En el periódico: “Compañías
financieras y despachos de abogados británicos de élite aplican
exámenes de elitismo en sus selecciones de personal, que impiden el
acceso de profesionales de clase trabajadora a puestos clave,
perpetuando la división social.” El País, lunes.
La cita es el reflejo de
las cosas que cuento desde Nada es crucial hasta Los libros
repentinos: el inmovilismo, el determinismo social. Teoría
de lo evidente, teoría del barrio, los barrios.
En El Establishment, Owen Jones
señala con el dedo y anota: cuántos miembros del parlamento
estudiaron en colegios privados cuyas facturas corresponden con el
patrimonio vital de una familia de clase media; quiero decir con el
dinero que podría manejar una familia a lo largo de toda su vida,
desde el nacimiento hasta la muerte, ese dinero amontonado sobre la
factura de los estudios de su hijo predilecto.
En la radio: escucho una larga
conversación pedagógica acerca de lo beneficioso que resulta enviar
a tus hijos a un campamento de verano. Los que hablan ni siquiera
llegan a pensar que su mundo, ese mundo en el que puedes pagarle a
tu hijo un campamento, es una cápsula de protección y
confort donde sólo habitan los tuyos, a los que correspondes, los de
tu etnia.
En el examen de selectividad de este
año, lunes: todos los estudiantes andaluces de bachillerato, todos,
también los que estudian en colegios del Opus y Brains, aquellos que
pasarán el verano en casa y aquellos que se irán a Irlanda a un
campamento bilingüe, leyeron esto:
EL PRESO: Usted no es proletario.
MAX: Yo soy el dolor de un mal sueño.
EL PRESO: Parece usted un hombre de
luces. Su hablar es como de otros tiempos.
MAX: Yo soy un poeta ciego.
EL PRESO: ¡No es pequeña desgracia!
En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto
menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero.
La siguiente réplica ya no
aparecía en la fotocopia. Max dice: “Hay que establecer la guillotina
eléctrica en la Puerta del Sol.”
Me estremezco.
De verdad, tiemblo al ver
el examen.
Llevo tres años hablando de esta
profecía de Valle-Inclán.
He utilizado esta frase en todas mis
lecturas, presentaciones, cosas.
Los libros repentinos le debe
más a esta frase que a mi imaginación o a mi ingenio.
Es la frase redonda y perfecta de
Valle, la frase revolucionaria de la hoz y la viñeta, de la comedia
(el uso del adjetivo “eléctrica” contiene toda una teoría
acerca de la comedia y el esperpento) y de lo que no se dice en serio
pero quiere que se entienda en serio. La actitud con la escribo mis
cosas, y que apenas se me entiende.
Las tijeras del que preparaba el examen
se detuvieron justo ahí, dejando la frase fuera del rectángulo.
Mis alumnos estaban entusiasmados, conocían el texto de memoria, lo habíamos deglutido en clase línea
por línea. “¿Cómo sabías que iba a caer, predices el futuro?”
Sólo un poco, les contesto. Apenas hasta el corte de esas tijeras.