Lo trágico es abrir el libro aunque sabes que no deberías hacerlo, ni siquiera leyendo en
diagonal ni en zig zag, y reconfortarte con algunos párrafos y
recordar ciertas páginas que habías olvidado, pero entonces ocurre
que justo en medio de una frase, en el lugar más visible, aparece la
terrible errata, la errata gigante como una pirámide, rugosa, picuda, arrecife
de errata, y ni siquiera es una prep. que se hubiera escurrido o un
det. que resbaló y que se nota a las claras que sólo es un desliz,
no, en este caso el arrecife sobre el que caminas descalzo es un
verbo que (a)parece mal conjugado, un verbo irregular con el que
nunca, jamás, en la vida podrías cometer un error que no surge ni
siquiera en una conversación apresurada y que cualquier vistazo
detectaría, cuántas veces habrás pasado por esa página, tus ojos
y otros ojos, por esa frase, cuántas como para que midiera se
convirtiera en mediera (sic y
snif) y tú no te dieras cuentas, cómo es posible, y la
conjura, además, de que mediera corresponda a una palabra
real con entrada en el diccionario, mediera: persona que hace medias o que las vende, y por tanto resulta
indetectable, invisible, lo trágico es eso, y el libro se desliza y
quiero esconderlo, yo profesor de gramática y lengua y literatura y
perífrasis y verbos irregulares, mido mi miedo a la página ya
impresa e indestructible.
viernes, abril 10, 2015
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