Todo sucederá dentro de una habitación: paredes blancas, sábanas de lienzo. El lector piensa: es un sanatorio, pero no es un sanatorio, hay que ser implacable con el lector, a quién le importan sus consideraciones, fuego con él.
Dentro de una habitación: Logan, el personaje debería llamarse Logan.
Logan es un buen nombre, vocales abiertas y abierta la campa verde por la que Logan corre, corre, rueda (es un niño, ahora). Pero -lástima- sólo soy un escritor español (¡sólo!), y Logan no es verosímil en mi boca, por mucho que diga Logan-Logan-Logan no dejará de sonar a impostura.
A impostura… Um.
Andrés, Manuel, Javier…
No hay modo, no importa: todo debe suceder dentro de la habitación, ni un palmo fuera del umbral, ajá, y que le vayan dando a los lectores que buscan peripecias, nada de peripecias, naaaa. Impostura…
Del exterior. Las acciones vendrán del exterior. Ruidos. Neumáticos, pisadas, golpes en el tabique, monedas que caen en el piso de arriba y dan saltos como conejos heridos.
Oscilará la luz detrás de unos visillos que la mamá de Logan cosió en una máquina vieja a la que había que ponerle aceite con una perilla de plástico.
Al principio, luz malva.
Malva, qué estupidez, culpa de la palabra malva, es culpa de palabras como malva y otra porción de ellas que digo sonadas estupideces como detrás de la armadura de sus costillas. Palabras moleskine.
No, cuando arranca (capítulo UNO) no hay luces malvas. Son las diez de la mañana, Logan despierta de un sueño raro. Pongamos luz, pues, de diez de la mañana: sencillo. Diez de la mañana en una ciudad atlántica, sur de España, ¿es verano?, es verano.
Logan despierta. Capítulo UNO: confusión, pensamientos cruzados como un scrabble, doble tanto de palabra, cada palabra vale el doble. Al final del capítulo, Logan se debate en las sábanas y de rodillas pone la nariz en el cristal: detrás hay un planeta ajeno, Logan es Haley y su pensamiento lo atraviesa como un bólido, su estómago está vacío de desayuno pero lleno de planetoides azules y en cada uno renace una civilización de hombres diminutos, diminutos.
Capítulo DOS: recuerdos: una playa entre macizos de cañaverales, camino de barro rodeado de hortechuelas y prados de polvo donde se mueren al sol cuatro mulos cimarrones, luego la amplia playa desierta, son los años setenta, el motor del R4 se ahoga, el radiador hace pluf. Mientras papá y mamá le dan patadas al R4 y van a una venta y traen agua en una cantarita de helados, Logan y su hermana hacen el mono en la playa, como cachorros. Las garzas comemierdas los observan con curiosidad.
Capítulo TRES: Logan piensa en dios, en dioses, o en Dios. Piensa: Dios existe y habita inmenso y abigarrado dentro de sí, tan hecho nudos que no puede verse los pies ni la punta de la barba, y por eso decide hacerse explotar como un yihadista en pedazos pequeñitos y expandirse como la lluvia, como la lluvia. Logan es uno de esos pedazos. Logan piensa: Dios o dioses o dios quiere que permanezca muy quieto en esta habitación, quiere que explore dentro de Logan, quiere que vuelva un día a la barriga de dios y le explique qué se siente aquí metido. Por eso Logan es tan concienzudo en su trabajo y orina en el cajón de los calcetines. La puerta (lo comprueba) sigue bien cerrada.
Capítulo CUATRO: ruidos. Logan se distrae con los ruidos y las conversaciones que provienen de la habitación contigua. Logan inventa la vida de los propietarios de esas voces. Logan es un verdadero poeta.
Capítulo CINCO: pequeñas satisfacciones para el lector. En un impropio gesto de generosidad, el fluido gris se dirige hacia la causa, LA CAUSA. Dos hombres y dos mujeres, las vacaciones pasadas, el viaje a la costa, la amistad, las cenas largas, el vinho verde y la pérdida; luego un juicio, una sentencia, todo se vino abajo y Logan no es un buen arquitecto, lanzó un cable hacia algún asidero, en vano, y por eso, no es un buen arquitecto reconstructor.
Capítulo SEIS: Logan piensa: No estoy triste, triste no sirve, es pequeña palabra. Para Logan: cada palabra realiza, cada palabra es un planetoide azul.
Capítulo SIETE: espiral.
Capítulo OCHO: ruidos, Logan se asusta, Logan oye su nombre, Logan piensa que hablan de Logan detrás del tabique, el olor de la orina tal vez los haya alarmado. Imagina: dos agentes llaman a su puerta, ¿se encuentra bien, señor? No podría soportarlo, no podría. Pega la nariz en el cristal: en el planeta inmóvil hay luces naranjas.
Capítulo NUEVE: si se atreviera…
Capítulo DIEZ y FIN: no es eso lo quiero, no de este modo. Merece una vida, una vida completa como esos personajes de Kundera y Bowles, no puedo hacerle una cosa así, no lo merece, mi pequeño planetoide Logan, apenas creado, supernova. Palabras, palabras como ésta lo han jodido todo otra vez. Todo.
domingo, febrero 10, 2008
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1 comentario:
Qué mamón. Novela de dedal.
Nuevo mantra, P.: fuego con él.
(fuego con él fuego con él fuego con él fuego con él)
A mí me gusta Logan. No Javier. Logan.
(vuelvo a temblarrrrrrr ¿fuego con él? pero: con cuál de ellos????)
dale ahí. ahora quiero una novela uña.
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