lunes, octubre 10, 2011


Leo el artículo de Benjamín Prado sobre el caso Fdez. Mallo contra Herederos de Borges. Muy documentado, muy exhaustivo en el recuento de ejemplos de usurpación y espejismos literarios, no conozco a la mayoría de nombres propios que colecciona detrás de la siguiente tesis: nada nuevo, siempre pasó.
Prado evita ¡viva Fdez. Mallo!, ¡abajo la Kodama! También evita una defensa vacía de la libertad de expresión y etcétera. Lo hace bien Prado, entiendo que pretende llegar al mismo sitio que todos nosotros, es decir: abominar de Kodama y apretar las filas junto a Mallo, porque eso es lo justo y lo debido, imprimamos camisetas que digan Agustín, estamos contigo.
Kodama nos irrita con su feminidad de Eva, igual que otras figuras ya lo hicieron: María Asunción Mateo, Yoko Ono, ejem Marina Castaño. Ellas representan la traición, el pecado original de arrebatarle al Genio (masculino, claro) su identidad. Prado no quiere pringarse de una crema demasiado sexista para la perfección moral de El País, así que nos distrae con analogías y trucos. Pero de fondo está la manzana.
Resulta obvio decir que Fdez. Mallo no vulnera ni ensucia la obra de Borges, convertida en canon por profesores universitarios, rebajada por nuevos escritores que se divierten diciendo “algo que todos piensan tan bueno es en realidad muy malo”.
Leí el Remake con interés y aplicación de buen estudiante, Mallo se atreve a tantas cosas. Prometo que lo leí con buena voluntad y casi sin ningún prejuicio (igual que fui a ver el Borges+Goya de Rodrigo García). Me pareció aburrido, sin gracia. En cierto sentido me pareció antiliterario -desarrollar esta idea me costaría mucho.
Pero mi pequeño juicio no tiene ninguna importancia.
Lo importante es el fraude de quien considera que el texto (cualquier texto, cualquier calidad y valor del texto) pertenece a su autor; quien no entiende que los derechos de propiedad son una estupidez.
Cada cosa que escribo se cuaja sobre otro texto, y aquél en otro anterior; la semiótica (palabra de los noventa) nos lo enseñó antes de internet y el hipervínculo.
Siguiendo la doctrina de los herederos, cada frase debería discutirse en un juzgado de primera instancia para discernir quién es el dueño del primer monema que pronuncio al despertar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡ qué gran favor le ha hecho la Kodama a Fdez.Mallo !
¡ y qué malo es este último escribiendo !

Pablo Gutiérrez dijo...

Hombre, a mí el Lab y la Experience me gustaron bastante, la verdad.
Tiene estilo F.Mallo, y eso es mucho.

NáN dijo...

No creo que sea cuestión de gustos o no, así que no diré lo que me parece Agustín F.M. como autor.

Acepto que los herederos cobren los derechos correspondientes. Que al día siguiente de la muerte de un autor, las Editoriales (escrito con E mayúscula) no se forren vendiendo los libros del muerto sin pagar derechos (estoy pensando en los hijos de un trabajador, cuya madre viuda cobra una pensión, y en los pobres hijitos pequeños que hasta entonces solo habían comido de los derechos de papá... escena del Infierno de Dante que mi cerebro rechaza).

Pero la familia de un autor, ¿qué cojones pinta en usar al querido/a esposo/a, p/madre, abuelo/a como una teta de vaca, si hasta ese momento no ha tenido ni puta idea de que la leche no salía de un tetrabrick?

Conozco cosas de los Lorca que ponen los pelos como escarpias. Y ahora la Kodama se permite ¡censurar! la obra de un autor por apropiación indebida.

Si nos ponemos así, lo mejor es quemar todo lo que se escribió después de los griegos y prohibir la escritura.

Me temo que sería la solución más justa.

Hasta ese momento, ¡viva Agustín!

Diva Calva dijo...

Yo confieso (¿me hago con el santo rosario?): No he leído a Fernández Mallo! Oh...