martes, junio 03, 2008

Acabo de terminar El teorema de Almodóvar.
Estoy confuso.
Creo que toda la novelería que rodeó al libro me distrajo, aunque también a mí me sirviera de anzuelo (ya saben, todo eso de si el autor es realmente su autor, un tipo sin rostro -físicamente, quiero decir- que vive recluido, o quizá no, quizá sea un heterónimo de Vila Matas o incluso, pásmense, de Mendoza, todo eso dicen).

Qué extraño. El teorema de Almodóvar parece a veces una colección de frasesitas literarias, otras veces es un hilo continuo de clichés muy ensombrecidos por Houllebecq (mira quién fue a hablar, ¿se puede no estar ensombrecido por Houllebecq, escapar del influjo?).

Pero en cualquier caso llené los márgenes de exclamaciones y subrayados. Por ejemplo:

"Siempre existe un problema de posición espacial en la novela. Unas veces el narrador está dentro, otras al lado, otras en lo alto, dominando el argumento y al tanto de toda su reacción. La fastidiosa tercera persona, que perpetúa el juicio de Dios. La ventaja de la primera persona es que soy Dios y su negación, puesto que soy yo quien, desde arriba, escruta, observa, ve los mecanismos sutiles de mis amigos."

De mis personajes.
Primera o tercera persona según Antoni Casas Ros, precisamente cuando yo ando pensando y decidiendo cosas sobre este asunto.
Fernando Vallejo dice que la tercera persona siempre le pareció una impostura insoportable para el lector, un camelo similar al de manuscrito encontrado o la palabra revelada. No sé. También recordé lo que dijo no hace mucho Vicente Verdú en Reglas para la supervivencia de la novela: http://www.elpais.com/articulo/narrativa/Reglas/superviviencia/novela/elpepuculbab/20071117elpbabnar_13/Tes/

¿Es posible revivir al viejo narrador omnisciente? ¿Queda algo de oxígeno en los achacosos pulmones de ese sabelotodo?

Sí, estoy confuso: El teorema de Almodóvar.

9 comentarios:

Lara dijo...

Hum.
No conozco el Teorema de Almodóvar pero conozco a alguien que lo leyó cuando era un manuscrito y no le gustó nada. Es lo único que sé de él.
Ahora me he puesto a leer cosas y me ha entrado intriga por leerlo, la verdad.

Con respecto a lo que dices de la tercera persona (y esto, compañero, nada tiene que ver con aquello de me decías de la CP, o quizá venga al hilo pero) veo un poco de irritación. Te veo dudar, como bien dices, y declinarte por aquella otra que ya te surtió efecto. ¿O todo lo contrario? Me haces dudar a mí también. Si te digo la verdad, yo tendría que pararme a pensar si las novelas que me han apasionado estaban escritas con uno u otro narrador, porque así a simple memoria no lo sé. Si nos ponemos a poner pegas, la tercera es de una omnisciencia horrible (cosa que tampoco creo, pues hay miles de terceras personas distintas y el narrador no siempre lo sabe todo) y la primera de un ombliguismo que aburre. Y ni lo uno ni lo otro, claro que no. Yo he intentado escribir en ambas, lo intento. Podría decir que no tengo preferencias. Y que la primera me resulta más fácil. Y si nos ponemos en el plan de antes, más facilona. Y todo esto, ya sabe usted, es reversible. Porque lo que tengo muy claro es que dogmatizar por los clavos de cristo una y otra es como decir: la poesía es una mierda y la novela es la leche, o la física es la hostia y la química vomitiva. Tan general me parece, y ambos narradores, tan necesarios.

El link que adjuntas sobre los nosecuántos puntos de la novela moderna no he podido terminar de leerlo de golpe. Esto es cosa mía, obvio. He tenido que entrar tres veces para ir acabándolo de a poco. Porque dice muchas cosas con las que estoy de acuerdo, muchas, pero: me aburren soberanamente las teorías sobre lo que HAY que hacer (¡¡¡¿¿¿¿???!!!!) para escribir una novela ¿moderna? La contemporaneidad es algo inherente, que ya está, que se puede buscar o no buscar, pero que hable uno de blogs y de clics y de etc o no los nombre para nada, no quita contemporaneidad. La modernidad es otra cosa, pero ¿existe? Quiero decir, ¿tiene que existir como principio para que algo funcione? Y además, ¿quién la juzga? ¿Quién pone los parámetros? Será que estoy con fiebre en la cama a dos días de la presentación de Aquí y ahora en Sevilla (en fin, sin comentarios) y quizá me ha aturdido demasiado el artículo de Verdú. Que estaré equivocada, eso seguro, pero yo prefiero calidad a intención y me repatean mucho muchísimo estas cosas. Porque pienso que el problema de esta era es justo ése: no que haya que olvidarse de ciertas cosas que siempre han funcionado (y a la vez no han funcionado en absoluto en otros casos, la literatura es un azar para muchas cosas, y un bazar), sino que haya personajillos mediáticos poniendo etiquetas y parangones y dogmas y dándole importancia a unas cosas y a otras.
El Nocilla etc, por ejemplo. El bombo del Nocilla. Cuando el tipo (yo no lo he leído) seguramente hizo lo que hizo porque sí, porque le salió del alma, más que de otra cosa, porque era poeta y amplió el formato, pero dudo mucho que estuviera interesado en crear una generación o un método o un vete a saber qué.
Lo que quiero decir, y esto quizá son alucinaciones mías muy personales, es que tiendo a pensar que uno cuando escribe, cuando crea esos engendros fetos de palabras, en su intimidad, con su alevosía, con su intuición, posiblemente esté creando algo, sin más (y con todo lo que eso conlleva). Que la nebulosa-humareda que emerge de algo recién creado es única y tiene valor. Luego está la distancia, luego la publicación (en el caso de que exista), y luego las estupendas teorías. En todo ese proceso, yo creo que los dueños iniciales se van acercando a su propio producto de forma distinta, ven cosas que antes no veían, afirman/mos que hicimos esto por esto o por esto otro cuando en realidad estaban/mos ahí, sentados a la mesa, en pijama, locos perdidos en medio de la noche o de la tarde, como quien se mira al espejo o corta la hierba o vomita en el baño. No sé si me explico.

Y no es que yo no me plantee todas esas cosas al escribir, por supuesto que me planteo si meter segunda, tercera o primera, por supuesto que dudo si móviles o aviones o barcas a remo, por supuesto que sí. Pero si veo un dogma de: las cinco cosas que tiene que tener una novela hoy en día para ser una novela de hoy en día que merezca la pena hoy en día; uf, ahí no, ahí no entro. Hostia, no, me da hasta miedo. El discurso puede ser interesante, de hecho puede ser algo de lo que yo me lleve hablando una noche entera en una barra de bar, pero ojo, de ahí a poner ese padrenuestro... ¿Cinco qué? ¿Novela qué? ¿Qué es una novela? Yo no soy ningún Beat ni nada parecido, pero me dan ganas de decir: ¡nos quieren dejar en paz, señores de los miles de apartados asteriscos guiones!? Ni siquiera diría: ¿nos quieren dejar escribir?; no, eso no, sino: ¿NOS QUIEREN DEJAR LEER?

La tercera persona. O la primera. ¿Hasta cuándo esta discusión? (¿Y desde cuándo?) ¿Hasta que salga una novela de quinientas páginas en tercera persona que los críticos alaben hasta más no poder y entonces ya la tercera sea el único elemento? Y luego están los gustos. Los gustos son otra cosa. Teorías, exceso de información: ¿hasta dónde están condicionados nuestros gustos? Y al fin y al cabo da igual, porque es lo que tenemos, es nuestra contemporaneidad, nuestra soga. Nuestra "modernidad".

En fin. El Teorema de Almodóvar. Como te decía, ese manuscrito se lo leyó una persona que conozco, a la que admiro profundamente en su criterio y en su escritura y en su juicio: le dio un no. La novela salió en otro sitio, y ahora ya varios me han hablado de ella. La literatura, la modernidad, el juicio crítico. Una selva de la que mejor habría que olvidarse.

Dios. Me he pasado, ¿no?
Ay, la fiebre.

Pablo Gutiérrez dijo...

Tu fiebre.
Me ahorro piropos acerca de tu comentario, que con menos neurona febril de la que tú usas aquí, en este lugar tan modestito, se han redactado tratados ladrillosos que no tenían ni una pizca de tu lucidez. Ea, ya estoy echándote piropos cuando me dije que no lo haría.
Y ahora voy con lo mío:

[ah, no, espera, luego vuelvo]

Pablo Gutiérrez dijo...

Vuelvo: con un poco de prisa y muchas ganas de asentir como corderito a lo que dices, pego este trocito-réplica de Antonio Orejudo, no dejes de leerlo porque dice lo que (pasa siempre) yo no sé decir tan bien:

"Soñé que dos artículos de Vicente Verdú en El País –‘Reglas para la supervivencia de la novela’ y ‘Las noches de Baudelaire’)– se publicaban en el BOE y se hacían obligatorios. A partir de ese momento quedaban terminantemente prohibidas las novelas con argumento. El entretenimiento quedaba fuera de la ley."

... y sigue graciosísimo en

http://blogs.publico.es/culturas/46/la-profecia/

Lara dijo...

Sí que es muy gracioso!!! jejeje

yo soñé después de darle a publicar comentario que me iban a meter en la cárcel o en el BOE que no sé que es peor por haberme pasado con la extensión y la discordia, y que luego iba a haber comentarios abajo con pistolas en alto, pero no, resulta que has llegado tú (incluso te has ido y has vuelto) y has traído un poco de aire fresco

qué bien!!

sigo aquí con mi fiebre y la cama llena de cacharros

voy a ver La ley del silencio.

muuuuuuuuuuuuaksssssssssss

Bárbara dijo...

Casualidades de la vida, porque es de tontos creer en el destino aunque con vergüenza y a escondidas una venere esa magia transparente que mueve a veces los hilos.
Te cuento: un amigo me recomienda tu libro. Lo leo. Lo leo una, dos, tres veces, casi seguidas de lo que me gusta. Lo odio, lo amo, lo desdeño, vuelvo a releerlo a trozos.
En fin, que despierta mi interés. Y entonces lo veo claro, con tu voz saliéndome por las orejas, me digo: tengo que cambiar lo mío (así, sin más explicación), tengo que sustituir el pasado por el presente, aún con rosas y restos de alas entre las manos. Y, sin madurar la idea ni su adecuación a lo mío, voy y lo hago: en los cinco primeros capítulos cambio el pasado por el presente e incluso me planteo usar la primera persona a pesar de ser varios los personajes que se disputan el protagonismo.
Luego te busco en Internet y descubro tu blog y leo eso de que das vueltas alrededor de la tercera y la primera persona y sonrío hacia dentro pensando en lo de la magia, y como hace tiempo que quiero tener mi propio blog, voy y creo uno (algo bastante mágico también para una analfabeta cibernética como yo). Dame una tregua (ese es precisamente el nombre de mi bolg que inauguro con un pequeño comentario a tu libro).
Luego me doy cuenta de que el presente no le pega ni con cola a lo mío y lo vuelvo a cambiar todo. Total, que me has hecho perder tres o cuatro horas de mi tiempo, pero me has hecho ganar algo etéreo, con alas, que no puedo explicar.
Gracias por haber escrito ese libro.

Pablo Gutiérrez dijo...

... no sé qué decir... si pedir disculpas, darte las gracias un millón de veces... mejor voy a lo tuyo, te leo, vuelvo y hablamos.

Un beso

Pablo Gutiérrez dijo...

De vuelta, hablamos: las decisiones. A mí me pasa que soy un inseguro, que cuando creo que ya decidí el tono, el punto de vista, el estilo y demás, me basta con releer para pensar que estoy haciendo el idiota. Lara (¡visítala, visítala!) también sabe mucho de eso. Y la temible, terrible sensación de que lo que dices, ya ha sido dicho... y con esas mismas palabras, además... Por eso en la pelea que ahora comienzo, después de Rosas, quiero andar con sigilo, tener bien claras cuatro cosas antes de soltar la madeja, (aun sabiendo que acabaré tropezando de nuevo y deshaciéndolo todo, como siempre). Agh, duele saber que no escaparás. En ese sentido, en lo de tener claras las cosas, limpias las piezas y recogida la mesa antes de comenzar, me entretuvo tanto el artículo de Verdú, y me dejó tan confuso, en cambio la novela de Casas Ros. En ese sentido, decía.

Bárbara dijo...

Aunque en lo único en que puedo pensar hoy por hoy es en terminar lo que tengo entre manos de una puta vez, yo también creo que la próxima vez haré las cosas mucho mejor, que lo tendré todo mucho más claro antes de empezar y no divagaré como una turista borracha. Aunque también intuyo que me asaltarán nuevas dudas al girar la siguiente esquina.
Independientemente de eso, hay cosas que son como revelaciones, ni siquiera se deciden porque nos sobrepasan, (Puf, suena a rollo esóterico pero nada que ver) quiero decir que vienen así sin más y sin saber de dónde (te viene la imagen de un personaje, una voz interior, en primera, o en tercera, en pasado o en presente, en tono frío o apasionado, en poesía es más evidente…). Y luego hay cosas que requieren de mucho pensar. Pero ¿cómo distinguir entre ambas? Es como esa frase algo cursi que dice: que dios me dé valor para cambiar lo que puedo cambiar, resignación para aguantar lo que no puedo cambiar, y sobre todo, inteligencia para distinguir una cosa de otra.
Pues eso, que creo que el escritor se mueve entre la primera intuición y el consiguiente y necesario trabajo, debe encontrar ahí su equilibrio, sin la ayuda de dios por supuesto. Y tener siempre conectado el detector de mierda. A veces, el hecho de reescribir mina con bombas lapa la espontaneidad como uno no pise fino, pero otras, las más de las veces, es la única forma de parir algo con calidad. Maldita tortura que encima elegimos....
Y bueno, no te suelto más rollos macabeos. Sólo decirte que este proyecto de escritora que soy (vergüenza me da decirlo) está encantada de poder compartir estas cosas con alguien a quien ad-mira sinceramente (¿se nota en el golpear de las teclas que mi corazón está un pelín acelerado?)
Besos.
P.D. Desde fuera, da miedo pensar en escribir algo tras Rosas, restos de alas. No sé cómo lo vives, no sé si me explico…

Anónimo dijo...

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