jueves, mayo 29, 2008

Nada,
más allá de un viento feo. La marejada se quedó a vivir en Wavetoon.

Mis bocadillos se secan en el maletero, je.
Al cuerno con toda mi épica y las alas de mis tobillos y las huevadas que me invento.
Pero, ah, hoy sucedieron otras cosas extrañas, cosas que me pusieron sonrisa de idiota,
y no les cuento más para no convertirme en una copa de helado con sombrillita y bengala, pavoneándome sobre una mesa en una terraza de verano.




[no obstante: sombrillitas y bengalas, vengan a mí, hoy]

miércoles, mayo 28, 2008

Será mañana, entonces.
A las diez.
Conduciré hasta la lengua de piedra, cubierta por la pleamar.
Habrá suave poniente, periodo ancho, mar pequeño, coeficiente mediano.
Llevaré bocadillos y prismáticos.
Estaré allí con las manos en los bolsillos antes de que empiece. Desayunaré despacio, no tengo ninguna prisa, no se me va a escapar esta vez.
Es jueves, todos trabajan o fingen que trabajan.
La última serie de la temporada, blandengue y verde, me pertenece.
A mí.
Sin neopreno.
Sin rivales.


[el dibujo es de http://wavetoon.blogspot.com/, un sitio divertido de Brasil al que hay que ir]

domingo, mayo 25, 2008

Claus y Lucas - Agota Kristof

Algún país de Europa del Este. Hungría, tal vez. Poco antes del final de la Segunda Guerra. Claus y Lucas son dos niños extraños, sensibles, tenaces. Quieren sobrevivir, aprender todo lo preciso: ojos muy abiertos, uñas partidas, cosecha, leche de cabra, peces. Apenas piensan en otra cosa.

"En nuestra casa, en la ciudad, nuestra madre nos lavaba a menudo. [...] En casa de la abuela es imposible lavarse. No hay cuarto de baño, ni siquiera hay agua corriente. No hay jabón en la casa, ni dentrífico, ni producto alguno para la colada. [...] Cada vez estamos más sucios, nuestra ropa también. Cuando es posible vamos desnudos y no llevamos más que un calzoncillo y un pantalón. La planta de los pies se nos endurece, ya no notamos las espinas ni las piedras. [...] Ahora tenemos un olor mezcla de estiércol, pescado, hierba, setas, humo, leche, queso, barro, porquería, tierra, sudor, orina y moho.
Ahora olemos mal, como la abuela."

Una mañana, hacia el final del invierno, llaman a la puerta. Entra una mujer joven. Es la sirvienta de la rectoría.

"Caminamos detrás de ella hasta la rectoría. Vemos sus dos trenzas rubias danzar sobre su chal negro, unas trenzas espesas y largas. Le llegan a la cintura. Sus caderas se mueven bajo la falda roja. Se puede ver un trocito de pierna entre la falda y las botas. Las medias son negras y en la derecha se le ha corrido un punto."

"Llegamos a la rectoría. Nos hace entrar por la puerta trasera. Abre las maletas, pone a remojar nuestra ropa en agua fría y después enciende el fuego para calentar el agua en dos calderos grandes.

[...]

- Vamos, ¿quién empieza? No os dará vergüenza desnudaros delante de mí.

Nos desnudamos y nos metemos juntos en el baño. Hay espacio de sobra.

[...]

- Voy a cortaros las uñas. Y dejad de hacer aspavientos, no os voy a comer.

Nos corta las uñas de las manos y de los pies. Nos corta también el pelo. Nos besa en la cara y en el cuello, no deja de hablar.

- ¡Ah! ¡Estos piececitos tan bonitos, tan chiquititos y tan limpios! ¡Ah! ¡Estas orejitas encantadoras, este cuello tan suavecito, tan suavecito! ¡Ah! ¡Cómo me gustaría tener dos niños tan guapos, tan monos, sólo para mí!

Nos acaricia y nos besa todo el cuerpo. Nos hace cosquillas con la lengua en el cuello, debajo de los brazos, entre las nalgas. Se arrodilla delante del banco y nos chupa los sexos, que se hinchan y endurecen en su boca.

- Si tuviera dos niñitos tan guapísimos, les daría para beber lechecita rica, bien dulcecita.

Atrae nuestras cabezas hacia sus senos, que sobresalen del albornoz, y chupamos los bultitos rosados que se han puesto muy duros.

Cuando nos vamos, nos dice:

- Volved todos los sábados a bañaros. Traed vuestra ropa sucia. Quiero que estéis limpios.

Nosotros decimos:

- Te traeremos leña a cambio. Y peces, y setas, cuando haya."


Claus y Lucas, de Agota Kristof. Aleph, 2007. Son tres novelas cortas. Esta escena, partida y recosida, pertenece a la primera de ellas, El gran cuaderno . Recordé Euphoria leyéndola, por muchos motivos; todo el tiempo había imágenes de Euphoria en mi cabeza mientras leía. http://eng.euphoria-film.com/

jueves, mayo 22, 2008

Sputnik, mi amor [¡Murakami!]


Página 7, dice:

"A los veintidós años, en primavera, Sumire se enamoró por primera vez. Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo. Y, sin que su furia amainara un ápice, barrió el océano, arrasó sin misericordia las ruinas de Angkor Vat, calcinó con su fuego las selvas de la India repletas de manadas de desafortunados tigres y, convertido en tempestad de arena del desierto persa, sepultó alguna exótica ciudad amurallada. Fue un amor glorioso, monumental. La persona de quien Sumire se enamoró era diecisiete años mayor que ella, estaba casada. Y debo añadir que era una mujer. Aquí empezó todo y aquí acabó (casi) todo."

Y así comenzó el torbellino, el tornado, el monzón o lo que fuera, por encima de la gramática de un traductor traducido -me temo- y de algunos otros sumideros por los que a veces unos hilitos de Murakami se te escapan -qué lastima- pero también, luego:

"-Tengo la cabeza atiborrada de cosas que quiero escribir. Como un granero atestado de cualquier manera -me dijo Sumire-. Imágenes, escenas, retazos de palabras, figuras humanas... Están llenos de vida dentro demi cabeza, lanzando destellos cegadores. Y oigo cómo gritan: "¡Escribe!". Pienso que de ahí tendría que surgir una gran historia. Tengo la impresión de que van a conducirme a algún lugar nuevo. Pero, llegado el momento, cuando me siento frente a la mesa e intento traducirlos en palabras, me doy cuenta de que se pierde algo vital. El cuarzo no cristaliza, todo queda en pedruscos. Y yo no llego a ninguna parte.

Sumire hizo una mueca, recogió una piedrecilla y la arrojó al estanque.

- Quizá me falte algo. Algo imprescindible que debe de (sic) tener todo escritor."

Bien, ¿pero qué?, ¿qué? ¿QUÉ?

Tan delicado, tan fijo es el tiro intenso que te dirige que, a pesar de los kilómetros de literatura y referencias y mundos distintos que él habita y yo habito, (pobrecito lector); a pesar de eso, Murakami viene a ti con su qué sé yo del lenguaje suyo y envuelve tus dedos en el filo de las páginas de la feísima edición de TusquetsMaxi, que tiene nombre de cochecito de bebé, viene y te envuelve y piensas: qué tendré que ver con este tipo, qué meridiano cruza su mundo y el mío como para que suceda esta cosa tan rara conmigo y Murakami: leo, leo y él escribe para mí desde no sé dónde y yo en un rinconcito de Cádiz,

muy solo

sin la chica

de la foto

[que es de hace mil años y hoy será una vieja o tal vez un hueco en una hornacina]

y sin Sumire

ni Myû.

lunes, mayo 19, 2008

[y 3]


... ella pondrá un huevo grande y de marfil sobre una almohada,

y Onio o Tonio o Antonio
y Magui o Marga o Margarita
se pasarán las tardes mirándolo muy fijo,

y vendrá la noche suave de junio,
y justo esa noche en la que Onio y Magui ya no vigilan
se abrirá en la cima del huevo una grieta
honda como una uve,
y de la grieta saldrá una uña
a la que seguirá un dedo,
y del dedo una garra extendida cubierta de plumas y escamas,
escamas y plumas.


Onio dirá tiene fauces de niña linda.

Magui dirá tiene espolones de niño bueno.

De la mano los tres esperarán
sentaditos
en la parada del radial,
sentaditos sobre el banco de plástico.
[se hace tarde y no viene
no viene y se hace tarde]

De cuando en cuando soplará un viento feo
que llenará de hebras de mierda sus narices,
sus narices y sus ojos,
sus ojos y los alveolos vacíos de sus dentaduras,
sobre todo si atardece
y sopla del sur
y viene de las huertas.

El mundo de los demás seguirá lento e idiota su curso endeble.
Nadie sabrá que todo lo malo que ocurre
es culpa de ese viento vivo,
nadie,
caliente como sopa hervida,
nadie,
ese viento vivo
que sopla del sur constante,
del sur y de las huertas donde madura
la fruta y la mierda
la química y la mierda
la mierda y la avaricia.

martes, mayo 13, 2008

[2]

Era un viento antiguo, un viento que sólo se percibía sentado en ese banco de plástico de la parada del radial.
Quién duda que somos hojas en sus manos –la metáfora está tan cansada-, que el viento (que no es nada, que sólo suena si algo le resiste) ordena el flequillo y el pensamiento, dirigido, zumm, como misil al cromo de la biología.
El viento decía en verso a los pájaros de los humedales: debéis emigrar.
No hay metáfora en esto: los pájaros son pájaros, Magui siente que está preñada de pájaros, y que un día pondrá un huevo grande y de marfil sobre una almohada.

domingo, mayo 11, 2008

[1]

El chaval llevaba puesta una pelliza que parecía el abriguito con el que las mamás visten a sus hijos para el belén viviente del colegio. Un mechón rojo y espeso le cruzaba la frente como llama de superhéroe. Debajo, dos ojos oscurísimos como de maquillaje le abotonaban las mejillas. La boca, delgada como un sobre, recosía un mentón peinado a la raya. Era guapo el chaval, parecía dibujado con un rotring.
El chaval se llamaba Onio, o Tono o Antonio.

La chica sólo era huesos y barriga picuda dentro de un abrigo de pelo. El viento le tiraba los rizos a la cara con mala idea. Entre los rizos salía una nariz redonda y unas ojeras excavadas con espátula. Los dedos daban golpecitos en la barriga, gomosa y tensa como tambor de tribu. Tenía fiereza la chica, calzaba un par de botas rojas y brillantes hasta la rodilla, parecía una dama de cómic.
La chica se llamaba Magui o Marga o Margarita.

Se daban la mano, sentados en el banco de plástico.
Esperaban el autobús radial.
El viento soplaba de las huertas.

viernes, mayo 09, 2008

lo que yo no sé decir casi siempre lo dijo otro [antes]

Mientras en tu oficina respiras, bostezas, te abandonas o dictas en tu clase una lección
ante extraños alumnos que fijamente te contemplan, con sueño aún en la temprana hora;
mientras hablas, mientras gesticulas en el café,
o inmóvil te concentras en la meditación
de tu escritorio, o echado en el hondo diván
repasas lentamente recuerdos de tu vida;
mientras quieto te abismas en la visión de la llanura interminable,
o mientras escribes una lenta palabra y te recreas en su dulce sonido en su amorosa realidad,
caes, estás cayendo hacia atrás por una quebrada del monte,
estás rodando entre piedras y cardos por la abrupta pendiente
hacia un barranco en el que corre un río,
rápido como el viento un río corre,
estás herido en la boca, en las manos, el pecho,
sangras por un oído, te despeñas por el farallón
cabeza abajo,
con las piernas en abierto compás,
hacia el fondo, ya con los huesos rotos,
crispadas mano y boca, hacia el abismo, abajo,
súbitamente próximo,
escribes la palabra lentamente, te concentras, murmuras,
en el café discutes muy despacio sonríes, adelantas una noble razón,
aduces un adorno, un tejido, un recamado oro,
hablando en la tarima de tu clase diserta,
donde todos están cabeza abajo.

Carlos Bousoño
Las monedas contra la losa (1973)

martes, mayo 06, 2008

ya no soy un chaval

ayer estuve tres horas en el agua

hoy muy malito

duele pupa

lunes, mayo 05, 2008

Hoy: un metro tocado por el viento sur, bacheado como un camino de tierra pero abierto y rápido hasta la piedra que corta los pies.
Mayo: sé que esto termina, tal vez la última sesión de la temporada, se acaba. Pero ya los tiralíneas de Portugal hacen fila, aguardan bien formados y con agua de colonia detrás de las orejas.
Me asomo al final de junio y ya veo una casita en un valle, mi casita en el valle, célula reproductora: los libros, el amor pegajoso, el rompiente verde a diez minutos, el tiempo, el tiempo elástico, cenar de madrugada.

domingo, mayo 04, 2008



AUTOBIOGRAFÍA

Como el náufrago metódico que contase las olas que le bastan para morir;
y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores,
hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.

Luis Rosales
Rimas (1951)