Acudo a la entrega del Biblioteca Breve de Seix Barral. Gana Javier Calvo. En la presentación Gimferrer habla de violadores, asesinos, silla eléctrica y transición española. Lúcido, además. A Bonald el micrófono le quema, Bonald es el mejor constructor del idioma que nos queda; los libros de Bonald, catedrales. Calvo cuenta bien lo suyo, habla de terroristas y mentiras oficiales, apetece. Después, un salón de bodas con arcos de catedral, en las bóvedas deberían grafitear versos de Bonald para entretenernos, un párrafo de Ágata ojo de gato, el primero de Toda la noche oyeron. Falta la novia, la buscan, se habrá fugado con el chico de la cafetería, en el baño se besan como adolescentes mientras los demás, como avestruces, levantamos mucho la barbilla para rastrear al resto de invitados. Nadie me conoce a mí, yo comienzo a conocer a algunos. Me siento en una mesa con periodistas. Regresión. No les cae bien Javier Calvo, pero guardan respeto, todos saben que la novia no saldrá del baño pero no dicen nada. Yo escucho, ellos hablan. Son curiosos, opinan, dicen ERE muchas veces, están muertos de miedo. Qué leer cierra, Público cierra, Ser te dice -15%, El País ídem, a El Cultural le extirpan un pulmón. Calendario de publicaciones, próximo Cervantes a Bonald o muerte, muchas veces las palabras honestidad y coherencia; en el fondo hay discurso moral, el relativismo sirve para la prosperidad, le va bien a los buenos tiempos; pero cuando arrecia se recupera la ética como un escudo, cada cual trata de protegerse y formar un nido. Se desprecia el cinismo. El cinismo dejó de ser divertido después de 2008. El de Olmos, el de Houellebecq, dejó de serlo, la cosa es demasiado seria y de esparto como para engalanarse con cinismo. En el segundo plato Houellebecq queda proclamado notario mayor de la postmodernidad, qué tío, qué olfato. Me pregunto (pero no lo digo) de qué postmodernidad hablan. En la calle Borregueros, adonde da la trasera de mi casa, ninguna de las impresiones de H tiene sentido. Es como Flaubert frente a Dickens. O a Balzac. El olfato con el que Flaubert observaba la realidad siempre estaba contaminado de perfume. Balzac huele a patatas guisadas. Dickens a óxido. H huele al sudor del sexo en grupo, que es un sudor tan distinto porque está contaminado del gel lubricante y del plástico de los dilatadores.
En clase toca Simbolismo y Crisis de Fin de Siglo. Me cuesta hacerles entender cualquier cosa del XIX. Crisis suena a XXI. Debería vestirme con chalina para que entraran en ese mundo. O fumar opio; no, eso les parecería también muy XXI. Las criaturas XXI son tan distintas de nosotros, los que siempre seremos XX. Pongo un fragmento de Vidas al límite. Es una mala película que arruina un buen tema, Rimbaud y Verlaine. DiCaprio es Rimbaud, ejem. Hace todas las cosas de Rimbaud: dispara, se bate en duelo, se emborracha, penetra a Verlaine. Es el folk de Rimbaud. Pero luego, en un instante apenas, le hacen decir a DiCaprio una de esas frases que sirven para cortar la secuencia y ponerla de promo, algo así como “sólo importa escribir, el resto es mierda, publicar y hablar de literatura: mierda; escribir sólo.” No es exactamente así, pero algo parecido.
Si proyectaran esa secuencia en el salón de bodas, todos se sonrojarían ante tanta ingenuidad, habría mil teorías, todos se reirían, todos se burlarían. A mí, siendo tan ingenuo como soy, me parece sublime. Porque muy XX, creo. De cuando los cuadernos. Y no consigo quitarme eso.
En clase toca Simbolismo y Crisis de Fin de Siglo. Me cuesta hacerles entender cualquier cosa del XIX. Crisis suena a XXI. Debería vestirme con chalina para que entraran en ese mundo. O fumar opio; no, eso les parecería también muy XXI. Las criaturas XXI son tan distintas de nosotros, los que siempre seremos XX. Pongo un fragmento de Vidas al límite. Es una mala película que arruina un buen tema, Rimbaud y Verlaine. DiCaprio es Rimbaud, ejem. Hace todas las cosas de Rimbaud: dispara, se bate en duelo, se emborracha, penetra a Verlaine. Es el folk de Rimbaud. Pero luego, en un instante apenas, le hacen decir a DiCaprio una de esas frases que sirven para cortar la secuencia y ponerla de promo, algo así como “sólo importa escribir, el resto es mierda, publicar y hablar de literatura: mierda; escribir sólo.” No es exactamente así, pero algo parecido.
Si proyectaran esa secuencia en el salón de bodas, todos se sonrojarían ante tanta ingenuidad, habría mil teorías, todos se reirían, todos se burlarían. A mí, siendo tan ingenuo como soy, me parece sublime. Porque muy XX, creo. De cuando los cuadernos. Y no consigo quitarme eso.
4 comentarios:
¡Uff!
Una de Bonald, por favor. Solo una y me la leo esta semana.
Gracias.
oh. catedrales.
*
Ágata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gatoÁgata ojo de gato
¡¡Gracias, Pablo!!
Publicar un comentario