lunes, diciembre 19, 2011

No hay rostros ni voces, no hay ningún rasgo que permita decir es mi especie, yo soy así también, las viseras y el monocromo gris de los uniformes y el asfalto transmiten la serenidad del distanciamiento, se estorban como muchachos en una bronca de recreo, buscan el hueco para poder participar.
Pero ocurre que en el minuto 0:22 los golpes contra ese bulto caído se convierten en tirones y en perfecto plano aparece el color azul de un sujetador.
Entonces, la humanidad.
Entonces resulta que el fardo era una chica (¿sobrevivió?, ¿tenía hijos, hermanos, la atrapó el tumulto allí accidentalmente o, combativa, lanzó piedras contra los soldados?).
Un poema futurista diría belleza azul en el manglar de bastones y botas, sublimando el hallazgo, la interrupción.



Pero no hay sitio para el poema futurista: era una chica, basta.
Hablar de derechos humanos con tono afectado y lamentarse de la barbarie ya suena cursi, institucional e interesado. Por eso mejor, otra vez, Goytisolo redundante:

"En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad. Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel,cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio. ¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?"

1 comentario:

NáN dijo...

También hay un chico, sobre el que salta un poli. Pero da lo mismo. Todo está tan bien montado que hablar es cursi y fatuo; y callar es obsceno.