Ya saben,
sufro una feroz nostalgia, y ahora me viene el recuerdo ―pamplina de frase― de un tiempo en el que ser pacifista era ser algo, quiero decir que la palabra pacifista aparecía en los cuestionarios y casi se consideraba una opinión en sí misma. Era cuando la insumisión y los tribunales militares de uso predemocrático, cuando la objeción de conciencia se cumplía en Salvamento Marítimo, en Cruz Roja o en Protección Civil, cuando los sorteos de quintas y, especialmente, cuando los debates en la televisión sobre si la mili debía desaparecer o no, siempre había alguno que apuntaba el caso de Israel, donde el servicio dura tres años y van hasta las chicas, por lo menos allí hay chicas, bromea otro, y también se hablaba de novatadas y vejaciones ―mediática palabra exacta― a los reclutas, y se contaba el caso de aquel al que le ataron el escroto y al final de la cuerda pusieron un ladrillo que arrojaron por la ventana para que pensara que de cuajo le arrancaría los huevos, pero todo era una broma porque la cuerda era mayor que la distancia que había hasta el suelo, pura matemática que el recluta no adivinó cuando se lanzó y murió estrellándose contra el patio de los dormitorios, pero con los huevos intactos y una extraña lazada alrededor.
Ya saben,
ese tiempo que coincidió con la primera guerra de Irak maquinada por Bush senior. Había pegatinas que decían Mili KK y cómicas asociaciones juveniles como el MOC ―Movimiento de Objetores de Conciencia―, y pintadas donde aparecía un bebé defecando en un casco invertido. Se hablaba entonces de presupuestos militares, se calculaba que el gasto en armamento USA de un solo día serviría para alimentar a toda la población mundial durante un año. Se difundían los últimos terrores sobre el holocausto atómico, se decía desarme, ojivas nucleares, rusos en Afganistán, Marta Sánchez sobre la cubierta de una corbeta en el Golfo Pérsico sin enseñar ni siquiera una areola para que en los camarotes los muchachos se murieran de asco y un tanto de miedo, pero erectos como querría un Pérez Reverte de hoy ―el de entonces era de casco blanco y pegatina de PRESS sobreimpresionada―.
Como supongo que se entendía desde el principio,
este ejercicio de memoria no sólo tiene como objeto relamerse con el horrible paso del tiempo que tanto empequeñece, hay otro motivo. El motivo es la orfandad de la palabra pacifista y OTAN NO, BASES FUERA, Marcha a Rota,
Fuera de Rota,
fuera de Morón,
Fuera los yanquis del Estado Español,
Fuera de Chile,
fuera de Argentina,
Fuera los yanquis de América Latina,
en los institutos se proyectaba Cuando el viento sopla, Pink Floyd hacía sonar The Wall.
No sé cuántos países atacan Libia, que es un asco de lugar igual que tantos otros. La operación ―quirúrjico término― se llama Amanecer de la Odisea. Frivolidad: definitivamente, la entente de no sé cuántos países necesita un poeta en plantilla. No es novedad: además de los misiles y las muertes, a una guerra le siguen las menstruaciones orales, verbigracia, teatro de operaciones. Tote sabe de eso:
Recuerdo: la primera guerra del Golfo fue retransmitida por la CNN en verde y negro, el verde eran las balas trazadoras de los antiaéreos. La señal CNN se copiaba en bucle en todas las cadenas. No es que CNN contara nada que no debíamos saber, pero de las guerras que siguieron (ahora Libia) ya nunca supimos nada de NADA. En el segundo Irak volaron por los aires algunos periodistas (Couso) y su lugar fue sustituido por otro malabarismo verbal, empotrados. Los periodistas empotrados se convirtieron en los propagandistas-regaderas de Barras y Estrellas en La chaqueta metálica.
Algunas conclusiones, no demasiado elaboradas, sobre todo esto:
―La erección que esta mierda le causa a Sarkozy es tan visible como la de los marineros de la corbeta.
―ABC tituló “Zapatero, sí a la guerra”.
―No logro enterarme de nada, sospecho que nadie sabe nada ni por qué ni hasta cuándo.
―El material militar se aburre y enmohece en los silos y hangares.
―Pese a las nuevas distracciones (porno), los juegos de estrategia siguen resultando emocionantes, nada subyuga más a un jefe de sección que una infografía donde se silueteen los contornos de un F16.
―No hay remedio, todo hiede, Libia me importa tanto como a ti, lector, me conmuevo y abronco porque sé que debo hacerlo, por mi blando humanismo y también por Goytisolo:
En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar la libertad.
Ignoro dónde vive,
qué lengua habla,
de qué color tiene la piel,
cómo se llama,
pero en este mismo instante,
cuando tus ojos leen mi pequeño poema,
ese hombre existe,
grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar a los amigos.
¿Oyes? Un hombre solo
grita maniatado, existe en algún sitio.
¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo.
Ahora, en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.
lunes, abril 18, 2011
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