Algún país de Europa del Este. Hungría, tal vez. Poco antes del final de la Segunda Guerra. Claus y Lucas son dos niños extraños, sensibles, tenaces. Quieren sobrevivir, aprender todo lo preciso: ojos muy abiertos, uñas partidas, cosecha, leche de cabra, peces. Apenas piensan en otra cosa.
"En nuestra casa, en la ciudad, nuestra madre nos lavaba a menudo. [...] En casa de la abuela es imposible lavarse. No hay cuarto de baño, ni siquiera hay agua corriente. No hay jabón en la casa, ni dentrífico, ni producto alguno para la colada. [...] Cada vez estamos más sucios, nuestra ropa también. Cuando es posible vamos desnudos y no llevamos más que un calzoncillo y un pantalón. La planta de los pies se nos endurece, ya no notamos las espinas ni las piedras. [...] Ahora tenemos un olor mezcla de estiércol, pescado, hierba, setas, humo, leche, queso, barro, porquería, tierra, sudor, orina y moho.
Ahora olemos mal, como la abuela."
Una mañana, hacia el final del invierno, llaman a la puerta. Entra una mujer joven. Es la sirvienta de la rectoría.
"Caminamos detrás de ella hasta la rectoría. Vemos sus dos trenzas rubias danzar sobre su chal negro, unas trenzas espesas y largas. Le llegan a la cintura. Sus caderas se mueven bajo la falda roja. Se puede ver un trocito de pierna entre la falda y las botas. Las medias son negras y en la derecha se le ha corrido un punto."
"Llegamos a la rectoría. Nos hace entrar por la puerta trasera. Abre las maletas, pone a remojar nuestra ropa en agua fría y después enciende el fuego para calentar el agua en dos calderos grandes.
[...]
- Vamos, ¿quién empieza? No os dará vergüenza desnudaros delante de mí.
Nos desnudamos y nos metemos juntos en el baño. Hay espacio de sobra.
[...]
- Voy a cortaros las uñas. Y dejad de hacer aspavientos, no os voy a comer.
Nos corta las uñas de las manos y de los pies. Nos corta también el pelo. Nos besa en la cara y en el cuello, no deja de hablar.
- ¡Ah! ¡Estos piececitos tan bonitos, tan chiquititos y tan limpios! ¡Ah! ¡Estas orejitas encantadoras, este cuello tan suavecito, tan suavecito! ¡Ah! ¡Cómo me gustaría tener dos niños tan guapos, tan monos, sólo para mí!
Nos acaricia y nos besa todo el cuerpo. Nos hace cosquillas con la lengua en el cuello, debajo de los brazos, entre las nalgas. Se arrodilla delante del banco y nos chupa los sexos, que se hinchan y endurecen en su boca.
- Si tuviera dos niñitos tan guapísimos, les daría para beber lechecita rica, bien dulcecita.
Atrae nuestras cabezas hacia sus senos, que sobresalen del albornoz, y chupamos los bultitos rosados que se han puesto muy duros.
Cuando nos vamos, nos dice:
- Volved todos los sábados a bañaros. Traed vuestra ropa sucia. Quiero que estéis limpios.
Nosotros decimos:
- Te traeremos leña a cambio. Y peces, y setas, cuando haya."
Claus y Lucas, de Agota Kristof. Aleph, 2007. Son tres novelas cortas. Esta escena, partida y recosida, pertenece a la primera de ellas, El gran cuaderno . Recordé Euphoria leyéndola, por muchos motivos; todo el tiempo había imágenes de Euphoria en mi cabeza mientras leía. http://eng.euphoria-film.com/
domingo, mayo 25, 2008
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2 comentarios:
Me habían hablado de esto. ¿Fuiste tú? No sé. Conocía de oídas, gracias por esta fragmentación, me pica la lengua ahora. Sí, Euforia, Euforia, Euphoria. No sé por qué, pero claro que sí. Perro malo. Adiós dedo.
Sí.
No, no fui yo, a mí me llegó recién y sin saber nada de eso, sólo leí sin más, y ahora aún ando grogui, hazle un hueco (otro) en la estantería de los privilegiados.
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