sábado, febrero 16, 2008

La gripe y el eteeerno temporal de levante me han sacado de la playa, para dos semanas va, qué ansia. Como refugio, esta secuencia.
Las olas son pequeñas. La imagen está quemada. No aparece un gran surfista ni una playa con cocoteros. No es surf de veras. Pero es tan hermoso. Glass, en la jerga, significa mar en calma, sin rizos, de cristal.


viernes, febrero 15, 2008

Clea tiene una amiga cuyo padre era telegrafista en un barco de altura, tic-tic-toc, nos contó. Pasaba meses de derrota, como en un mundo antiguo, con un gabán y una visera de vitriolo, pidiendo turno en los puertos y saludando, tic-toc-tic, a los mercantes que se cruzaban en su ruta, vivía en otra centuria. Hace quince años los satélites lo dejaron sin trabajo, ¿de qué sirven las viseras de vitriolo?, save our souls, repitió la máquina hacia el vacío.
Ayer llamé a mi hermano para preguntar por mi sobrino. Me contó que está hecho un diablo, enamoriscando a las cuidadoras de la guardería y metiendo las manitas en todos los trapos, no puede estarse quieto. Pero también me dijo que de pronto todo pende de un hilo, que en la empresa le han dicho que ahora les toca a ellos, porque hace no sé cuánto empezaron un proceso de externalización de servicios, de seis mil trabajadores pasaron a mil, y ahora van a por su departamento, en qué hucha gigante meterán todo lo que se ahorran. Externalización.
El hilo se estira. Tengo otra hermana que trabaja en una inmobiliaria. Desde enero no han vendido ni un cáncamo. Cuando la cosa se deslizaba como el aceite les daban palmaditas y cestas de navidad, benditas sean las hipotecas. Pero ahora que cambió el ciclo del dinero todos se miran con saña en la oficina, quién será el próximo.
Hay palabras que tienen la maldad dentro. Externalización: outsourcing. Liberalismo. Desaceleración. Inmobiliaria.
Sobre esto deberían escribir los poetas y los novelistas y los dramaturgos. Y los niños en las escuelas.

domingo, febrero 10, 2008

Novela de bolsillo [2]

Todo sucederá dentro de una habitación: paredes blancas, sábanas de lienzo. El lector piensa: es un sanatorio, pero no es un sanatorio, hay que ser implacable con el lector, a quién le importan sus consideraciones, fuego con él.
Dentro de una habitación: Logan, el personaje debería llamarse Logan.
Logan es un buen nombre, vocales abiertas y abierta la campa verde por la que Logan corre, corre, rueda (es un niño, ahora). Pero -lástima- sólo soy un escritor español (¡sólo!), y Logan no es verosímil en mi boca, por mucho que diga Logan-Logan-Logan no dejará de sonar a impostura.
A impostura… Um.
Andrés, Manuel, Javier…
No hay modo, no importa: todo debe suceder dentro de la habitación, ni un palmo fuera del umbral, ajá, y que le vayan dando a los lectores que buscan peripecias, nada de peripecias, naaaa. Impostura…
Del exterior. Las acciones vendrán del exterior. Ruidos. Neumáticos, pisadas, golpes en el tabique, monedas que caen en el piso de arriba y dan saltos como conejos heridos.
Oscilará la luz detrás de unos visillos que la mamá de Logan cosió en una máquina vieja a la que había que ponerle aceite con una perilla de plástico.
Al principio, luz malva.
Malva, qué estupidez, culpa de la palabra malva, es culpa de palabras como malva y otra porción de ellas que digo sonadas estupideces como detrás de la armadura de sus costillas. Palabras moleskine.
No, cuando arranca (capítulo UNO) no hay luces malvas. Son las diez de la mañana, Logan despierta de un sueño raro. Pongamos luz, pues, de diez de la mañana: sencillo. Diez de la mañana en una ciudad atlántica, sur de España, ¿es verano?, es verano.
Logan despierta. Capítulo UNO: confusión, pensamientos cruzados como un scrabble, doble tanto de palabra, cada palabra vale el doble. Al final del capítulo, Logan se debate en las sábanas y de rodillas pone la nariz en el cristal: detrás hay un planeta ajeno, Logan es Haley y su pensamiento lo atraviesa como un bólido, su estómago está vacío de desayuno pero lleno de planetoides azules y en cada uno renace una civilización de hombres diminutos, diminutos.
Capítulo DOS: recuerdos: una playa entre macizos de cañaverales, camino de barro rodeado de hortechuelas y prados de polvo donde se mueren al sol cuatro mulos cimarrones, luego la amplia playa desierta, son los años setenta, el motor del R4 se ahoga, el radiador hace pluf. Mientras papá y mamá le dan patadas al R4 y van a una venta y traen agua en una cantarita de helados, Logan y su hermana hacen el mono en la playa, como cachorros. Las garzas comemierdas los observan con curiosidad.
Capítulo TRES: Logan piensa en dios, en dioses, o en Dios. Piensa: Dios existe y habita inmenso y abigarrado dentro de sí, tan hecho nudos que no puede verse los pies ni la punta de la barba, y por eso decide hacerse explotar como un yihadista en pedazos pequeñitos y expandirse como la lluvia, como la lluvia. Logan es uno de esos pedazos. Logan piensa: Dios o dioses o dios quiere que permanezca muy quieto en esta habitación, quiere que explore dentro de Logan, quiere que vuelva un día a la barriga de dios y le explique qué se siente aquí metido. Por eso Logan es tan concienzudo en su trabajo y orina en el cajón de los calcetines. La puerta (lo comprueba) sigue bien cerrada.
Capítulo CUATRO: ruidos. Logan se distrae con los ruidos y las conversaciones que provienen de la habitación contigua. Logan inventa la vida de los propietarios de esas voces. Logan es un verdadero poeta.
Capítulo CINCO: pequeñas satisfacciones para el lector. En un impropio gesto de generosidad, el fluido gris se dirige hacia la causa, LA CAUSA. Dos hombres y dos mujeres, las vacaciones pasadas, el viaje a la costa, la amistad, las cenas largas, el vinho verde y la pérdida; luego un juicio, una sentencia, todo se vino abajo y Logan no es un buen arquitecto, lanzó un cable hacia algún asidero, en vano, y por eso, no es un buen arquitecto reconstructor.
Capítulo SEIS: Logan piensa: No estoy triste, triste no sirve, es pequeña palabra. Para Logan: cada palabra realiza, cada palabra es un planetoide azul.
Capítulo SIETE: espiral.
Capítulo OCHO: ruidos, Logan se asusta, Logan oye su nombre, Logan piensa que hablan de Logan detrás del tabique, el olor de la orina tal vez los haya alarmado. Imagina: dos agentes llaman a su puerta, ¿se encuentra bien, señor? No podría soportarlo, no podría. Pega la nariz en el cristal: en el planeta inmóvil hay luces naranjas.
Capítulo NUEVE: si se atreviera…
Capítulo DIEZ y FIN: no es eso lo quiero, no de este modo. Merece una vida, una vida completa como esos personajes de Kundera y Bowles, no puedo hacerle una cosa así, no lo merece, mi pequeño planetoide Logan, apenas creado, supernova. Palabras, palabras como ésta lo han jodido todo otra vez. Todo.

viernes, febrero 08, 2008

"En un álbum el portero encontró un retrato que le llamó al atención. Era de un hombre de edad indefinible, calvo aunque no del todo, porque tenía un tupé como una llama que le saliera de la frente. La cara de este hombre mal barbado, de nariz torcida y de ojos profundos y pequeños, era extraña de veras: tan pronto parecía sonreír como estar mirando con tristeza.
En el margen del retrato se leían estas líneas escritas con tinta roja:

SYLVESTRIS PARADOXUS
DEL
Orden de los primates

- Primates; ¿qué orden será ésta? -se preguntó el portero-. ¿Qué clase de frailes serían los primates?

El señor Ramón siguió leyendo:

CARACTERES ANTROPOLÓGICOS

Pelo, rojizo.
Barba, ídem.
Ojos, castaños.
Pulsaciones, 82.
Respiraciones, 18 por minuto.
Talla, 1,51.
Braquicefalia manifiesta.
Ángulo facial, goniómetro de Broca, 80,02.
Individuo esencialmente paradoxal.

¡Branquicefalia manifiesta! ¡Goniómetro de Broca! Un misterioso y tremendo sentido debían de tener estas palabras. ¿Quién sería ese hombre calvo y extraño del retrato? ¿El nuevo inquilino quizá?

El señor Ramón quedó, según su decir, completamente sumergido en el caos. Bajó las escaleras absorto, preocupado, en actitud pensativa. De vez en cuando, como las encrespadas y furibundas olas que baten con empuje vigoroso las peñas de la bravía costa, chocaban en su cerebro estas preguntas turbadoras de tan noble espíritu: ¿De quién era aquella cabeza? ¿De quién era aquella inscripción?
¡Oh terribles misterios de la vida!"

Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox
Pío Baroja

jueves, febrero 07, 2008




"... luego, dejar el empleo sin vacilar, decir adiós, mudarse a una cabaña en cualquier parte, trabajar día y noche durante seis meses, e iluminar el cielo con el triunfo final. El triunfo final se solía llamar La Novela."



Tom Wolfe
El nuevo periodismo













miércoles, febrero 06, 2008

Ajá. Tantas cosas. Ordeno:

Enero fue una cama elástica en el mar, moldeado como si cayeran piedras enormes que hicieran arcos breves y lentos hasta la orilla. Rompió a diario, a veces con norte y espray, algunos días daban miedo tan grandes, y otros eran tiernas como cachorros, se dejaban acariciar el lomo.



Vivo.

Primavera pronta, ¿saben?, me tuesto. Tan rico salir y no temblar cuando el sol se pone azul y morado, naranja, derramándose sobre la piedra en la bajamar.

Durante todas esas semanas no pensé, no hice, los pequeños de 3º me hicieron jugar a la literatura como a un scrabble. Y jugué algunas partidas, eso es todo.

Pero luego, como en vigilia rara, uno de esos días en los que empapo las losas del aparcamiento de los alemanes (huele a salchichas, cenan a las seis, pienso: quiero ser alemán-yum-odiar aún más a mi país-comprar una caravana mágica-irme a México), uno de esos días –digo- suena una llamada en el barullo de la toalla y los vaqueros. Es un desconocido. Me dice, tan gentil: te leí, tengo aquí los folios, quedarían tan bonitos en BlowUp.

Yo que no lo creo. Pero luego sí creo, es cosa de la fe, somos tan religiosos los andaluces.

BlowUp, tan religiosos.

Después: avión y el almuerzo más largo y divertido. Un poco de miedo luego. Ya no.

Fe-liz. Aunque pasen nubes de vez en cuando.

Ya volví, vendré de cuando en cuando. No sé si le hablo sólo a 0101010101. No importa. Hoy también zumbó el mar, un metrito. Ajá.