lunes, diciembre 26, 2011

Las ciudades donde viviste son piel de serpiente mudada y fría, cáscara crujiente, las calles recién pavimentadas y las nuevas glorietas te dicen a gritos no vuelvas la mirada hacia el espejo
de entonces,
lugar común preguntarse qué fue de aquel pasado de portales y bancos de hierro,
lugar común nostalgia y menos de veinte.

jueves, diciembre 22, 2011

Cuando Lehman cayó, el Nuevo Ministro de Economía todavía estaba allí.

Luego vinieron los dinosaurios y nos devoraron, pero sólo un 10% con prorrateo de pagas y complementos.

lunes, diciembre 19, 2011

No hay rostros ni voces, no hay ningún rasgo que permita decir es mi especie, yo soy así también, las viseras y el monocromo gris de los uniformes y el asfalto transmiten la serenidad del distanciamiento, se estorban como muchachos en una bronca de recreo, buscan el hueco para poder participar.
Pero ocurre que en el minuto 0:22 los golpes contra ese bulto caído se convierten en tirones y en perfecto plano aparece el color azul de un sujetador.
Entonces, la humanidad.
Entonces resulta que el fardo era una chica (¿sobrevivió?, ¿tenía hijos, hermanos, la atrapó el tumulto allí accidentalmente o, combativa, lanzó piedras contra los soldados?).
Un poema futurista diría belleza azul en el manglar de bastones y botas, sublimando el hallazgo, la interrupción.



Pero no hay sitio para el poema futurista: era una chica, basta.
Hablar de derechos humanos con tono afectado y lamentarse de la barbarie ya suena cursi, institucional e interesado. Por eso mejor, otra vez, Goytisolo redundante:

"En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad. Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel,cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio. ¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?"

miércoles, diciembre 14, 2011

No debería escribir sobre esto, pero va, incontenible: el ego, la vanidad y lo demás se inflaron con la llegada internet, todo el mundo teclea su nombre en el buscador de google o incluso se suscribe a google alerts o rastrea manualmente las páginas del buscador con la esperanza de encontrar alguna referencia acerca de cualquier cosa que haga, cultivar berros, surfear, escribir un libro.
Maldición, yo también.
No pertenezco a la generación que se amamantó con esto, la red apareció cuando ya terminaba la facultad y cuando nuestros cuadros mentales ya estaban, por tanto, casi definitivamente cerrados, lo mejor del PC era la impresora aún.
Pero también estoy aquí, claro, y también busco ese reflejo.
Exhibición.
Los muchachos que ahora comienzan a escribir, a diferencia de nosotros, enseñan inmediatamente cualquier frase que apuntan en su cuaderno, no sienten pudor ni por su cuerpo ni por sus emociones, todo exterior como el reclamo de un piso en venta.
Nosotros, para nuestro mal, nos lo tragábamos y dudábamos y sudábamos.
La herramienta provocó esa transformación.
También en mí.
Aunque sigo escribiendo en el cuaderno como un avaro y pongo el codo para que nadie mire y lo guardo y lo escondo al terminar, también el exhibicionismo me venció.
Prueba, este blog.
Me gustaría ser más comedido, oriental, piel roja hierático, pero no lo consigo, en cualquier reunión siempre me parece que hablo de más y vuelvo a casa pensando qué idiota, son mis demonios.
Por eso a veces también busco qué se dice de Magui, de Lecu, de Ensimismada… y de mí.
Soy un tipo con suerte, la gente es amable y la mayoría de las cosas que encuentro son felices. No todas, claro, y disfruto lo mismo de lo contrario, hasta de la reseña de Babelia.
Hoy encontré una referencia de uno de los relatos incluidos en Ensimismada…, “Gigantomaquia” el único que proviene de un sitio distinto, en concreto de la revista Granta.
Uauh, Granta, qué tema, ¿eh? La de hostias que se llevaron muchos a cuenta (podría decir muchísimas aburrideces sobre eso). La referencia es brevísima, una cabronada menor en Patrulla de Salvación, página que recomiendo a quien no la conozca y con la que tanto me he reído disfrutando del despellejamiento ajeno, que es lo que gusta.
A mí sólo me han dado de refilón, y por suerte mi vanidad es tan chiquita (pretendo, procuro) que no se me movió el flequillo por ningún juicio literario.
Pero.
Pero resulta que el juicio no fue literario.
Ah, Margaret, lee bien esto porque aquí brota toda mi cólera: sí a que no te valga el cuento, a que no te guste nada de lo que yo pudiera escribir, pero me rebelo ante “sin entender de qué va este deporte”.
Punto
Y
Aparte.
Mira, señorita de las piernas largas: juego desde los doce, he pasado mucho más tiempo en una cancha que delante de un escritorio, lanzando triples más que delante de ningún libro, así que no jodas. Cadetes, júniors, liga universitaria, veteranos (ay), dos partidos semanales aún, media decente de veinte puntos y defensor corajudo. Me tragué todas las finals fours de los noventa, ¿te recito alineaciones?, no jodas, Margaret, que el cuento sea una mierda no te lo discuto, pero lo del baloncesto…. Como escritor puedo ser un pegapalabras, pero no me toques la cámara de aire de las botas, nenita. Cuándo, en qué cancha nos vemos para el duelo. Lástima, con lo sexy que me resultaba tu mala hostia literaria e indiscriminada. Venga, hablemos de lo que tú no sabes:



Como la espiral de ego no tiene fin, lo mismo esto aparece también en tu búsqueda de google. Si es así, besos, y espero con ansia tus próximos descuartizamientos, como siempre, muy lector tuyo,

Pablo

(ah, qué vídeo el de Tote, toda esta entrada sólo para tener una excusa y pegarlo)

viernes, diciembre 09, 2011


Leo las Cartas de Egipto (Gadir, 2011) que Flaubert dirigió a algunos blancos (sobre todo a su mami) mientras divisaba negros, marrones, grullas y cocodrilos desde la hamaca del barco en el que remontó el río hasta llegar a Nubia.
Muy colonial y muy francés, Flaubert se demora diciendo qué pintoresco es todo y, de vez en cuando, disparando con su rifle a las cigüeñas, pájaros tan alimenticios.
Que si la flor del loto, que si los marineros tan salvajes, que si cómo es posible que este país esté tan atrasado aún. A veces cita a Voltaire, burlándose. En un arrebato silvestre, confiesa que hace días que no viste traje ni pantalón, se pasea en calzones la mayor parte del tiempo, vagando sobre la cubierta del bote y con poquísimas ganas de escribir. Cuando toman tierra, se van de putas, pero él asegura que sólo de visita y apenas para excitarse un poquito con sus silbidos, ven acá, guapo, y luego nada de nada porque todo le parece demasiado hermoso como para estropearlo con la ingle. En una ocasión incluso llega a dormir junto a una odalisca inmensa de pechos como cabezas de gorila, pero no le tocó -lo jura- ni un pelo de la ropa. Mami Flaubert, te echo tanto de menos.
Yo y mis anacronías pensamos: no habrá siglos de revueltas ni flujos migratorios ni aranceles suficientes para revertir el estrago de los imperios coloniales.
Y también: qué vidurria la de los escritores antiguos, los escritores de verdad que tenían casa-palacio y ayudante de cámara, rentas suficientes para desaparecer del mundo durante un par de años, pereza de escribir pero venga, voy a hacerlo, que no se diga, todo el viento del Nilo soplando a su favor.

martes, diciembre 06, 2011

Soy un sentimental: sonrío cuando llega a mi buzón uno de esos sobres tamaño cuartilla, dentro un libro. Ocurre poco, ojalá los libros llegarán así todos los días, tantos que no pudiera leerlos ni escribir acuses, me pregunto si el libro electrónico también acabará con esos obsequios, si serán archivos adjuntos en un correo y una nota breve de autopromo como las que yo escribo sobre mí, fastidiando con newsletters artesanales a los incautos de mi lista de correo.
Ahora recibo el Planto de Gilgames de David J. Calzado, y aunque sé que su autor no los escribió en ese sentido, los versos me suenan a carga de Rohirrim y cuerda Dark Metal,

Qué frágil la ciudad inexpugnable, / sus entrañas de piedra; / verdecerán los templos en el valle, / cubrirá con su manto la espesura / el vestigio del hombre / que aquí fue. […] Súbditos de Uruk: Enkidu ha muerto. / Lamentad vuestro fin inexorable.

Igual acaricio la cubierta de dos libros de Gadir, como una piel conocida que fuera a abrirse de nuevo, el dedo sobre la pantalla táctil para desabrochar un corchete, Melville y Flaubert son marca de ropa interior, casa estrecha como un túnel, una ventana, luz, ¿es viernes?, ¿ya domingo?, tienes que aprender a hacer café para que tus invitados piensen en otra cosa distinta de qué habrá debajo tu toalla. Los libros de papel dicen esas cosas, seguro que hubo artesanos de la Edad del Bronce que se morían de nostalgia al oír hablar de sílex y cantos rodados, soy un antiguo.

sábado, diciembre 03, 2011

Me equivoqué de congregación, había algunas tan, tan divertidas. La confusión de entonces te llevaba a escuchar esto en casete y, después, ir a los oficios del jueves.






Al ver el vídeo he comprobado que, después de quince (¿veinte años?) aún me sé la letra de memoria, sonaba tantas veces en la radio del coche de mi hermano. Podría decir rencor pero no es eso. Podría decir cuentas pendientes pero no es para tanto. En cierto sentido aquello estuvo bien para tener algo a la contra. Y hoy, en clase, cuando tengo que leer en voz alta San Manuel Bueno, mártir para preparar a los bachilleres, todo me resulta tan sencillo, conozco muy bien la doctrina y la indescriptible crueldad que contienen las bienaventuranzas: "Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados. Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos."


Es decir, mansos y sometidos: ni os mováis, cabrones.