...

"Morgan Stanley sopesa su fusión con un gran banco para evitar la bancarrota"

Nada de eso...

"Los empresarios piden aparcar el libre mercado"

No... Precisamente ahora, no.

Ahora que revienten, que traguen, que moqueen sobre el escote de sus prostitutas diciendo no hay manera de salir de esto.

¡Libre mercado! ¡Ahora sí!

Y que venga bien fuerte la destrucción de todo, las filas larguísimas de acreedores, el vaciado de los bolsillos... Quiero que el mercado siga hasta las puntas afiladas de la escollera sin que nadie lo enderece. Quiero la ruina absoluta, también la mía.
Las dimisiones, los suicidios, los jueces atónitos emparedados de archivos, los estantes vacíos de los supermercados.
La cartilla de racionamiento, ya no recuerdo a qué sabía la fruta de verdad.
El hambre.
El pillaje, los cristales en el suelo, el ejército aplastando a la gente dentro de sus casas.
Un buen golpe de estado.
Y luego una dictadura militar.
Y muchos desaparecidos y muertos y fosas y estadios.

Es decir, todo aquello con lo que cíclicamente estimularon la naciente economía de aquellos minipaíses no occidentales que dieron óptimo servicio al libre mercado.

Ahora sí que me convencieron: capitalismo sin medida y sin gobierno hasta las heces.



miércoles, septiembre 03, 2008

Ya el sintagma amenaza al doblar el mes, y los morfemas y la homonimia, nimio humano.
Y el resto de la mierda gramatical.
Y la sílaba tónica.

Y la átona.

Pero tal vez este año también pueda birlarles cinco minutos y con voz rebajada leerles:

Mujer con alcuza

"¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?

Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.

Va despacio, arrastrando los pies,
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada por un terror
oscuro,
por una voluntad de esquivar algo horrible.

Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas,
zanjas recientes, y tristes caballones,
de humana dimensión,
de tierra removida,
de tierra que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,
entre abismales pozos sombríos,
y turbias simas súbitas, l
lenas de barro y agua fangosa
y sudarios harapientos del color de la desesperanza.

Oh sí, la conozco.
Esta mujer yo la conozco:
ha venido en un tren, en un tren muy largo;
ha viajado durante muchos días
y durante muchas noches:
unas veces nevaba y hacía mucho frío,
otras veces lucía el sol y sacudía el viento arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas.
Y ella ha viajado y ha viajado,
mareada por el ruido de la conversación,
por el traqueteo de las ruedas y por el humo..."

Dámaso Alonso

Y sigue.
Lo que no sabré hacer, tampoco este año, es decirles nada de este poema, nada, explicarles por qué me entristece tanto, porqué me escurro en el fluido del verso de Dámaso, y me escapo y me pierdo y no sé mucho, tampoco este año tendré nada qué decir cuando...

martes, septiembre 02, 2008

Causa y consecuencia

Jo.
Acabo de descubrirlo.
Garzón también lee este blog.
Y no sólo lo lee, sino que me obedece y, en lugar de dejar un sencillo comentario, organiza fenomenales tanganas en consecuencia: http://www.elpais.com/articulo/espana/Garzon/lanza/mayor/investigacion/desaparecidos/regimen/Franco/elpepiesp/20080902elpepinac_1/Tes. Me estoy convirtiendo en un líder de opinión.
Es espantoso.

domingo, agosto 31, 2008

Infame turba de nocturnas aves

Comencé a leer Los girasoles ciegos hace mucho. No suelo dejar libros a medias, será lo que me queda de escolar obediente (me quedan otras muchas cosas de obediente escolar, me temo); pero ocurrió que me di de bruces con “congelado en un instante” (p.13), “absorbidos por el silencio” (p.14), “dédalo de trincheras” (p.17), y reconozco que mi resistencia a los lugares comunes es muy pequeña. Sin llegar a la 20, lo dejé bien guardadito en su estante. No en vano, el adjetivo mata.

Ayer estrenaban la versión que José Luis Cuerda ha rodado a partir de uno de los cuatro relatos que forman el libro. Sorprendentemente, también la estrenaban aquí, en este páramo en el que Kung Fu Panda es cine de autor. ¡Hacía tanto que no íbamos al cine! ¡Apetecía tanto refugiarse del levante en la mullidita butaca! Y me dije, um, antes de ver la peli démosle un segundo bocado a esos girasoles.

Soy otro, descubro. No ha debido de pasar más de un año desde el primer intento, y soy otro. Lo he leído sin anotar nada, sin arrugar la nariz, sin importarme cosa distinta que la dureza, la realidad, la cabreante realidad que Alberto Méndez clavó en estos cuatro relatos.

Me ablando. Méndez escribe de puta madre después de todo, Méndez escribe bien, muy bien, y construye bien y da bien donde quiere dar, aunque repita mucho “achicoria” y “carbunco” porque en todo relato guerracivilesco deben aparecer cosas como achicoria, carbunco, vicetiple, gasógeno y medias de cristal.

Ayer también supe que Garzón pasea su flequillo plateado por la selva colombiana buscando fosas comunes en nombre de la justicia universal. Las fosas de aquí no deben ser tan lindas como las colombianas, porque, por ejemplo, el agujero en el que acanallaron al maestro republicano Dióscoro Galindo sigue sin abrirse. Y sin buscarse, ya que los herederos de uno de sus compañeros de bala se niegan. Los herederos se apellidan Lorca y Lorca es mucho más bonito que Galindo, igual que ocurre con las fosas colombianas.


Hoy fuimos a ver la película, blandita película, con recitado de Machado incluido; blandita como yo. Hoy también he sabido que no hay razón para una piedra deje de decir Franco, Caudillo y Libertador de España pero sí la hay para que no diga Asesinados por pensar lo que no se debía cuando no se debía http://www.publico.es/146976/ceuta/retirara/simbolos/franquistas/considerarlos/historia/parte/patrimonio
Y con todo esto, entre ayer y hoy, ando con un cabreo que no me tengo en pie.

Ah, y me he acordado mucho de El vano ayer, de Isaac Rosa, una novela que lamento haber leído porque ya no puedo leerla por primera vez.

miércoles, agosto 27, 2008


Es verdad lo que decían los teóricos. La literatura es un compuesto, no son palabras singulares sino palabras muy viejas que apoyan su bastón sobre otras palabras jóvenes para seguir camino hacia algún sitio. El problema (uno de ellos) es descubrir cuál es ese sitio, y luego preguntarse si ese sitio tiene verdadera importancia, no vaya a ser que llegues y te lo encuentres atestado de turistas, el suelo embarrado y lleno de mondas de naranjas, sin aparcamiento, abrasadora planicie con tiendas de campaña.

Últimamente ando muy sensible acerca de eso, de lo importante y lo que no, porque pienso que lo que escribo -en lo que me enfango- no tiene nada de importante. Me atasco y busco. Y me pasa que cuando escribo, por ejemplo, sobre árboles siempre encuentro una porción de textos que hablan sobre árboles (aunque yo nunca escribo sobre árboles, pero qué bonito sería decir voy a escribir sobre un árbol, sin más), y pienso ¡pero si sobre árboles ya todo está dicho!

No, no debo seguir por ahí. Debo en cambio renunciar a decir cosas importantes.

Y comenzar a decir cosas pequeñas. Pequeñas cosas.
Porque sabes que hubo esto:

"Ivan Ilich vio que se moría y su desesperación era continua. [...] El silogismo aprendido en la Lógica de Kiezewetter («Cayo es un ser humano, los seres humanos son mortales, por consiguiente Cayo es mortal») le había parecido legítimo únicamente con relación a Cayo, pero de ninguna manera con relación a sí mismo. Que Cayo -ser humano en abstracto- fuese mortal le parecía enteramente justo; pero él no era Cayo, ni era un hombre abstracto, sino un hombre concreto, una criatura distinta de todas las demás: él había sido el pequeño Vanya para su papá y su mamá, para Mitya y Volodya, para sus juguetes, para el cochero y la niñera, y más tarde para Katenka, con todas las alegrías y tristezas y todos los entusiasmos de la infancia, la adolescencia y la juventud. ¿Acaso Cayo sabía algo del olor de la pelota de cuero de rayas que tanto gustaba a Vanya? ¿Acaso Cayo besaba de esa manera la mano de su madre? ¿Acaso el frufrú del vestido de seda de ella le sonaba a Cayo de ese modo? [...]
Cayo era efectivamente mortal y era justo que muriese, pero «en mi caso -se decía-, en el caso de Vanya, de Ivan Ilich, con todas mis ideas y emociones, la cosa es bien distinta. y no es posible que tenga que morirme. Eso sería demasiado horrible».

La muerte de Ivan Ilich
Tolstoi



Y esto:

"Se quedarán mis cosas sin mí desconcertadas.
Seguirá mi tristeza paseando
por rincones de sombra.
En mi amada ventana del sillón y la mesa
seguirán los ocasos cayendo como siempre,
y el chopo del jardín, crecido ante mis ojos,
morirá y volverá como cuando yo estaba.
En penumbra, mis versos hablarán en voz baja.
Se secarán mis libros poco a poco,
oliendo a fruta vieja.
Diminutas reliquias de mi vida
-una flor en un libro, un verso en alguien-
seguirán, como piedras disparadas,
conservando mi fuerza en este mundo
cuando yo me haya ido...
Y os quedaréis vosotras, muchachas..."
JM Valverde
... los versos que siguen son demasiado tristes para un día tan caluroso. Un día tan aplastado y caluroso, en el que me encuentro muy perdido, pero no del modo que quiero.

martes, agosto 19, 2008

Les filles de 1973

Tomaos un tiempo, si lo tenéis y os apetece, para leer este poema de Vicent Delerm, tan divertido y suave, y aun así tan triste, tan triste y tan tozudo y directo a mí como ha venido esta tarde. Lo podéis escuchar en el disco Kensington Square, un rimero delicado y que se entiende fácil incluso si, como yo, os quedasteis en el Nouvelles Sans Frontières. Besos, treinta de ellos.


"Celles qui ont vu trois fois Rain Man. Celles qui ont pleuré Balavoine.
Celles qui faisaient des exposés
sur l'Apartheid et sur le Che.
Celles qui ont envoyé du riz
en Ethiopie, en Somalie.
Celles qui disaient "tu comprends pas".

Les filles de 1973 ont trente ans.

Celles qui mettaient des Bandanas
et des t-shirts Best Montana.
Celles qui ont porté les baskets
Reebok de Rosanna Arquette.
Celles qui fabriquaient des bracelets
brésiliens pendant l'heure d'anglais.
Celles qui disaient "Eric Serra"

Les filles de 1973 ont trente ans.

Celles qui pratiquaient des suçons
dans le cou de Thierry Caron.
Celles qui fusillaient au Blanco
les tables du Lycée Carnot.
Celles qui disaient "Madame, c'est vrai,
on n'a rien compris au sujet"
Celles qui s'appelaient
Estelle Gallois,
Katia Boucage,
Sandrine Leprince,
Fabienne Lesage,
Marianne Artance,
Elise Dufard,
Myriam Blanchevin."


Vincent Delerm
Kensington Square

viernes, agosto 15, 2008

De vuelta, con pelusa en la nariz .


El mar, que allí tiene dientes, seguirá comiéndose acantilados a mordiscos.


lunes, julio 28, 2008


LEJOS durante unos días.

Todo en su sitio, la casa es una montaña de botes y camisetas y sobres.

So long!

viernes, julio 25, 2008

Mareas de Santiago.


No está la playa detrás de mi ventana, esta foto no sirve, no sé si sopla fuerte o si apretó un poco el mar blandísimo y caliente del verano. Pero recuerdo, sí, las mareas de Santiago de cuando era pequeño. La playa a la que mis padres me llevaban estaba enmoquetada de almejas.
Trillones de almejas partidas, almejas completas, almejas rarísimas y groseras, almejas hermosas para hacer colgantes y otras vulgares y secas; había catálogos completos de almejas que te pinchaban los pies como si fueran púas o lija o arrecife y alguna vez se quedaban dentro y había que extraerlas con pinzas como si fueran astillas.
¿Cómo fueron a parar allí? ¿Desde dónde, desde cuándo? ¿Y sus habitantes? ¿Y la civilización de moluscos que las habitaba? ¿En qué lugar, en qué fondo, con qué proteína crearon esas formaciones? El gran cementerio, el gran campamento de esqueletos.
Si tomabas un puñado de arena y lo observabas de cerca veías que esa arena áspera y oscura también estaba formada por fragmentos, esquirlas diminutas de almejas, de otras almejas subterráneas destruidas, amalgamadas por las de la superficie. Qué gigantesca destrucción que yo no comprendía, que no comprendo.
Mareas de Santiago. El mar se ponía bravísimo en esa playa-cementerio. Las olas eran enormes y yo muy pequeño, y mis hermanos y yo jugábamos a lanzarnos a lo bruto contra ellas, que sin consideración nos amolaban sobre las almejas partidas y puntiagudas, y volvíamos a casa cuando se hacía de noche como si fuéramos indios a los que un caballo arrastró por el desierto pedregoso, y cenábamos rápido y jugábamos luego en la terraza y caímos rendidos en la cama, exhaustos, con ronchas y arañazos, felices.

jueves, julio 17, 2008

Ayer.
Fuimos a un lugar de aquí.
A beber y mordisquear debajo de una parra. Un patio antiguo, el aire nocturno, la serenidad, etcétera.
Y en medio de eso, irrupción de todos mis prejuicios.
Entraron dos: él tendría cincuenta y muchos, ella poco más de veinte, él era español y ella dominicana, ella no dejaba de hacerle mimos, él estallaba de grasa y dinero dentro de su camisa.
En realidad, él ni siquiera presumía, ella ni siquiera se exhibía. Lo que faltaba lo completábamos yo y mis prejuicios.
Y claro que cada cual traga las babas que quiere, y claro que cada cual compra el juguete que le apetece comprar. Lo feo, lo muy feo de todo este asunto es que descubro que yo, que pensaba desprovisto de verdadera moral, soy un moralista de escuela vieja -o una vieja de escuela moralista.
Vaya.

viernes, julio 04, 2008


La fábrica de turquesas aún producía esto ayer (clic encima y se hace gigante).
Mirad el pliegue, la doblez, la blancura, el cristal líquido y frío, la manchita que forman los seres humanos, lejos.

Hoy ya no sé si sigue, yo no estoy allí pero casi permanezco allí.
De veras, no me muevo.

A mi alrededor, sin embargo, las cosas no hicieron más que moverse mientras yo no estuve. Cosas muy feas que se conducen solas y nadie puede hacer que se detengan, que entiendan la pausa y la serenidad de este verano con ideas pero sin pensamientos graves, sabiendo que nada es crucial, que todo fluye;

y un cuerno, al carajo mi repetido mantra y tanta magia casi hindú, al diablo:
claro que hay cosas cruciales: crucial y encrucijada y cruce de caminos y cruzada y crucifijo tachado.
Porque: hacia dónde tanta máquina de huesos, esta cochambre, ¿fábrica de turquesas y zafiros?, hacia dónde.
Niet.
Y luego el pliegue, la blancura, la doblez de la idea líquida:
es el alivio, la distracción del pánico.
Aunque la noche.

miércoles, julio 02, 2008

Zavial, la pleamar de esta mañana.


Techumbres muy longueras.


Pero tan cerca, auch, de las rocas.


De vuelta de la primera escala. Quemado, molido, exhausto: feliz.

Verano largo y blanco, de niño pequeño.

viernes, junio 27, 2008

Leo en el tomo Leyenda de JRJ:
"¡Enterrado mejor que náufrago de tabla en tabla!
Con rencor de roca miro al vivo sin esperanza!"



...y, qué quieren, me da la risa,
pero en el cuaderno guardo para mí esas sílabas detonantes:
con rencor de roca miro

Y se repiten en mí,
con rencor de roca miro
con rencor de roca miro
con rencor...

En mí, donde no hay rencor ninguno, la erre me sabe mal de tan fea y colorada en la garganta,
hoy no quiero más que una camisa ligera y un amigo que me dice que va a remontar el Mekong este verano [http://david-nagarkot.blogspot.com/], y de vuelta a casa con rencor de roca miro percute dentro de mí aunque nada mire con ese rencor, y en la carretera, un invernadero que no pude fotografiar anuncia en letras muy grandes
ROSAS, ROSAS, ROSAS,
así, tres veces con un entusiasmo poético a pesar de que sólo se refieran al pulcro negocio de la flor cortada y no a JRJ ni la delicadeza suya y menos, qué ingratos, a los restos de las alas de mi peluche, maldición.
También en el coche, al volver: la canción número cinco del disco de Winehouse está a punto de hacerme parar o de estrellarme e incluso lloro un poco.

Es mentira, no lloro en absoluto. Tal vez sería poético llorar en medio de tanta balsa.
Pero no tengo un gramo de poeta sufridor.
Pero la canción número cinco de Winehouse sí que es un poema de los que me harían llorar si yo llorara alguna vez.
Pero no tengo un gramo de poeta llorica y XIX.

Y también es el JRJ del XIX quien, en el mismo tonito que no trago, dice:
"Se pusieron grandes tus ojos, son toda la sombra. Y yo, pequeño y perdido, estoy dentro de ellos."

Me entusiasma el viejo, el viejo y mío Walt Whitman alelado.
Es decir, sus pupilas dilatadas.
Es decir, también las mías,
qué malo soy esta noche.

No en vano estreno mis vacaciones escolares y de nuevo los días lisos, la lisa carretera, mi mente completamente vacía
y llena de:

lunes, junio 23, 2008

Allí, hace unos días, desentendido de lo demás, como los niños jugando.
Es todo tan infantil, y por eso nada permanece; que se escape, fluya, desaparezca lo que sobra,
"poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas...",
sabiendo que hay versos así de precisos que dirán lo que a ti te falta, lo que tú no sabes decir,
si bien en nada estás de acuerdo y en cambio tú escribirás y leerás e incluso pagarás -casi siempre a tiempo- todas tus cuentas abiertas, aunque olvides la cartera en cualquier parte como si fueras un viejito tonto, es un milagro, te dicen, que no te hayas arruinado aún y tú contestas que en realidad sí que vives como un noble arruinado (pero no, no digas eso, que ya vuelven a mirarte con esos ojos, no puedes decir eso y pensar que ellos te sonreirán y luego no pasa nada, no pasa nada, con esa voz).

viernes, junio 20, 2008

La fragilidad, el volumen de la siemprencendida en la casa de al lado cuando ya es verano y la vieja abre las ventanas.
Toda esa angustia y en cambio las horas tan largas y la luz amarilla; la autopista, pronto.

jueves, junio 19, 2008



La ola del primer minuto es idéntica a la que busco.
Y a veces (algunas) he creído encontrarla.
La misma luz, la misma ondulación.
Incluso suele sonar lo mismo en mi cabeza.

Hoy, cuando ya no había niños, he ido a la biblioteca para dejar en un estante este libro. Se trata una colección de poemas reunidos por Lara Moreno(www.nairobi1976.blogspot.com). Me he sentado en una de esas sillas verdes tan feas, he levantado una cortina y, antes de anclarlo allí a la espera de dos ojos escolares, he buscado unos versos que casi me sé de memoria:

"Algunas tardes subo
a esta vieja azotea de cordeles con ropa,
de caliche y verdín, sur detenido..."
David J. Calzado

Yo no sé si sur detenido quiere decir viento del sur o sur geógrafico o anatómico, pero lo cierto es que hoy sopla del sur y arde, y la azotea es una piedra volcánica adonde no apetece subir; y también es cierto que esa actitud plácida de sólo algunas tardes, sólo, ver las cosas normales de otro modo, esa actitud... Cuando yo escribo, aunque lo haga en un sótano o en una burbuja, en realidad subo a una azotea, me rodeo de cosas normales y compruebo si el sur se detuvo o no. Para decir lo que dicen estos tres versos, tan sencillos y suaves, yo habría necesitado ocho cuartillas de vaguedades, y aun así no creo que las hubiera terminado de decir de veras.
Luego leo:
"Explotar por fin
manchar todo lo que puedas
deshacerte en los mapas
comprender por qué has vuelto
arrancarte la camisa
a pecho descubierto
enfrentarte a tu vida
no compararte con nada ni con nadie
inventarte a ti mismo
con cada viaje
comprar el pan
recoger pequeñas piedras
revisar cada día el estado de las penas
y las alegrías."
Roberto Terán
Me pregunto si esas piedras pequeñas son para hacer puntería contra algo o para construir un sendero en el jardín.
Con la sencillez y la precisión del uno y del otro, se me quedaron largos los folios en los que ahora ando, y ahora y aquí todo lo mío me suena a tonturas y distracciones infantiles.
El año que viene les diré a los bachilleres que saquen este libro del estante y busquen sus poemas favoritos y los marquen con un lápiz.
La gente no se lo cree, pero resulta que los bachilleres leen muchísimos poemas, y cuando les dices que busquen alguno que les guste normalmente suelen elegir los buenos, aunque no sepan decir por qué buenos ni por qué les gustan.
Es decir, exactamente lo que a mí me pasa.

martes, junio 17, 2008

Cada cosa en su sitio.
El mar en el lugar del mar.
Las rocas donde las rocas.
Y en los bosques secos, los senderos de piedra durísima, o tal vez dentro de la mantequilla o del pequeño café,
desde algún recodo en cualquier caso,
de nuevo,
de nuevo,
las palabras abriéndose camino, haciéndome temblar más que el filo del labio azul que percute contra mí en la primera serie, abriéndose camino en mi cuaderno, diciéndome es la piedra y el mar quien escribe y tú el medio,
diciéndome,
tú,
que en nada crees,
que juras que no tienes principios ni moral ni código ni ideario ni mágicas criaturas ni nada que tú no produzcas,

ahora
tienes un principio.
Ah, uno bueno.
Ah, una idea mía, mía y distinta, mía, y pienso soplar dentro de ella para que se hinche, y tener mucho cuidado (esta vez) para que no estalle (otra vez) y cuidarla de noche, que es cuando nos miramos tan fieros, y ser tierno con ella de día, que es cuando la asolan los ruidos y las distracciones, buscarle alimento, esos alimentos que las ideas necesitan para que no flaqueen, es decir, se queden flacas y se muera,
se me muera,
como un pececito
(pero los pececitos también se mueren si les das mucho de comer, ¡eh!, vigila eso, cuídate de eso, sé paciente y equilibrado con eso).

Un principio, ah.

Si tuviera ganas o necesidad o suficiente miedo como para creer en alguna melaza espiritual, al menos ahora tendría un motivo.
Porque admito que resulta espectral y médium, y que apenas me siento yo cuando escribo todo eso que ella me dice.
Como un evangelista
y prácticamente sin drogas encima.
Lo prometo.

Ah, un principio que me cubre como la espuma helada de la primera arruga gigante.
Detrás aguarda la serie,
decidida a reventarme contra el arrecife
a no ser que me atreva a encontrar, en ella,
el sendero de piedra dura, durísima
y afilada.

lunes, junio 16, 2008

Estuve.
Después de un año cada cosa sigue en su sitio
como una despensa bien ordenada.






El mar moliendo la roca, muy frío,
y nosotros como hormigas sobre su lomo, sin que él lo sepa ni nos atienda.
Somos niños chicos jugando a hacer caminitos
con el rastrillo
sobre la arena azul.







jueves, junio 12, 2008

Mañana, de nuevo, esto:

Después de tanto.


El país donde el gasoil está aún más caro que en España.


Pero donde las olas seguirán siendo mansas y huecas.


Verdes.


A veces cristal azul.

domingo, junio 08, 2008

Me apetecía mucho leer Sueño profundo. Me lo prestó un amigo hace una semana y, en contra de mi costumbre, me había propuesto devolvérselo; devolvérselo incluso antes de que amarillee o un viento lo desencuaderne o lo pierda en alguna terraza y luego vaya a una librería y compre uno igual para fingir que nada pasó y esa misma tarde lo encuentre en la bolsa que ya no uso para ir a nadar, y ahora los dos libros, el nuevo y el viejo, tan ridículos y mellizos, me miren desde las fotos de sus solapas y se partan de risa conmigo. No, nada de eso, voy a ser un buen chico esta vez, me dije.

Pero entonces, ah, entonces me asaltaron las malditas ideas previas que construyo sobre cualquier cosa: Sueño profundo, um, Yoshimoto, um, las pastas negras y sosas de Tusquets, ¿un murakami feminizado? [qué estupidez, como si entre Pasolini y Bufalino se pudiera decir: sí, sí, se percibe esa curiosa actitud de la narrativa italiana… puaj]
Así son mis juicios, tan superficiales y simplotes que rápidamente te acostumbras a no hacer mucho esfuerzo y a dejarte llevar por ellos. Me sale bien –descubro recientemente- eso de desguazar y repartir las piezas de cualquier artefacto, y después observar cada piececita con cara de intensa concentración y decir cosas graves, altisonantes, auch.

Sí, sí, muchas gravedades y altisonancias pero ni una sola idea global (¿global?); por encima de mis molestos juicios previos, carezco de capacidad de abstracción. Observo y observo para no llegar a conclusión alguna. Si fuera patólogo seguro que haría muy bien mi trabajo, discriminaría unos tejidos de otros, enfocaría la lente en el milímetro adecuado para decir qué enfermedad tan linda tiene usted, señorita, sin ser capaz de ponerle un nombre a ese bicho que le está royendo las tripas a usted, señorita.

Es un problema de gusto, creo.
Gusto.
Imaginad: yo, bien solo y con un cuaderno, paseo por un museo, eso es, un museo desierto, eso es, con mi mente blanca y desierta, eso es, sin conocer nada del arte contemporáneo (ni siquiera la nada pequeñita que apenas conozco) y entonces… ¿qué ocurriría? ¿Seguiría deteniéndome delante de Bacon, de Malévich? ¿De veras? ¿Aunque no supiera quiénes son Bacon y Malévich y que, por tanto deberían gustarme?
O, por ejemplo,
soy editor, jeje, soy un editor atemporal a quien le llegan cientos, cientos de manuscritos anónimos… ¿reconocería un carpentier, un sábato, un onetti entre todo el magma? ¿Me dejaría engañar (ay) por un almudenagrandes?

Por qué me gustan unos y otros no, por qué unos hacen que me escuezan los ojos, por qué otros no me raspan: no tengo ni la menor idea. Sí sé que lo normal es que encuentre muy pocos libros que me gusten, y por ese motivo cuando doy con una veta la estrangulo como un avaro: llego a Murakami y trato de que ningún murakami se me escape, sequé a Kundera hace mucho, persigo sin criterio a Baroja, hago sudar –ya saben- a Houllebecq. Pero no hay nada que me haga caminar con las manos últimamente. Qué lastima. Mentira: Claus y Lucas sí lo hizo, sí.
Tenía un amigo que decía cosas como “este verano me apetece leer novelas inglesas del XIX”, y cuando en septiembre le preguntabas qué tal había ido todo (pensando tú en las tardes extendidas y el amanecer prontísimo) él respondía “bien, bien, mejor que otras veces, mejor que cuando lo intenté con los rusos, desde luego”.
Qué enigma.

Leo.
Leo para gastar tiempo sintiendo que no lo pierdo. Sí.

También –sobre todo- porque escribo, y cuando escribo me gusta mancharme de cuanto leo, leer alguna cosa y que esa cosa se note en lo que escribo, yo lo note, al menos. En ese sentido leo como quien se muscula para luego lucirse en la playa, admito. Soy un falso.

Un falso.

Todo esto es secuela, probablemente, de El teorema de Almodóvar. En maldita hora llegó, en ese paquetito marrón, a mi casa.

martes, junio 03, 2008

Acabo de terminar El teorema de Almodóvar.
Estoy confuso.
Creo que toda la novelería que rodeó al libro me distrajo, aunque también a mí me sirviera de anzuelo (ya saben, todo eso de si el autor es realmente su autor, un tipo sin rostro -físicamente, quiero decir- que vive recluido, o quizá no, quizá sea un heterónimo de Vila Matas o incluso, pásmense, de Mendoza, todo eso dicen).

Qué extraño. El teorema de Almodóvar parece a veces una colección de frasesitas literarias, otras veces es un hilo continuo de clichés muy ensombrecidos por Houllebecq (mira quién fue a hablar, ¿se puede no estar ensombrecido por Houllebecq, escapar del influjo?).

Pero en cualquier caso llené los márgenes de exclamaciones y subrayados. Por ejemplo:

"Siempre existe un problema de posición espacial en la novela. Unas veces el narrador está dentro, otras al lado, otras en lo alto, dominando el argumento y al tanto de toda su reacción. La fastidiosa tercera persona, que perpetúa el juicio de Dios. La ventaja de la primera persona es que soy Dios y su negación, puesto que soy yo quien, desde arriba, escruta, observa, ve los mecanismos sutiles de mis amigos."

De mis personajes.
Primera o tercera persona según Antoni Casas Ros, precisamente cuando yo ando pensando y decidiendo cosas sobre este asunto.
Fernando Vallejo dice que la tercera persona siempre le pareció una impostura insoportable para el lector, un camelo similar al de manuscrito encontrado o la palabra revelada. No sé. También recordé lo que dijo no hace mucho Vicente Verdú en Reglas para la supervivencia de la novela: http://www.elpais.com/articulo/narrativa/Reglas/superviviencia/novela/elpepuculbab/20071117elpbabnar_13/Tes/

¿Es posible revivir al viejo narrador omnisciente? ¿Queda algo de oxígeno en los achacosos pulmones de ese sabelotodo?

Sí, estoy confuso: El teorema de Almodóvar.

domingo, junio 01, 2008

Yo sé que a veces esa cosa te persigue con uñas y lodo para poner en tu garganta un collar de dedos antipáticos. Otras veces, en cambio, no consigues verla durante muchos días, aunque sabes que te aguarda detrás de los muros de un solar o en el baño de un cine,
y piensas que no lograrás salir del círculo que ha trazado a tu alrededor, un círculo apretado donde sólo tú habitas, inerme y pequeña como niña asustada.

Como niña asustada.

Pero no.

No hay niña asustada allí, no hay círculo diabólico a tu alrededor, todos los círculos que ves son los surcos que dejan tus palabras (polen, magma, alveolo) cuando con ellas caminas a rastras.

La decapitarás.

Tomarás -pronto- su cabeza verde con tus dedos simpáticos y de un tajo la decapitarás.

Yo ya estoy puliendo la bandeja donde exhibiremos el trofeo.

Seguro.

jueves, mayo 29, 2008

Nada,
más allá de un viento feo. La marejada se quedó a vivir en Wavetoon.

Mis bocadillos se secan en el maletero, je.
Al cuerno con toda mi épica y las alas de mis tobillos y las huevadas que me invento.
Pero, ah, hoy sucedieron otras cosas extrañas, cosas que me pusieron sonrisa de idiota,
y no les cuento más para no convertirme en una copa de helado con sombrillita y bengala, pavoneándome sobre una mesa en una terraza de verano.




[no obstante: sombrillitas y bengalas, vengan a mí, hoy]

miércoles, mayo 28, 2008

Será mañana, entonces.
A las diez.
Conduciré hasta la lengua de piedra, cubierta por la pleamar.
Habrá suave poniente, periodo ancho, mar pequeño, coeficiente mediano.
Llevaré bocadillos y prismáticos.
Estaré allí con las manos en los bolsillos antes de que empiece. Desayunaré despacio, no tengo ninguna prisa, no se me va a escapar esta vez.
Es jueves, todos trabajan o fingen que trabajan.
La última serie de la temporada, blandengue y verde, me pertenece.
A mí.
Sin neopreno.
Sin rivales.


[el dibujo es de http://wavetoon.blogspot.com/, un sitio divertido de Brasil al que hay que ir]

domingo, mayo 25, 2008

Claus y Lucas - Agota Kristof

Algún país de Europa del Este. Hungría, tal vez. Poco antes del final de la Segunda Guerra. Claus y Lucas son dos niños extraños, sensibles, tenaces. Quieren sobrevivir, aprender todo lo preciso: ojos muy abiertos, uñas partidas, cosecha, leche de cabra, peces. Apenas piensan en otra cosa.

"En nuestra casa, en la ciudad, nuestra madre nos lavaba a menudo. [...] En casa de la abuela es imposible lavarse. No hay cuarto de baño, ni siquiera hay agua corriente. No hay jabón en la casa, ni dentrífico, ni producto alguno para la colada. [...] Cada vez estamos más sucios, nuestra ropa también. Cuando es posible vamos desnudos y no llevamos más que un calzoncillo y un pantalón. La planta de los pies se nos endurece, ya no notamos las espinas ni las piedras. [...] Ahora tenemos un olor mezcla de estiércol, pescado, hierba, setas, humo, leche, queso, barro, porquería, tierra, sudor, orina y moho.
Ahora olemos mal, como la abuela."

Una mañana, hacia el final del invierno, llaman a la puerta. Entra una mujer joven. Es la sirvienta de la rectoría.

"Caminamos detrás de ella hasta la rectoría. Vemos sus dos trenzas rubias danzar sobre su chal negro, unas trenzas espesas y largas. Le llegan a la cintura. Sus caderas se mueven bajo la falda roja. Se puede ver un trocito de pierna entre la falda y las botas. Las medias son negras y en la derecha se le ha corrido un punto."

"Llegamos a la rectoría. Nos hace entrar por la puerta trasera. Abre las maletas, pone a remojar nuestra ropa en agua fría y después enciende el fuego para calentar el agua en dos calderos grandes.

[...]

- Vamos, ¿quién empieza? No os dará vergüenza desnudaros delante de mí.

Nos desnudamos y nos metemos juntos en el baño. Hay espacio de sobra.

[...]

- Voy a cortaros las uñas. Y dejad de hacer aspavientos, no os voy a comer.

Nos corta las uñas de las manos y de los pies. Nos corta también el pelo. Nos besa en la cara y en el cuello, no deja de hablar.

- ¡Ah! ¡Estos piececitos tan bonitos, tan chiquititos y tan limpios! ¡Ah! ¡Estas orejitas encantadoras, este cuello tan suavecito, tan suavecito! ¡Ah! ¡Cómo me gustaría tener dos niños tan guapos, tan monos, sólo para mí!

Nos acaricia y nos besa todo el cuerpo. Nos hace cosquillas con la lengua en el cuello, debajo de los brazos, entre las nalgas. Se arrodilla delante del banco y nos chupa los sexos, que se hinchan y endurecen en su boca.

- Si tuviera dos niñitos tan guapísimos, les daría para beber lechecita rica, bien dulcecita.

Atrae nuestras cabezas hacia sus senos, que sobresalen del albornoz, y chupamos los bultitos rosados que se han puesto muy duros.

Cuando nos vamos, nos dice:

- Volved todos los sábados a bañaros. Traed vuestra ropa sucia. Quiero que estéis limpios.

Nosotros decimos:

- Te traeremos leña a cambio. Y peces, y setas, cuando haya."


Claus y Lucas, de Agota Kristof. Aleph, 2007. Son tres novelas cortas. Esta escena, partida y recosida, pertenece a la primera de ellas, El gran cuaderno . Recordé Euphoria leyéndola, por muchos motivos; todo el tiempo había imágenes de Euphoria en mi cabeza mientras leía. http://eng.euphoria-film.com/

jueves, mayo 22, 2008

Sputnik, mi amor [¡Murakami!]


Página 7, dice:

"A los veintidós años, en primavera, Sumire se enamoró por primera vez. Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo. Y, sin que su furia amainara un ápice, barrió el océano, arrasó sin misericordia las ruinas de Angkor Vat, calcinó con su fuego las selvas de la India repletas de manadas de desafortunados tigres y, convertido en tempestad de arena del desierto persa, sepultó alguna exótica ciudad amurallada. Fue un amor glorioso, monumental. La persona de quien Sumire se enamoró era diecisiete años mayor que ella, estaba casada. Y debo añadir que era una mujer. Aquí empezó todo y aquí acabó (casi) todo."

Y así comenzó el torbellino, el tornado, el monzón o lo que fuera, por encima de la gramática de un traductor traducido -me temo- y de algunos otros sumideros por los que a veces unos hilitos de Murakami se te escapan -qué lastima- pero también, luego:

"-Tengo la cabeza atiborrada de cosas que quiero escribir. Como un granero atestado de cualquier manera -me dijo Sumire-. Imágenes, escenas, retazos de palabras, figuras humanas... Están llenos de vida dentro demi cabeza, lanzando destellos cegadores. Y oigo cómo gritan: "¡Escribe!". Pienso que de ahí tendría que surgir una gran historia. Tengo la impresión de que van a conducirme a algún lugar nuevo. Pero, llegado el momento, cuando me siento frente a la mesa e intento traducirlos en palabras, me doy cuenta de que se pierde algo vital. El cuarzo no cristaliza, todo queda en pedruscos. Y yo no llego a ninguna parte.

Sumire hizo una mueca, recogió una piedrecilla y la arrojó al estanque.

- Quizá me falte algo. Algo imprescindible que debe de (sic) tener todo escritor."

Bien, ¿pero qué?, ¿qué? ¿QUÉ?

Tan delicado, tan fijo es el tiro intenso que te dirige que, a pesar de los kilómetros de literatura y referencias y mundos distintos que él habita y yo habito, (pobrecito lector); a pesar de eso, Murakami viene a ti con su qué sé yo del lenguaje suyo y envuelve tus dedos en el filo de las páginas de la feísima edición de TusquetsMaxi, que tiene nombre de cochecito de bebé, viene y te envuelve y piensas: qué tendré que ver con este tipo, qué meridiano cruza su mundo y el mío como para que suceda esta cosa tan rara conmigo y Murakami: leo, leo y él escribe para mí desde no sé dónde y yo en un rinconcito de Cádiz,

muy solo

sin la chica

de la foto

[que es de hace mil años y hoy será una vieja o tal vez un hueco en una hornacina]

y sin Sumire

ni Myû.

lunes, mayo 19, 2008

[y 3]


... ella pondrá un huevo grande y de marfil sobre una almohada,

y Onio o Tonio o Antonio
y Magui o Marga o Margarita
se pasarán las tardes mirándolo muy fijo,

y vendrá la noche suave de junio,
y justo esa noche en la que Onio y Magui ya no vigilan
se abrirá en la cima del huevo una grieta
honda como una uve,
y de la grieta saldrá una uña
a la que seguirá un dedo,
y del dedo una garra extendida cubierta de plumas y escamas,
escamas y plumas.


Onio dirá tiene fauces de niña linda.

Magui dirá tiene espolones de niño bueno.

De la mano los tres esperarán
sentaditos
en la parada del radial,
sentaditos sobre el banco de plástico.
[se hace tarde y no viene
no viene y se hace tarde]

De cuando en cuando soplará un viento feo
que llenará de hebras de mierda sus narices,
sus narices y sus ojos,
sus ojos y los alveolos vacíos de sus dentaduras,
sobre todo si atardece
y sopla del sur
y viene de las huertas.

El mundo de los demás seguirá lento e idiota su curso endeble.
Nadie sabrá que todo lo malo que ocurre
es culpa de ese viento vivo,
nadie,
caliente como sopa hervida,
nadie,
ese viento vivo
que sopla del sur constante,
del sur y de las huertas donde madura
la fruta y la mierda
la química y la mierda
la mierda y la avaricia.

martes, mayo 13, 2008

[2]

Era un viento antiguo, un viento que sólo se percibía sentado en ese banco de plástico de la parada del radial.
Quién duda que somos hojas en sus manos –la metáfora está tan cansada-, que el viento (que no es nada, que sólo suena si algo le resiste) ordena el flequillo y el pensamiento, dirigido, zumm, como misil al cromo de la biología.
El viento decía en verso a los pájaros de los humedales: debéis emigrar.
No hay metáfora en esto: los pájaros son pájaros, Magui siente que está preñada de pájaros, y que un día pondrá un huevo grande y de marfil sobre una almohada.

domingo, mayo 11, 2008

[1]

El chaval llevaba puesta una pelliza que parecía el abriguito con el que las mamás visten a sus hijos para el belén viviente del colegio. Un mechón rojo y espeso le cruzaba la frente como llama de superhéroe. Debajo, dos ojos oscurísimos como de maquillaje le abotonaban las mejillas. La boca, delgada como un sobre, recosía un mentón peinado a la raya. Era guapo el chaval, parecía dibujado con un rotring.
El chaval se llamaba Onio, o Tono o Antonio.

La chica sólo era huesos y barriga picuda dentro de un abrigo de pelo. El viento le tiraba los rizos a la cara con mala idea. Entre los rizos salía una nariz redonda y unas ojeras excavadas con espátula. Los dedos daban golpecitos en la barriga, gomosa y tensa como tambor de tribu. Tenía fiereza la chica, calzaba un par de botas rojas y brillantes hasta la rodilla, parecía una dama de cómic.
La chica se llamaba Magui o Marga o Margarita.

Se daban la mano, sentados en el banco de plástico.
Esperaban el autobús radial.
El viento soplaba de las huertas.

viernes, mayo 09, 2008

lo que yo no sé decir casi siempre lo dijo otro [antes]

Mientras en tu oficina respiras, bostezas, te abandonas o dictas en tu clase una lección
ante extraños alumnos que fijamente te contemplan, con sueño aún en la temprana hora;
mientras hablas, mientras gesticulas en el café,
o inmóvil te concentras en la meditación
de tu escritorio, o echado en el hondo diván
repasas lentamente recuerdos de tu vida;
mientras quieto te abismas en la visión de la llanura interminable,
o mientras escribes una lenta palabra y te recreas en su dulce sonido en su amorosa realidad,
caes, estás cayendo hacia atrás por una quebrada del monte,
estás rodando entre piedras y cardos por la abrupta pendiente
hacia un barranco en el que corre un río,
rápido como el viento un río corre,
estás herido en la boca, en las manos, el pecho,
sangras por un oído, te despeñas por el farallón
cabeza abajo,
con las piernas en abierto compás,
hacia el fondo, ya con los huesos rotos,
crispadas mano y boca, hacia el abismo, abajo,
súbitamente próximo,
escribes la palabra lentamente, te concentras, murmuras,
en el café discutes muy despacio sonríes, adelantas una noble razón,
aduces un adorno, un tejido, un recamado oro,
hablando en la tarima de tu clase diserta,
donde todos están cabeza abajo.

Carlos Bousoño
Las monedas contra la losa (1973)

martes, mayo 06, 2008

ya no soy un chaval

ayer estuve tres horas en el agua

hoy muy malito

duele pupa

lunes, mayo 05, 2008

Hoy: un metro tocado por el viento sur, bacheado como un camino de tierra pero abierto y rápido hasta la piedra que corta los pies.
Mayo: sé que esto termina, tal vez la última sesión de la temporada, se acaba. Pero ya los tiralíneas de Portugal hacen fila, aguardan bien formados y con agua de colonia detrás de las orejas.
Me asomo al final de junio y ya veo una casita en un valle, mi casita en el valle, célula reproductora: los libros, el amor pegajoso, el rompiente verde a diez minutos, el tiempo, el tiempo elástico, cenar de madrugada.

domingo, mayo 04, 2008



AUTOBIOGRAFÍA

Como el náufrago metódico que contase las olas que le bastan para morir;
y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores,
hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.

Luis Rosales
Rimas (1951)

miércoles, abril 30, 2008

Lo decía abajo: Uribe cuenta muy bien lo suyo en unaimagenymilpalabras.blogspot, a mí no me saldrá de ese modo, ni tampoco tuvo tanto carrete esto de meter las narices en el raro mundo (¿era así, entonces?) de la murga editorial.

Ah, pero: nada de desencantos me permito. Fueron tan amables conmigo, tantas veces me dijeron suavidades sobre Rosas, restos de alas, ¡habían leído el libro!, ¡lo tenían lleno de anotaciones, tarjetas de visita entre las páginas! Habían leído el libro (lo sé seguro porque vieron las agh-erratas-agh), eso me pasma todavía. Que sea verdad, y tan sencillo: escribes, se convierte en un libro (páginas cosidas no más, ya saben, pero) y alguien va y lee ese libro. No, no me acostumbro al sencillo proceso.



Extraño: ver sobre una mesa treinta, cuarenta, cincuenta ejemplares con el muslo y la rodilla fugaz y el codo que la atrapa. Y luego levantar la vista y ver algunos de esos muslos y codos y fugaces rodillas en la mano de los que vinieron.



Me preguntan y yo analiza que te analiza, soy un remero de esto, no puedo dejar de hacer lo único que sé delante -también- de lo mío.



Y luego, la risa: ir a un pueblo feo donde ni dios te conoce y no te espera nadie,


claro, Barcelona invadida de bebedores de cerveza, Madrid, los amigos, arroz mai-mai, C me regala un libro de playas de Portugal y cuadernos donde escribir palabras importantes, una exposición de Ellen Kooi [ http://www.ellenkooi.nl/Foto-borssele.htm ]



Palabras importantes, ja, ni que pudiera.
Todo muy lejos, hoy.
Hoy quiero estar aquí,
escribir mucho,
escribir
de veras

esta vez.