Nota caótica y remezclada:
Creo que ya lo he contado por aquí. Una vez al año, llegada más o menos esta fecha, leo en clase la
Oda a Walt Whitman de
Poeta en Nueva York, la porción de cualquier cosa más estremecedora que he leído jamás.
Ya sé que es muy superlativo eso, pero esta mañana he vuelto a leerlo delante de los bachilleres, y aún ando inflamado por ese verso, esa potencia:
"Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja..."
Pasan cosas raras en los pasillos últimamente. Suenan versos, los chicos se besan en las escaleras, algunos cantan cosas hermosas y se atreven a hacer cosas aún más hermosas. Y también pasa, y es curioso esto, que alguno decide agraviarme escribiendo mi nombre en una cartulina y poniendo al lado, con un rotulador grueso la palabra "rojo".
En serio. Ya sé que suena a serie de televisión, pero me ha pasado.
Rojo, resulta tan antigua, además, la palabra.
Además.
No sé quién era el vivificador de eso de que el adjetivo mata, pero juraría que hoy estaba en el aula cuando leíamos la Oda de Lorca.
Ha debido de retorcerse de estulticia en el bostezo de su primera hora de clase.
"... bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga."
Je.
Después hemos leído
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez... y he recordado que Lara introducía su libro con esos versos:
"Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,
el hocico del toro, la seta venenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las botellas."
Y luego he vuelto a casa, he malcomido alguna cosa, he encendido la radio y he escuchado
ESTONo os lo perdáis.