Del hombre gris, aburrido, paisajista, aplaudidor del caudillo, muerto, inactivo, nada, cuyas páginas me salto en el libro de texto de bachillerato, a quien desprecio y siempre dedico algún chiste sobre la pasmante alegría que refleja su rostro y lo divertidísimos que son sus panoramas impresionistas, por no hablar de sus burbujeantes obras de teatro:
"Absolutamente nada. Nada que se salga del carril cotidiano. La vida fluye incesable y uniforme; duermo, trabajo, discurro por Madrid, hojeo al azar un libro nuevo, escribo bien o mal -seguramente mal- con fervor o con desmayo. De rato en rato me tumbo en un diván y contemplo el cielo, añil y ceniza. ¿ Y por qué había de saltar de improviso el evento impensado? Trabajemos día tras día ¿Dónde está nuestro Leteo? En el afán diario. O acaso, a través de la obra hacemos ese dolor más delicado. ¡Cincuenta años escribiendo...! Desde los tres quinquenios con la pluma en la mano. Ímpetu, fervor, perseverancia, entusiasmo... Ha pasado mucho tiempo y los años cargan sobre mis hombros... Todo lo que asciende, desciende... Cuanto podemos ya esperar, habiendo visto correr tanto tiempo lo ciframos en la obra cumplida. "
El escritor
Azorín
Vaya.
Precisamente de este cafre tenía que llegarme el estímulo que ahora necesito para olvidar el tonto abatimiento y lanzarme al siguiente capítulo inconcluso.
Curioso.
domingo, febrero 13, 2011
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1 comentario:
El empuje aparece a veces en lugares insospechados...
Sonsoles
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