lunes, julio 28, 2008


LEJOS durante unos días.

Todo en su sitio, la casa es una montaña de botes y camisetas y sobres.

So long!

viernes, julio 25, 2008

Mareas de Santiago.


No está la playa detrás de mi ventana, esta foto no sirve, no sé si sopla fuerte o si apretó un poco el mar blandísimo y caliente del verano. Pero recuerdo, sí, las mareas de Santiago de cuando era pequeño. La playa a la que mis padres me llevaban estaba enmoquetada de almejas.
Trillones de almejas partidas, almejas completas, almejas rarísimas y groseras, almejas hermosas para hacer colgantes y otras vulgares y secas; había catálogos completos de almejas que te pinchaban los pies como si fueran púas o lija o arrecife y alguna vez se quedaban dentro y había que extraerlas con pinzas como si fueran astillas.
¿Cómo fueron a parar allí? ¿Desde dónde, desde cuándo? ¿Y sus habitantes? ¿Y la civilización de moluscos que las habitaba? ¿En qué lugar, en qué fondo, con qué proteína crearon esas formaciones? El gran cementerio, el gran campamento de esqueletos.
Si tomabas un puñado de arena y lo observabas de cerca veías que esa arena áspera y oscura también estaba formada por fragmentos, esquirlas diminutas de almejas, de otras almejas subterráneas destruidas, amalgamadas por las de la superficie. Qué gigantesca destrucción que yo no comprendía, que no comprendo.
Mareas de Santiago. El mar se ponía bravísimo en esa playa-cementerio. Las olas eran enormes y yo muy pequeño, y mis hermanos y yo jugábamos a lanzarnos a lo bruto contra ellas, que sin consideración nos amolaban sobre las almejas partidas y puntiagudas, y volvíamos a casa cuando se hacía de noche como si fuéramos indios a los que un caballo arrastró por el desierto pedregoso, y cenábamos rápido y jugábamos luego en la terraza y caímos rendidos en la cama, exhaustos, con ronchas y arañazos, felices.

jueves, julio 17, 2008

Ayer.
Fuimos a un lugar de aquí.
A beber y mordisquear debajo de una parra. Un patio antiguo, el aire nocturno, la serenidad, etcétera.
Y en medio de eso, irrupción de todos mis prejuicios.
Entraron dos: él tendría cincuenta y muchos, ella poco más de veinte, él era español y ella dominicana, ella no dejaba de hacerle mimos, él estallaba de grasa y dinero dentro de su camisa.
En realidad, él ni siquiera presumía, ella ni siquiera se exhibía. Lo que faltaba lo completábamos yo y mis prejuicios.
Y claro que cada cual traga las babas que quiere, y claro que cada cual compra el juguete que le apetece comprar. Lo feo, lo muy feo de todo este asunto es que descubro que yo, que pensaba desprovisto de verdadera moral, soy un moralista de escuela vieja -o una vieja de escuela moralista.
Vaya.

viernes, julio 04, 2008


La fábrica de turquesas aún producía esto ayer (clic encima y se hace gigante).
Mirad el pliegue, la doblez, la blancura, el cristal líquido y frío, la manchita que forman los seres humanos, lejos.

Hoy ya no sé si sigue, yo no estoy allí pero casi permanezco allí.
De veras, no me muevo.

A mi alrededor, sin embargo, las cosas no hicieron más que moverse mientras yo no estuve. Cosas muy feas que se conducen solas y nadie puede hacer que se detengan, que entiendan la pausa y la serenidad de este verano con ideas pero sin pensamientos graves, sabiendo que nada es crucial, que todo fluye;

y un cuerno, al carajo mi repetido mantra y tanta magia casi hindú, al diablo:
claro que hay cosas cruciales: crucial y encrucijada y cruce de caminos y cruzada y crucifijo tachado.
Porque: hacia dónde tanta máquina de huesos, esta cochambre, ¿fábrica de turquesas y zafiros?, hacia dónde.
Niet.
Y luego el pliegue, la blancura, la doblez de la idea líquida:
es el alivio, la distracción del pánico.
Aunque la noche.

miércoles, julio 02, 2008

Zavial, la pleamar de esta mañana.


Techumbres muy longueras.


Pero tan cerca, auch, de las rocas.


De vuelta de la primera escala. Quemado, molido, exhausto: feliz.

Verano largo y blanco, de niño pequeño.