domingo, agosto 31, 2008

Infame turba de nocturnas aves

Comencé a leer Los girasoles ciegos hace mucho. No suelo dejar libros a medias, será lo que me queda de escolar obediente (me quedan otras muchas cosas de obediente escolar, me temo); pero ocurrió que me di de bruces con “congelado en un instante” (p.13), “absorbidos por el silencio” (p.14), “dédalo de trincheras” (p.17), y reconozco que mi resistencia a los lugares comunes es muy pequeña. Sin llegar a la 20, lo dejé bien guardadito en su estante. No en vano, el adjetivo mata.

Ayer estrenaban la versión que José Luis Cuerda ha rodado a partir de uno de los cuatro relatos que forman el libro. Sorprendentemente, también la estrenaban aquí, en este páramo en el que Kung Fu Panda es cine de autor. ¡Hacía tanto que no íbamos al cine! ¡Apetecía tanto refugiarse del levante en la mullidita butaca! Y me dije, um, antes de ver la peli démosle un segundo bocado a esos girasoles.

Soy otro, descubro. No ha debido de pasar más de un año desde el primer intento, y soy otro. Lo he leído sin anotar nada, sin arrugar la nariz, sin importarme cosa distinta que la dureza, la realidad, la cabreante realidad que Alberto Méndez clavó en estos cuatro relatos.

Me ablando. Méndez escribe de puta madre después de todo, Méndez escribe bien, muy bien, y construye bien y da bien donde quiere dar, aunque repita mucho “achicoria” y “carbunco” porque en todo relato guerracivilesco deben aparecer cosas como achicoria, carbunco, vicetiple, gasógeno y medias de cristal.

Ayer también supe que Garzón pasea su flequillo plateado por la selva colombiana buscando fosas comunes en nombre de la justicia universal. Las fosas de aquí no deben ser tan lindas como las colombianas, porque, por ejemplo, el agujero en el que acanallaron al maestro republicano Dióscoro Galindo sigue sin abrirse. Y sin buscarse, ya que los herederos de uno de sus compañeros de bala se niegan. Los herederos se apellidan Lorca y Lorca es mucho más bonito que Galindo, igual que ocurre con las fosas colombianas.


Hoy fuimos a ver la película, blandita película, con recitado de Machado incluido; blandita como yo. Hoy también he sabido que no hay razón para una piedra deje de decir Franco, Caudillo y Libertador de España pero sí la hay para que no diga Asesinados por pensar lo que no se debía cuando no se debía http://www.publico.es/146976/ceuta/retirara/simbolos/franquistas/considerarlos/historia/parte/patrimonio
Y con todo esto, entre ayer y hoy, ando con un cabreo que no me tengo en pie.

Ah, y me he acordado mucho de El vano ayer, de Isaac Rosa, una novela que lamento haber leído porque ya no puedo leerla por primera vez.

miércoles, agosto 27, 2008


Es verdad lo que decían los teóricos. La literatura es un compuesto, no son palabras singulares sino palabras muy viejas que apoyan su bastón sobre otras palabras jóvenes para seguir camino hacia algún sitio. El problema (uno de ellos) es descubrir cuál es ese sitio, y luego preguntarse si ese sitio tiene verdadera importancia, no vaya a ser que llegues y te lo encuentres atestado de turistas, el suelo embarrado y lleno de mondas de naranjas, sin aparcamiento, abrasadora planicie con tiendas de campaña.

Últimamente ando muy sensible acerca de eso, de lo importante y lo que no, porque pienso que lo que escribo -en lo que me enfango- no tiene nada de importante. Me atasco y busco. Y me pasa que cuando escribo, por ejemplo, sobre árboles siempre encuentro una porción de textos que hablan sobre árboles (aunque yo nunca escribo sobre árboles, pero qué bonito sería decir voy a escribir sobre un árbol, sin más), y pienso ¡pero si sobre árboles ya todo está dicho!

No, no debo seguir por ahí. Debo en cambio renunciar a decir cosas importantes.

Y comenzar a decir cosas pequeñas. Pequeñas cosas.
Porque sabes que hubo esto:

"Ivan Ilich vio que se moría y su desesperación era continua. [...] El silogismo aprendido en la Lógica de Kiezewetter («Cayo es un ser humano, los seres humanos son mortales, por consiguiente Cayo es mortal») le había parecido legítimo únicamente con relación a Cayo, pero de ninguna manera con relación a sí mismo. Que Cayo -ser humano en abstracto- fuese mortal le parecía enteramente justo; pero él no era Cayo, ni era un hombre abstracto, sino un hombre concreto, una criatura distinta de todas las demás: él había sido el pequeño Vanya para su papá y su mamá, para Mitya y Volodya, para sus juguetes, para el cochero y la niñera, y más tarde para Katenka, con todas las alegrías y tristezas y todos los entusiasmos de la infancia, la adolescencia y la juventud. ¿Acaso Cayo sabía algo del olor de la pelota de cuero de rayas que tanto gustaba a Vanya? ¿Acaso Cayo besaba de esa manera la mano de su madre? ¿Acaso el frufrú del vestido de seda de ella le sonaba a Cayo de ese modo? [...]
Cayo era efectivamente mortal y era justo que muriese, pero «en mi caso -se decía-, en el caso de Vanya, de Ivan Ilich, con todas mis ideas y emociones, la cosa es bien distinta. y no es posible que tenga que morirme. Eso sería demasiado horrible».

La muerte de Ivan Ilich
Tolstoi



Y esto:

"Se quedarán mis cosas sin mí desconcertadas.
Seguirá mi tristeza paseando
por rincones de sombra.
En mi amada ventana del sillón y la mesa
seguirán los ocasos cayendo como siempre,
y el chopo del jardín, crecido ante mis ojos,
morirá y volverá como cuando yo estaba.
En penumbra, mis versos hablarán en voz baja.
Se secarán mis libros poco a poco,
oliendo a fruta vieja.
Diminutas reliquias de mi vida
-una flor en un libro, un verso en alguien-
seguirán, como piedras disparadas,
conservando mi fuerza en este mundo
cuando yo me haya ido...
Y os quedaréis vosotras, muchachas..."
JM Valverde
... los versos que siguen son demasiado tristes para un día tan caluroso. Un día tan aplastado y caluroso, en el que me encuentro muy perdido, pero no del modo que quiero.

martes, agosto 19, 2008

Les filles de 1973

Tomaos un tiempo, si lo tenéis y os apetece, para leer este poema de Vicent Delerm, tan divertido y suave, y aun así tan triste, tan triste y tan tozudo y directo a mí como ha venido esta tarde. Lo podéis escuchar en el disco Kensington Square, un rimero delicado y que se entiende fácil incluso si, como yo, os quedasteis en el Nouvelles Sans Frontières. Besos, treinta de ellos.


"Celles qui ont vu trois fois Rain Man. Celles qui ont pleuré Balavoine.
Celles qui faisaient des exposés
sur l'Apartheid et sur le Che.
Celles qui ont envoyé du riz
en Ethiopie, en Somalie.
Celles qui disaient "tu comprends pas".

Les filles de 1973 ont trente ans.

Celles qui mettaient des Bandanas
et des t-shirts Best Montana.
Celles qui ont porté les baskets
Reebok de Rosanna Arquette.
Celles qui fabriquaient des bracelets
brésiliens pendant l'heure d'anglais.
Celles qui disaient "Eric Serra"

Les filles de 1973 ont trente ans.

Celles qui pratiquaient des suçons
dans le cou de Thierry Caron.
Celles qui fusillaient au Blanco
les tables du Lycée Carnot.
Celles qui disaient "Madame, c'est vrai,
on n'a rien compris au sujet"
Celles qui s'appelaient
Estelle Gallois,
Katia Boucage,
Sandrine Leprince,
Fabienne Lesage,
Marianne Artance,
Elise Dufard,
Myriam Blanchevin."


Vincent Delerm
Kensington Square

viernes, agosto 15, 2008

De vuelta, con pelusa en la nariz .


El mar, que allí tiene dientes, seguirá comiéndose acantilados a mordiscos.