miércoles, diciembre 07, 2016

Sin ironías, creo que este texto de Rodríguez Marcos y dice más sobre la industria del libro que muchas conferencias, simposios y mierdas a las que he asistido o (ay) participado:

TIPO DE LETRA

Las fajas las carga el diablo

Todavía no sabemos cuál será el libro del año pero ya sabes cuál es la faja del año. Esta: “Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges”. La usó hace unas semanas la editorial madrileña Drácena para lanzar su reedición de Reencuentro de personajes, la novela de la mexicana Elena Garro, cuyo centenario se celebra el próximo domingo. Los editores han pedido perdón y retirado la malhadada tira de papel –en español de México: cintillo- después de que generase en Internet una ocurrente cascada de imitaciones en las que definía a Sartre como amante de Simone de Beauvoir, a Ted Hughes como esposo de Sylvia Plath o a Onetti como muso de Idea Vilariño.
Torpeza aparte, dos hechos llaman la atención en el caso. Uno: que alguien que escribió una obra maestra como Los recuerdos del porvenir (y unas Memorias de España 1937) necesite a estas alturas presentación en España. Dos: que hoy sea difícil encontrar un libro que no lleve faja. Lo que ayer era una excepción, hoy es la norma. Antes, cuando la palabra marketing se usaba todavía menos que la palabra mercadotecnia, los hoy omnipresentes paratextos funcionaban como certificado de buena conducta de un libro. Ahora resumen los antecedentes penales de su autor. Si es autora, su historial amoroso. La faja es para algunos un corpiño por otros medios.
Más orientadas al comprador que al lector, las fajas son lo último que se añade a un volumen y lo primero que se rompe en las bibliotecas públicas. Muchas funcionan como catálogo de exageraciones atribuidas a historias conmovedoras, desgarradoras, musculosas, luminosas, cautivadoras, fenómenos en Estados Unidos –sobre todo Estados Unidos- o futuros clásicos del siglo XXI. Casi todas querrían funcionar como profecías autocumplidas, tanto que alguna editorial ha llegado a lanzar una novela en enero anunciando que la firmaba el autor revelación del año. Las fajas, como los tuits de los concejales, las carga el diablo. Dado que se alimentan de frases sacadas de contexto -“¡Muy impresionante!”-, la mejor manera de ponerlas en su sitio es sacarlas de las páginas que promocionan y comprobar que son intercambiables. Como la mala literatura.
Javier Rodríguez Marcos


lunes, noviembre 21, 2016

martes, julio 05, 2016

Este sábado, 9 de julio, hablaré de escritores y mendigos en la universidad de Cádiz, en un curso de verano. Tal vez te apetezca, prometo no aburrir. Ni siquiera hace falta tomar apuntes, la entrada es libre. 



lunes, junio 27, 2016

"Es posible que también haya que desconfiar de la lateralidad, de los invisibles y los zombis que aspiran al trono. De la sombra y las conspiraciones. De lo mucho que vende la rebelión y de lo pronto que se apaga. De los que juegan a no decir y están diciendo; de los que se quejan de no ser escuchados y aprietan compulsivamente las teclas del sistema de megafonía; de los que sin creer que forman parte del discurso dominante, cada día, lo apuntalan. Me aplico el cuento."

Marta Sanz, No tan incendiario (Periférica, 2014).

lunes, mayo 23, 2016

lunes, abril 25, 2016

Lo que yo conté en Los libros repentinos lo encuentro hoy en este artículo: El barrio más pobre de España. 
Muy sorprendido por las coincidencias.
No conozco al redactor, si es de Sevilla o de fuera, pero supongo que se lo van a merendar porque a nadie le gusta que se hable de ciertas cosas en la ciudad, todo lo cubre la purpurina del turismo y la prosperidad mediana. Ya imagino los discursos que se irán formando, criminalizando la pobreza, diciendo que tienen lo que se merecen y que otros con peores circunstancias consiguieron salir adelante, etc.
También esas frases forman parte de la cultura del gueto.

martes, abril 12, 2016

lunes, abril 04, 2016


Literatura de no ficción.

lunes, enero 11, 2016

No escribir.
No escribir.
No escribir.
No hacerlo sin ganas, sin tiempo, sin pulso. Mejor no hacerlo, nadie lo pide, no es una exigencia.
Y dejar de lamentarte por lo contrario. Tu tiempo (el tuyo) es de los niños, de tu mujer y del mar, que acude cada tanto.