viernes, marzo 27, 2009
lunes, marzo 23, 2009
Hoy a la primera di con él en youtube, y le vi la cara mano a mano.
sábado, marzo 21, 2009
Breve, simple, directo y sin revueltas. Así es.
[y qué foto]
"Kerouac odiaba a los hippies. Me lo dijo Caroline Cassady, a la que tuve la fortuna de conocer en Londres gracias a mi buen amigo y mejor escritor Barry Gifford. Caroline recordaba claramente los años pasados con Jack Kerouac y Neal Cassady cuando ella era el queso y el jamón del sándwich, y le gustaba hablar de ello con una sonrisa en los labios. Jack, contaba Caroline, era un escritor, no un vagabundo, y adoraba la elegancia de sus héroes del bebop: Charlie Parker, Coltrane, Gillespie, Max Roach... Odiaba tener la casa llena de melenudos, y en su cabeza se veía más cercano a Scott Fiztgerald que a todo ese cuento de la contracultura. Al parecer, y con frecuencia, Jack montaba en cólera por el lugar que la caprichosa trama cultural le había reservado. "¡Debería estar sentado en una academia y no en el salón de mi casa soportando la veneración de estos palurdos!", decía Caroline que gritaba Jack, harto de que unos seminformados pero bien uniformados jovencitos se bebieran sus cervezas. Odiaba que cualquiera se atreviese a llamarle Jack, él prefería señor Kerouac."
Ray Loriga
"Mi buen amigo y mejor escritor...", ese blasón me ha descompuesto todo lo que sigue, a pesar de tan interesante y bien escrito como parecía.
viernes, marzo 20, 2009
Sobre un armario, en una caja de cartón.
Igual que se esconden los regalos de navidad.
sábado, marzo 14, 2009
martes, marzo 10, 2009
Pero no más.
Blandiendo la serena antipatía en la que me entrené durante veinte años, volveré a ser un bicho para que se olviden de mí todas las cosas que me aturden.
Y después supongo que buscaré otra excusa para no mirarme de lleno en el vacío de mis asuntos.
viernes, marzo 06, 2009
Como guerreros de Siam humillados, estas mujeres espectrales moldeadas con el papel que envolvía nuestros bocadillos nos recibían de espaldas, hechas un ovillo, silenciosas.
La exposición se llamaba Unveiled. Una docena de artistas -la mayoría iraquíes, la mayoría mujeres y la mayoría menores de treinta- llenaba la amplitud y nos pasmaba a cada paso.
No se aprecia, supongo. Dos figuras sujetan las patas y la cabeza de un cordero. La tercera le corta el cuello. La sangre es apenas un charquito brillante.
Todo estaba tan cargado de ideas que de pronto la superficialidad, el vacío de las toneladas de arte que se almacenan habitualmente en los museos habituales nos pareció de una estupidez insoportable. Y el discurso del "ya nada hay que decir", sólo el gesto, sólo el objeto es importante y no lo que el objeto albergue (Beuys) resultó entonces una agravio, una grosería, un escupitajo directo para ese puñado de resistentes que sabe que basta poner un pie en la calle para comprender justo lo contrario, si
"hace falta estar ciego, /tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio, /cal viva, arena hierviendo, / para no ver la luz que salta en nuestros actos, /que ilumina por dentro nuestra lengua, / nuestra diaria palabra." [Alberti]
No creo que sea necesario vivir en un Bagdag bombardeado para darse cuenta de eso. O quizá sí, quizá ninguno de los rubios niños que juegan en Chelsea (esas madres que se recogen el pelo con sencillez pronto los matricularán en una escuela de arte para jovencitos donde les enseñarán a componer cualquier cosa, a expresar no importa qué, algunos se dedicarán al diseño, a la publicidad, al ARTE, pronto inaugurarán su primera exposición, etcétera) fuera capaz de descubrir una verdad tan justa. Igual que en Waltz with Bashir.