domingo, octubre 14, 2007

Sucedió.
Cuatro semanas, y sucedió.

Antes, el miedo y el teléfono, las noticias. Ahora el miedo y las manos en la boca. Pronto, las nuevas distracciones, el fluir de cada cosa, los asuntos que ninguna importancia tienen y como cintas de casete se enredan en tus zapatos y te tuercen el cuello sólo hacia abajo y a lo pequeño. Nada más allá de lo pequeño, lo inmediato: es la supervivencia.
Pero el miedo, este miedo no puede transportarse durante mucho, no cabe dentro, no hay bolsillos ni órganos que lo acojan.
Nada de oscuro ni de sombra tiene. Está hecho entero de luz. De luz y rayo que atraviesa los cuerpos, como la pantalla fría en la que el pediatra me miraba los pulmones y un día dijo este niño tiene neumonía, y mi madre se alarmó tanto, y el médico le hizo un dibujo de mis pulmones en un sobre de las recetas, y no hace mucho, buscando fotos o un certificado o cualquier pamplina apareció el sobre en una caja llena de esos papeles que no se tiran nunca, las notas del colegio, el carné de la piscina, por qué nunca se tiran.
¿Ven? El único escudo es pensar en otra cosa. Diminuta, a ser posible, que nada diga, de nada serio hable.
Animales bobomierdas somos siempre hacia el futuro aunque el futuro sea un hueco, una falta, un alguien que se quedará sin ti.

Alguien que se quedará sin ti.

4 comentarios:

Lara dijo...

"Pero el miedo, este miedo no puede transportarse durante mucho, no cabe dentro, no hay bolsillos ni órganos que lo acojan."

Esto es un deseo. Pero ¿es una realidad?

Un abrazo muy fuerte.

Anónimo dijo...

No sé, hace días que no pienso ni casi hablo de otra cosa.

NáN dijo...

Pablo, querido Pablo. ¿Qué nos estás contando? Es difícil conocer así qué es eso que es en lo único que piensas.

Pablo Gutiérrez dijo...

Nada, Nán, el feo mundo y sus reglas.