viernes, abril 10, 2015

Lo trágico es abrir el libro aunque sabes que no deberías hacerlo, ni siquiera leyendo en diagonal ni en zig zag, y reconfortarte con algunos párrafos y recordar ciertas páginas que habías olvidado, pero entonces ocurre que justo en medio de una frase, en el lugar más visible, aparece la terrible errata, la errata gigante como una pirámide, rugosa, picuda, arrecife de errata, y ni siquiera es una prep. que se hubiera escurrido o un det. que resbaló y que se nota a las claras que sólo es un desliz, no, en este caso el arrecife sobre el que caminas descalzo es un verbo que (a)parece mal conjugado, un verbo irregular con el que nunca, jamás, en la vida podrías cometer un error que no surge ni siquiera en una conversación apresurada y que cualquier vistazo detectaría, cuántas veces habrás pasado por esa página, tus ojos y otros ojos, por esa frase, cuántas como para que midiera se convirtiera en mediera (sic y snif) y tú no te dieras cuentas, cómo es posible, y la conjura, además, de que mediera corresponda a una palabra real con entrada en el diccionario, mediera: persona que hace medias o que las vende, y por tanto resulta indetectable, invisible, lo trágico es eso, y el libro se desliza y quiero esconderlo, yo profesor de gramática y lengua y literatura y perífrasis y verbos irregulares, mido mi miedo a la página ya impresa e indestructible.

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