Hay muchos motivos que hacen que Willy Uribe me parezca un tipo fabuloso a pesar de no conocerlo de nada. Uno de ellos, y quizá es el más insignificante, es que de chaval yo veía sus fotos de Mundaka o Puerto Escondido sin tener ni más remota idea de quién era ese fotógrafo y sin mucho interés por leer el pie de foto porque los ojos se me iban al rizo y al azul, igual que pasa con la pornografía. Otro motivo es Nanga, sin duda. Y recientemente se acumulan las razones, porque después de quedar finalista de un premio literario cojunudo y de publicar en una de las Cuatro Grandes, Uribe va y lanza esto con toda su barba.
No quiero que engorde allá donde esté porque hasta el long más denso tiene un límite, pero me relamo leyendo esta entrada que transmite pura honestidad.
Y yo hago un pacto conmigo para contagiarme de su actitud, lo prometo.
Y también está, por otra parte, la capacidad de decir lo que a mí tanto me cuesta sintetizar porque enseguida me sale el brote anarquista y me dan ganas de dejarlo todo apestando a gasolina. Uribe, sin embargo, razona por los dos y sus hipérboles a mí me parecen dogma.
El bueno de Nán, al que me da vergüenza darle las gracias por leer a Lecu y Magui con ojos tan atentos y tan amables, lo decía en su hueco berlinesco de otra forma igual de certera.
Cuando la mierda está en pleno proceso de producción industrial y desde un lado y otro no se reparten más que hostias y engaños, es bueno encontrar dos asideros de honestidad donde sujetarse.
Honestidad. Tal vez la única ética que debería quedar en pie. Porque ser honesto no es lo mismo que ser bueno. A veces ser honesto es escupirle a alguien directamente en el cristal de sus gafas Rayban.
sábado, enero 08, 2011
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2 comentarios:
Prometo no engordar, amigo Pablo. Y gracias por mostrarme esos Ángeles sobre Berlín.
Un fuerte abrazo y ya nos pondremos las caras en algún momento.
Joé Pablo, tan acostumbrado estoy a ir por las callejitas que cuando alguien dice que me ha leído, me acojono. Vergonzoso como tú: gracias.
Y también por darme a conocer ese espacio de Wily Uribe. Ya sé que los hombres no debemos llorar, pero con tanta miserabilidad, con tanto darte cuenta de que si llegas lo primero que quieren es cortarte las piernas, me dieron ganas de ponerme a llorar yo solito delante del ordenador.
Ánimo a los dos. Algunos miles, que son mucho más que unos centenares, y muchísimo más que unas decenas, os leemos.
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