domingo, agosto 30, 2015



Golpeado por lo que ocurre en las nuevas alambradas de Europa, leo este texto de Peio H. Riaño, y recuerdo los libros de Chaves Nogales y Los surcos del azar, de Paco Roca, y también esta historia que conocí hace poco (pero cómo pude no saber nada si pasé veinte años de mi vida a menos de una milla náutica de ese lugar donde el paludismo se comía los ojos de los refugiados), y Peio tiene razón, nosotros somos ellos, en un autobús hacia la frontera o a pie a través del paso de Pirineos o en un camión donde no entra el oxígeno y donde a puñados se muere porque ni siquiera hay otro lugar donde morir, y ocurre.

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