lunes, octubre 29, 2007

No es que lo decidieras, más bien no podía ser de otro modo. Ni pensar en lo contrario, porque un Contrario sí que había enfrente de ti, aunque te costara definirlo más allá de las canciones, los poemas de Celaya, la caricatura de El Jueves. Sobre todo era por algún icono y un disco que había en tu casa que, aunque si hacía falta inventabas un pasado e incluso una familia que encajara con aquello, un abuelo maquis, cualquier represalia imborrable, estigma que viene de lejos. Y discutías y discutías, eso era lo mejor, con el indestructible convencimiento de que estabas en lo cierto, lo otro era una canallada. Por suerte nunca te enfrentabas a severos discutidores, de manera que la tunda acababa pronto con un poco de arrogancia y desprecio, fácil victoria para ti. Pero si un buen discutidor se hubiera tomado la molestia de asediarte te habrías desmoronado enseguida, porque más allá de dos versos y muchas frases hechas no manejabas teoría alguna, tenías quince años.
Luego los argumentos fueron llegando solitos y en fila, no hacía falta salir a buscarlos, en fila se pusieron en cuanto viste lo poco que servía tu dinero y lo sucio que era todo, el barro te llegaba a las orejas cuando salías de casa. Fue entonces cuando arrancó aquello de la muerte de las ideologías (como el realismo mágico, la novela, el teatro, la poesía social, la historia) y ya lo tuyo parecía antiguo, viejaguardia. Cuánto habría dado por un ejemplar del Contrario tan nítido, cristal puro, como éste, leído el domingo:

“Ya en épocas remotas –existen en este sentido textos del siglo VI antes de Jesucristo- se afirmaba como verdad indiscutible, que la estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de "buena estirpe", superaban a los demás- han sido confirmados más adelante por la ciencia: desde que Mendel formulara sus famosas "Leyes" nadie pone ya en tela de juicio que el hombre es esencialmente desigual, no sólo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación. [...[ La desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético, en donde se halla la raíz de todas las desigualdades humanas: en él se nos han transmitido todas nuestras condiciones, desde las físicas: salud, color de los ojos, pelo, corpulencia…hasta las llamadas psíquicas, como la inteligencia, predisposición para el arte, el estudio o los negocios. [...]Por eso, todos los modelos, desde el comunismo hasta el socialismo atenuado, que predican la igualdad de riquezas, son radicalmente contrarios a la esencia misma del hombre.”
Rajoy, artículo publicado al parecer en 1983 y reproducido en Público.

Porque, aunque cada vez lo tenías más claro, un antónimo así no se encontraba fácilmente. La estirpe, qué cosa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí la estirpe me la estirparon en la Seguridad Social.

¡Qué gran hombre este para el siglo VI antes de Cristo!

Anónimo dijo...

Hay ideas tan impares que a uno le cuesta trabajo concebir que alguien, después de escucharlas, diga "yo también pienso eso."
Qué cosas tienen estos hiperbóreos.