Hostilidad en ristre, hoy comienzo a ser un bicho con casi todos, salvo con mi dentista. Nadie tiene tanto poder en sus manos: la adormidera y la segueta. Me vuelvo un enano en el diván ergonómico y un canalla feo y antipático en los pasillos. Ni siquiera los versos me conmueven. Le hago la guerra a los botones rosados que nacen en mis macetas, he decido matarlas de sed. Hay un límite que uno alcanza, nadie puede ser tan tirano con uno como yo lo ando siendo conmigo cada vez que dejo robarme una porción del tiempo que necesito.
Pero no más.
Blandiendo la serena antipatía en la que me entrené durante veinte años, volveré a ser un bicho para que se olviden de mí todas las cosas que me aturden.
Y después supongo que buscaré otra excusa para no mirarme de lleno en el vacío de mis asuntos.
martes, marzo 10, 2009
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3 comentarios:
El vacío de tus asuntos es tan poco crucial para ti, como los canales de Venecia para un esquimal.
Y que eres un bicho. Nada, que todos lo somos.
Pero eso de tu pasividad ante los versos... eso puede ser preocupante.
El invierno se va. En invierno uno tiene más tiempo para escribir. Llega el bullicio y la luz.
¡Salud, Pablo! Cuídate un rato.
Me cuido, Willy, aunque ahora signifique mandar al cuerno unas cuantas cosas (siempre significa eso, ¿no?). Pero no más pasividad delante del verso, cierto:
"Hace falta estar ciego,
tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz que salta en nuestros actos,
que ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra diaria palabra.
Hace falta querer ya en vida ser pasado,
obstáculo sangriento,
cosa muerta,
seco olvido."
Y lo repito estos días como un mantra.
Pasividad cero, ya lo creo... voy a guardar estos versos, con tu permiso... o sin él.
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