jueves, octubre 23, 2008

Leo otra vez El árbol de la ciencia con los bachilleres.

Desde hace cuatro años, los primeros frentes del otoño se amontonan sobre nuestras cabezas mientras yo persigo a Andrés Hurtado por su miserable y asquerosa vida.
Andrés Hurtado en la azotea de Iturrioz.
Iturrioz regando un ficus y glosando, divertido, las palabras de su sobrino.
Andrés observando sin deseo a las jovencitas que juegan en un patio.
Una tapia y unos macizos de flores las separan del jardín de un monasterio donde unos frailes caminan, cultivan y piensan.
Andrés también piensa. Piensa en esos frailes, en la reclusión sin producto. Piensa en esas niñas, asumiendo sus yugos sobre los delgados cuellecitos de las blusas planchadas.
Andrés no lo sabe, pero quisiera ser Tyler Durden en El club de la lucha.


“-¿Es que no habrá plan ninguno para vivir con cierto decoro?- preguntó Andrés.
- El que lo tiene es porque ha inventado uno para su uso. Yo hoy creo que todo lo natural, que todo lo espontáneo es malo; que sólo lo artificial, lo creado por el hombre, es bueno. Si pudiera viviría en un club de Londres, no iría nunca al campo sino a un parque, bebería agua filtrada y respiraría aire esterilizado.”

Desencanto; no, tachad esa palabra. Desencanto significaría que una vez lo hubo.

“… no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo o la acción limitándose a un círculo pequeño. Es decir, que se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una regla general es absurdo.”

Al salir del trabajo veo las nubes alineadas sobre el mar, como una flota.

jueves, octubre 16, 2008

hoy
todas las cosas que me distraen se han puesto en fila y de uniforme y llevan recibos en la mano y me sacuden y no van a dejarme en paz hasta que yo no decida mandarlas de veras al cuerno y convertirme en eremita y cultivar tomates y criar gallinas y prescindir de casi todo
como por ejemplo
el papel higiénico la espuma de afeitar y la sintaxis

lunes, octubre 13, 2008


"—y no como a la noche ese roquedo,
al girar del planeta ensombrecido—"
A. Machado

martes, octubre 07, 2008


Pronto, tal vez pasado mañana.
Mar de invierno, al fin.
(muerte al bronceador, a la sombrilla, a las patatas fritas)

miércoles, octubre 01, 2008

Fui a surfear a Cortadura. La borrasca que se encajó en el estrechó levantó una pequeña marejada en Cádiz. Después de la lluvia y de las multitudes del verano, la playa estaba comida de mierda: agua terrosa, arena rajada de espuma seca y amarilla, dispersión de latas de conserva, mondas de naranja, papel de aluminio, aparejos, mierda difusa y abundante.
Es frecuente aquí, nada que ver con el azul mágico de Portugal ni con el verde intenso de Marruecos, nada. Si entra un maretón potente, la arena del fondo se revuelve como polvos de colacao y la ola se enturbia con ese color tan feo.
Pero esta vez no era sólo el color, y tampoco había sido tan potente la marejada como para aquel precipitado.
Esta vez olía a mierda de veras, sabía a mierda de veras, era pura mierda el agua de Cortadura, con su ligero medio metro, ramplón y corto y aburrido.
Los caños de la Cortadura, me dije, ah claro: el rompiente quedaba justo delante de toda esa putrefacción que las tuberías de Cádiz sueltan al océano sin depurar. Directamente de su vientre a mi nariz.
No sé si es muy poético esto, pero es la primera vez que surfeo sobre las heces de media ciudad, sobre esa balsa diarreica de lodo y digestión atrasada. No, definitivamente no es nada poético.
Luego, en casa, después de sacarme el traje y rasparme bien, temí que no hubiera manera de arrancarme aquel olor a estómago podrido.