miércoles, junio 13, 2012

Tenían razón Hobbes, Schopenhauer, Baroja, Kurt Cobain: la vida es un asco, la vida es absurda y cruel con las personas más tiernas e inofensivas, mi doctrina es el pesimismo existencial. Cuando todo está en orden y los asuntos alineados, llega el infortunio y manda el equilibrio al cuerno. Es decir: primer minuto robo un balón, salgo flecha al contraataque, la pierna piensa más despacio que yo, que ya estoy en los libres cuando la rodilla sigue -crack- en el triple, rodilla tronchada como una margarita, como un dibujo cubista, fin del partido amateur y de mi estabilidad.
Qué importan cinco millones de parados ni operaciones de rescate ni el hambre en el Sahel si yo no puedo moverme de aquí, cómo puede el universo no compadecerse de mi inmenso dolor, cómo no se habla de mi rodilla en cada cable de CNN, en cada susurro de confesionario, cómo no ha entendido el mundo que todo debe girar a mi alrededor y que Copérnico era un imbécil.
También escribiré una novela sobre esto: no habrá personajes que no sean YO, no habrá trama que no sea YO, el estilo se pondrá a mi servicio y los lectores deglutirán la papilla a la fuerza. Al resultado lo llamaré AUTOFICCIÓN, el resto de géneros desaparecerá y cada escritor principiante será un sosias, tan confundidos hablando de sí mismos cuando en realidad sólo deberían hablar de mí y no de ellos, la pequeña me mira con sus ojos redondos sin comprender por qué tengo una bolsa de verdura congelada sobre la pierna.


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