Es frecuente aquí, nada que ver con el azul mágico de Portugal ni con el verde intenso de Marruecos, nada. Si entra un maretón potente, la arena del fondo se revuelve como polvos de colacao y la ola se enturbia con ese color tan feo.
Pero esta vez no era sólo el color, y tampoco había sido tan potente la marejada como para aquel precipitado.
Esta vez olía a mierda de veras, sabía a mierda de veras, era pura mierda el agua de Cortadura, con su ligero medio metro, ramplón y corto y aburrido.
Los caños de la Cortadura, me dije, ah claro: el rompiente quedaba justo delante de toda esa putrefacción que las tuberías de Cádiz sueltan al océano sin depurar. Directamente de su vientre a mi nariz.
No sé si es muy poético esto, pero es la primera vez que surfeo sobre las heces de media ciudad, sobre esa balsa diarreica de lodo y digestión atrasada. No, definitivamente no es nada poético.
Luego, en casa, después de sacarme el traje y rasparme bien, temí que no hubiera manera de arrancarme aquel olor a estómago podrido.
2 comentarios:
Esa experiencia ya me ha pasado dos veces con esta última. Cuando esto ocurre, lo único en lo que pienso es, en mierda eres y en mierda te convertiras (o era polvo?). En fin, no se lo cuentes a mucha gente!
qué mierda
es repetir, pero qué otra palabra
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