lunes, septiembre 24, 2007

Para pensar en otra cosa sirve la playa, ya vacía, y la desembocadura y las dunas. Y el viento en Itaparica. No me gusta hablar de allí puse una chincheta, allí gané una medalla, he conocido tantos lugares, no me gusta. Pero para pensar en otra cosa, vale. Es sólo una historia, al fin y al cabo.

No corría un alma en el manglar. Doblada por el viento y cercada por un muro de arrecife, la playa era una llanura vacía. A la derecha había un bosque sucio. A la izquierda, un club de vacaciones, lejos, detrás de un caño de residuos, de donde venía música en español.
Bahía, enfrente y en la bruma, parecía un anuncio de Bahía.
Hacía calor, paseamos, reímos, leí Herzog, en el tinglado tomamos sopa de cangrejo y cerveza y pescado frito.
Una iglesia, detrás, se caía de tan negra y hueca como estaba.
Nos reíamos, paseamos, veíamos temblar las hojas.
Pero de pronto se puso oscuro allá sobre Bahía, una nube como un pañuelo justo sobre los edificios, y debía de estar lloviendo y dijimos mejor volver por si empeora pero ni nos dio tiempo a llegar al embarcadero, ya se cubrió toda la ensenada que antes parecía un laguito donde mojar los pies y ahora tenía valles y colinas, soplando tan seguido, tan seguido que el barco hundía la cabeza y metía la proa en un valle y sacaba barriga sobre una colina, el barco único y pequeño que llevaba de vuelta.

Subimos a bordo o como se diga porque no había otra, y una vez pasado el rompeolas el mar comenzó a darle manotazos como si le tuviera rabia, al barquito y a nosotros, que si no nos agarrábamos bien fuerte a las guías nos íbamos derechitos al agua, fijo.
La olas limpiaban la cubierta como si baldearan. Al fondo, en la popa o como se diga, unos muchachos se reían a carcajadas, desafiando. Había pocos turistas, y todos estábamos blanquiverdes, pero eso era normal. Peor fue cuando ellos también juntaron la ceja y si no se les fue el color sería por lo evidente pero alguno hubo que comenzó a apretar la mandíbula y a cagarse en la madre de los muchachos de popa que le daban a la cachaza y, yo creo que estaban de despedida de soltero, se hacían los bravucones como piratas, como verdaderos piratas sin camisa y mira que se puso a llover, y pelaba la rasca, pelaba.

Al lado había un niño con cara de niña.
Su papá lo tenía bien cogido de la mano y parecía que eso le quitaba el miedo pero no el frío, que se le metía dentro cada vez que en un bandazo el barco viraba y se bebía medio océano de un trago.
Uno de nosotros, yo no, se quitó la chaqueta y se la puso, y antes de sonreír el niño que parecía una niña miró a su papá como buscando conformidad.
Ya abrigadito, aguantó hasta el final tiritando un poco menos. Los que temblábamos de verdad éramos nosotros porque el camino se estiraba y las andanadas eran cada vez más gruesas, hasta que sin darnos cuenta el barco giro un tanto y entró en el refugio de un brazo de cemento que llevaba derecho hasta el puerto, uf. Al bajarnos, el papá del niño con cara de niña nos estrechó la mano y nos deseó buena suerte. Llovía la de Dios, como si no fuera a para nunca, en Bahía, qué nombre tienen algunos lugares, así, sin determinantes.

Para pensar en otra cosa también podría haber escrito que hoy fui al médico por una tontería y que cuando estábamos en la cola le dije a mi mujer ése no era alumno tuyo, y resulta que sí que era y el grandísimo cabrón, tan chiquitujo, le dio un año que aún se acuerda, pero ahora le habían hecho una cosa horrible, horrible, horrible en las piernas, y mi mujer se acercó a hablar con él y vino descompuesta, con los ojos brillantes.

3 comentarios:

Lara dijo...

Tu mujer que parece una niña.

Bahía.

Aunque creo que no lo creas, o no quieras creerlo, o lo creas en el fondo pero hasta el mero hecho de creerlo te provoca calambres, eres tan honesto escribiendo, tan honesto que a veces parecería que te arrepintieses de no haber caído del barco, desde la proa o desde la popa o como se diga, caído allí, en ese océano que ya no tiene nombre, en el que estoy segura que sobrevivirías.

Anónimo dijo...

Lo malo es que, como había piratas, seguro que también había tiburones, aunque estarían todos mareados.
¿Honesto? Um, me gusta pero, to be honest, no sé bien por qué.

Lara dijo...

"Uno de nosotros, yo no"


Por cosas así, con las que eres estrictamente escrupuloso. Entre otras cosas, claro.

No digo honesto literariamente (que también, pero no tengo ninguna intención ahora de desarrollar el tema de los beneficios o maleficios de la honestidad), sino otra cosa distinta... Y no me explico, y da igual.