de humano tamaño,
mi sobrino duerme
dentro de su nuevo pijama
de Buzz-light-year.
Parece un combatiente exhausto,
rendido sobre el colchón anatómico
con el que mi hermana previene
nuestras hereditarias malformaciones.
Sólo tiene tres años
y ya ha visitado cien veces
las consultas de pediatras,
traumatólogos, urólogos,
neumonólogos y quiromantes.
En su brazo derecho
hay una ligera erupción cutánea,
producida por la última dosis
de las eficaces vacunas
que lo inmunizan contra mil amenazas.
Su carta astral dice
que morirá longevo,
que tendrá muchas amantes,
que formará una hermosa familia
y que los pequeños dormirán en sus camitas
como combatientes exhaustos.
Dentro de su pijama interestelar,
mi sobrino duerme apaciblemente,
rodeado de signos unívocos que afirman
su confianza en la bondad,
la justicia, el honor
y el amor heterosexual.
Los funcionarios del Estado
lo observan con optimismo.
Las granujas de las vecinas
añoran uno en sus brazos.
Pero cuando abro la puerta
de su dormitorio, tapizado
de ilustraciones infantiles,
y apoyo mi nariz
en los travesaños de madera
que lo protegen de caídas y desvelos,
cuando aparto la sábana
que cubre su almohadillado cuerpecito
y repaso con mis dedos
los dibujos de su nuevo pijama
sigo viendo en él
lo mismo
que contemplo en los que me siguen
cada mañana de camino al trabajo,
los rostros de los que yo persigo
cuando entro en una sala de cine
con la esperaza de sentarme
a ciegas
junto a una mujer hermosa;
lo mismo que veo
cuando contemplo
las mandíbulas batientes
de quienes bailan al amanecer
con cascabeles en los tobillos
y almendras bajo la lengua;
la misma segura y cálida
infelicidad,
el mismo desconcierto perdurable
y seguro,
la fragilidad, en fin,
de quien se sabe
una maldita semilla
involuntariamente arrojada
a un campo de mostaza.
que morirá longevo,
que tendrá muchas amantes,
que formará una hermosa familia
y que los pequeños dormirán en sus camitas
como combatientes exhaustos.
Dentro de su pijama interestelar,
mi sobrino duerme apaciblemente,
rodeado de signos unívocos que afirman
su confianza en la bondad,
la justicia, el honor
y el amor heterosexual.
Los funcionarios del Estado
lo observan con optimismo.
Las granujas de las vecinas
añoran uno en sus brazos.
Pero cuando abro la puerta
de su dormitorio, tapizado
de ilustraciones infantiles,
y apoyo mi nariz
en los travesaños de madera
que lo protegen de caídas y desvelos,
cuando aparto la sábana
que cubre su almohadillado cuerpecito
y repaso con mis dedos
los dibujos de su nuevo pijama
sigo viendo en él
lo mismo
que contemplo en los que me siguen
cada mañana de camino al trabajo,
los rostros de los que yo persigo
cuando entro en una sala de cine
con la esperaza de sentarme
a ciegas
junto a una mujer hermosa;
lo mismo que veo
cuando contemplo
las mandíbulas batientes
de quienes bailan al amanecer
con cascabeles en los tobillos
y almendras bajo la lengua;
la misma segura y cálida
infelicidad,
el mismo desconcierto perdurable
y seguro,
la fragilidad, en fin,
de quien se sabe
una maldita semilla
involuntariamente arrojada
a un campo de mostaza.
3 comentarios:
Cual bruja convocada para festejar al sobrino de Pablo, y algo horrorizada de los signos unívocos que rodean al nén, he de decirle - desearle - asegurarle 3 cosas:
le digo que su tío le hará conocer de verdad el mar, con lo que tendrá ya mucho adelantado
le deseo que sea lo que quiera, que es como decir que pueda lo que quiera
le aseguro, de entre todas las cualidades, la de resistente (en lo físico, pero también en lo moral).
Y dicho lo anterior, me voy rápida, no pierda el escobón de las 14:55.
Shakespeariano y narigudo te me pones. Ah, resistir. Pero los enemigos se multiplican en los bosques de Dunsinane.
mientras no se mueva, que no corra (se lo dices de mi parte)
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