viernes, mayo 29, 2015


-->
Voy anotando en el margen del cuaderno algunas de las cosas que me ocurrieron en torno al repentinismo de estos libros, ahora que la trituradora de la mesa de novedades los hizo pedazos, y ya no existen casi, salvo en la estantería de ciertas islas de lectores-náufragos. Cosas curiosas como, por ejemplo,

1) que una reseña partidaria describa a la protagonista como “una vieja ninfómana”; ninfómana es el cultismo que sustituye a puta, sustantivo que desde el origen de los tiempos se utiliza como adjetivo matón para trazar un círculo de tiza alrededor de las mujeres que se atreven a. De una novela se realizan tantas lecturas como lectores haya, la novela también es ejem una democracia, pero una lectura que diga “vieja ninfómana” no puede ser más opuesta a la intención del ejem autor que la compuso, porque Reme es una mujer castrada, infibulada, y el cuento de Los libros repentinos es el relato de su castración. Ninfómana, ninfa, maniática, histérica, puta.

2) que a una presentación en el sótano de una biblioteca municipal sólo acuden seis personas, y entre risas me dicen que tuve suerte, que el año pasado vino el último premio Anagrama y no hubo nadie. Nadie, cero, el autor con su libro debajo del brazo. En otras presentaciones todo es distinto y yo hablo mucho, demasiado como siempre ocurre, y la gente escucha y luego pregunta, y todo parece correcto pero yo comienzo a pensar si esto sirve de algo, si no resulta que yo finjo que escribo y otros fingen que leen.

3) que me preguntan mil veces que por qué la novela es tan desesperanzadora, y yo me resisto igual que cuando me afean los finales de mis novelas, y digo que no es cierto, que Reme vive una hermosa redención durante su peripecia, que Los libros repentinos es una comedia, una comedia igual que lo era Democracia, que yo no sé escribir en serio porque no participo del pacto de la ficción, y por eso se me ven los cables y el trasfondo del escenario como en Dogville, y en las últimas páginas siempre la emprendo a martillazos con la cuarta pared, porque mi vocación era el teatro, yo sigo escribiendo obras de teatro que en el catálogo de las editoriales se imprimen como novelas, novelas desesperanzadoras, y yo digo que no es cierto.

4) que me preguntaron por próximas novelas y mi carrera literaria y yo respondí que pensaba que ya había escrito más páginas de las que me quedaban por escribir, queriendo decir que la literatura no es mi profesión y que yo pasaba por aquí escribiendo como un diablo, sí, con el alma puesta en esto, sí, pero saboreando el glorioso poema de Gil de Biedma, De vita beata, y ocurre que cuando lo digo suena a chulería y me ponen caras extrañas, como si fuera un petulante, también caras de conmiseración, e incluso hay quien me anima a seguir escribiendo, como si fuera una flaqueza del corredor de fondo, y esa metáfora deportiva de la carrera literaria me hace rabiar, aprieto los dientes, pienso en los niños, en la playa y en las cosas nobles y sin proceso de destilería que se alejan de la literatura.



5) que me preguntan con fiereza que por qué lo social y por qué lo ideológico, incluso aquí abajo en un comentario inquieren eso, ya me llegó el dardo con Democracia, me dijeron tú que escribes tan bonito cómo te metes con un asunto tan feo como la economía y crisis, ya son ganas de echarlo todo a perder, me dijeron, y además es oportunista, me dijeron muchas veces, y ahora con Los libros repentinos más o menos lo mismo, que por qué el barrio y el lumpen, que si soy un ingenuo que aún creo en el compromiso literario, en el intelectual engagée, y yo respondo a zarpazos diciendo que no existe la literatura no-social como no existen novelas automatizadas ni robotizadas, que cualquier novela sostiene un discurso de conformismo o de resistencia social, todas las novelas prefiguran una lista de enemigos, yo hablé de los kikos en Nada es crucial, en las últimas veinte páginas el texto se cruza con una entrevista a Kiko Argüello, el Sr. Alto y Locuaz, y ahora hablo del folk cristiano y cofrade, de la impostura, de la nueva evangelización que comenzó en el 39 y aún perdura en Andalucía, una evangelización que se desarrolla en dos frentes, el de las escuelas concertadas y el de las fiestas, procesiones y romerías, y Los libros repentinos va de esa miseria y de otras muchas cosas que también son ideología, o al menos son ideas, y sin la carga ideológica mis novelas serían nada, no dirían nada, sólo gramática y tropo, y no es eso, no, no se trata de eso, no puede serlo, la literatura contemplativa no me sirve, no me mueve de la silla, el mejor poema de Alberto Caeiro es aquel en el que deja de hablar del luar y del arroyo y cuenta que 

"En un medio día de fin de primavera
tuve un sueño como una fotografía.
Vi a Jesucristo descender a la tierra.
Vino por la ladera de un monte
hecho niño de nuevo
a correr y a revolcarse por la hierba
y a arrancar flores para tirarlas luego
y a reírse de modo que lo escuchen desde lejos.
Había huido del cielo..."
  
Etcétera.

Este fin de semana estaré en la feria del libro de Madrid, buscando lectores-náufragos. 

viernes, mayo 08, 2015

Todo lo que yo no sabía: al azar (también yo), tropiezo con el Índex del Opus Dei, una guía bibliográfica de recensiones sobre novelas y otros textos. La justificación aparece en un documento interno de la Obra:

"Por las exigencias de la propia vocación, muchos fieles de la Prelatura han de leer libros y publicaciones en relación con su trabajo profesional, y con los distintos aspectos de la formación doctrinal y cultural, o, en fin, como distracción en momentos o temporadas de descanso. Su prudencia les lleva a solicitar el oportuno asesoramiento, cuando esas lecturas se refieren de alguna manera a la fe o a las costumbres, con el fin de tener la seguridad de que el fruto no será negativo. En materia de tanta trascendencia, uno no se puede fiar del propio criterio."


Boquiabierto, no puedo dejar de leer las valoraciones doctrinales de mis novelas de referencia, las que integran Los libros repentinos. Algún ejemplo:


-Sobre San Manuel Bueno, mártir: "hay varios motivos que hacen rechazable esta novela. La fe es presentada como algo irracional (opuesto a la razón). Ante esta supuesta oposición, no se plantea mejor salida que la de dejar de luchar por averiguar las causas últimas que hacen ver tal oposición. Don Manuel Bueno y todos los “manuelbuenos" se escudan, se justifican, tras la afirmación de que no es posible creer. Y se tranquiliza la conciencia con una fe parcial: creer “todo” lo que no se opone a su razón.


-Sobre Luces de bohemia: "en la escena décima, los personajes de Valle utilizan un lenguaje descaradamente obsceno, a tono con el ambiente y hechos que se describen. Queda claro que para el autor no existe una norma ética a la que los hombres deben ajustar su conducta."


-Sobre Historia de una escalera: "los críticos politizantes la valorarán como una pieza que muestra el insoslayable compromiso con la realidad inmediata, bien entendido que realidad para ellos es solamente lo político-social de una sola tendencia. Dirán que es una lúcida y apasionada búsqueda de la verdad, bien entendido también que verdad es en ellos la inmediatez política de su tendencia. Dirán que consigue remover las conciencias frente a la evasión lírica y el tremendismo ideológico, bien entendido que evasión lírica significa belleza en su más profundo sentido y que por tremendismo ideológico se debe entender, según ellos, la moral natural y la religión católica con sus verdades de fe y su trascendencia."


-Sobre El árbol de la ciencia: "A pesar del aparente criticismo sabihondo y abarcador de Baroja, no es posible decir que éste es portador de un cuerpo de doctrina coherente y propio. Baroja, en su aparente profundidad —como casi todo el 98— es sólo un contestador a ultranza de todo. El posible dominio del lenguaje y del estilo narrativo ya es otro asunto."



Fabuloso. Podría pasar media vida leyendo estas reseñas. 





jueves, mayo 07, 2015

Me da un pelín de pudor la autopromo, pero creo que en este enlace aparecen las cosas que yo quiero decir sobre Los libros repentinos, casi todas las cosas. De eso hablaré mañana en la biblioteca de Huelva a las 20h.



miércoles, mayo 06, 2015

Durante los meses de corrección de Los libros repentinos leí Chavs: la demonización de la clase obrera, de Owen Jones, un ensayo agudísimo sobre la discriminación de clase, el estabulamiento del proletariado sin esperanza y la crueldad con la que la moral del trabajador es juzgada desde el confort de la élite.
Ahora, con Reme ya vindicada y rebelde en su barrio de aluvión, leo con el mismo asombro El Establishment.
Owen Jones: dan ganas de corear ese nombre en un estadio. Jones pone los datos y las certezas que la literatura, pobre inválida, no tiene. 
Necesito hablar de ese libro.
Es un alumbramiento. Pronto.

viernes, mayo 01, 2015

Ha cambiado el viento a las ocho, desde la terraza huele a mar y pesca; aun sin mirar los pronósticos sé que mañana se deslizará una ola suave sobre el rompiente. Es hermoso saberlo. Hermoso como un pequeño poema japonés; no, más hermoso que el poema, porque el poema es mentira y esto es cierto, el poema es literatura y esto es mecánica e hidráulica, ingeniería invisible, ausente de literatura.