Olía mal.
La clase, el pasillo, todo olía raro, mal. Dije abrid esa ventana, pero hacía cuatro grados y una rociada nada poética en el cristal. Pero de dónde viene eso, dije. No sé, de algún sitio, ya hace un rato que huele así.
Luego entré en el departamento, ordené la mesa, subí la persiana, busqué en la maleta (llevo una maleta como las suyas, yo) y, detrás del cuaderno pintarrajeado y de los libros con los cantos comidos y de las fotocopias manchadas, detrás,
había un plátano podrido, macerado, implosionado, licuado y vuelto a exprimir, pringando las puntas de mis lápices y mi libro de Baroja y el edebé y la agenda donde guardo las fotos de los alumnos, también de ésa.
jueves, diciembre 18, 2008
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