domingo, diciembre 03, 2006
despedida
Los asuntos mundanos, cualquier dilema,
su humildad fingida, su grandilocuencia:
mis amigos muelen y muelen sus teorías
y las convierten en finas lonchas de nada
con las que fabrican sábanas, bajoplatos, tortas de maíz.
Ignoran que del mismo modo
muelen y muelen mis ideas
en el vaso de las suyas,
obligándome a levantar murallas en torno a la vieja vanidad,
que me esperaba desde hace tanto
con todos sus garfios bien abiertos.
Suenan sus palabras en una habitación vacía
mientras hundo y hundo y hundo
surcos y fosas
e incluso silos de misiles
alrededor de mí,
de nuevo.
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10 comentarios:
Lo hondo y escalofriante de eso que se parece tanto a la soledad menos batallada, por supuesto.
Pero sobretodo el ritmo.
¿Menos batallada?
Creo que quiso decir Bataille, hay que leer a Bataille. Yo tengo un libro traducido (no puedo decir el título porque entonces con el ISBN se me descubre l'identité).
Y junto con Cioran, leí mucho a Bataille y tengo sus libros a buen recaudio (dícese de la grabación de los sonidos de la cuchilla) para cuando cumplida la promesa esté en libre disposición.
De verdad, se os ve tan tranquilos hablando que temo molestar. En una peli de Stephen frears hay un paquistano que cuando se acerca un politono, el paquistano se funde en la niebla.
Sé hacer ese truco. Sólo me lo tenéis que sugerir. Sin silos de misiles, que salen por una pasta y lo llenan todo de polonio y recalificaciones.
Lo dicho. De momento L ha conseguido llevarme a la exasperación et ilica. El gozo, hasta que mañana reciba al mensajero con el palo, está asegurado.
Pero no crees silos. Lara y yo nos comprometemos a crear una guardia pretoriana de tu vanidad y a gritar a los (¿cuántos vientos hay, tú que eres marinero?) la validez y pertinencia y justa existencia de tu vanidad.
Perdón, creo que me están llamando.
¡Pero si ya se te reconoce aunque pongas en el anónimo que eres Marlon Brando!
Pablo: ¿menos batallada?
Sí, eso he dicho. No como crítica, porque no creo que sea falta de necesidad compañerística, sino otra cosa.
Soledad menos batallada en cuanto creo que tú eres más capaz de desesperarte y subir el muro con los ojos (aun desolado, pero subirlo) que de gritar hasta que se te hinche la yugular, explicando y armando y descolocando al contrincante, al contrincante amigo, porque al enemigo ni de lejos.
De alguna manera un rendimiento aprendido a saber que el muro te nace (¿porque quieres que te nazca?) de los dedos, aunque sea de papel maché.
No sé, dime tú.
Leo de nuevo el poema: me encanta.
Últimamente me está sabiendo a poco la pantallita, la falta de costumbre contigo apremia otras cosas: ¿irás a H en N?
De Bataille recuerdo dos: uno sobre un cielo azul que no pude terminar y otro porno en plan sonrisa vertical que releí, aunque tampoco era Apollinaire, precisamente.
No creo que cree silos, Nán (?), pero sí que me los creo, y créeme si te digo que la vanidad me ha hecho pedazos. Pedazos pequeñitos, además, que no hay manera de recomponer después. Ah, por cierto, nada de escapismos, te pediría. La niebla me da asma. Sobre todo la artificial, la de los conciertos malos.
Y L, te digo: llevo media vida gritando y rompiéndome la yugular para ver si alguien se arrima. Y nada. Y sé que me encastillo, me consta, y lo hago a posta desde siempre; pero, joder, cuando decido asomar la nariz resulta que viene la bruja de la escoba y me zurra.
Pero ya ando liberándome, no creas. Y estoy firmemente convencido de que conseguiré transmutarme en Alberto Caeiro.
Iba a poner esto que voy a contarte ahora en un post, pero me lo ahorro porque iba a resultar demasiado místico: hoy he descubierto una playa nueva. Está muy cerca de una urbanización llena de tejaditos que imitan bóvedas de mezquitas y alminares, pero fuera del perímetro donde muerden los perros de los guardias de seguridad y te salpican los aspersores de los jardines. Ni siquiera hay camino. Tienes que dejar el coche en medio de un llano y atravesar un palmar. Llegas luego a una especie de meseta que se pringa de lodo con la pleamar y sobre la que zumban las libélulas. Y detrás, después de cien metros de arena sucia por el mar de leva, hay un rompiente limpio y desierto que se abre sobre una gran roca plana. He surfeado a mis anchas durante dos horas, sin regalar ninguna a nadie, sin decir una palabra. Y he comprendido eso de Caeiro de ser un guardador de rebaños y sólo pensar en ser un guardador de rebaños, sin más.
Ando liberándome, me fijo en lo pequeño, reduzco y ordeno con el secreto temor de quedarme hueco.
Y con la angustia, L, de escaparme de los espejos.
Un día de éstos tendremos que dejar las metáforas. Son un vicio feo. Habría que lavarse la boca con jabón después de malgastarlas de este modo.
Sí, iré a H. Mamá y su sopa.
Gracias por leer y comprender con tanta atención.
Y también gracias a vos, Nán, que ya te habrás dado cuenta de tanto, y que seguro que has leído hasta este punto, como yo hago con tus entradas aunque no siempre tenga algo gentil que decirte.
No sabes has qué punto te leo hasta ese punto (y más).
Y no hay que decir nada hasta que a uno le sale decirlo.
abrazos y silencio de ola (¿cómo es Pablo, ese silencio, cuando solo se oye shhhhhsphash?).
Pero de verdad que a veces me da no sé qué entrar. Se os ve tranquilos en una conversación. (No me digáis ni que sí ni que no).
La sensación me recuerda una anécdota de Tierno Galván, que contó un taxista. Ya era alcalde y había cogido el taxi. Había llovido esa mañana. El taxi paró y cuando había abierto la puerta para bajar, Tierno dijo: "¿Puede avanzar un metro? Es que hay un charco, y se le ve tan tranquilo".
Así os veo a veces. (Y no me digáis ni que sí ni que no). Me basta con que no os dejéis interrumpir, que yo seguiré entrando cuanto me plazca.
Besos a los dos.
A veces es un sonido metálico. Como una chapa que se abre. Un crujido. Como cuando metes una marcha sin pisar a fondo el embrague. Otras veces es suave, como cuando cortas de un tajo una sandía o una camiseta vieja para hacer trapos. Y otras simplemente rompe sobre ti y lo único que escuchas son tus oídos, infectados de tanto noviembre, quejándose.
¡Qué importantes las palabras! Cuando un amigo, a quien no conoces y es posible que no conozcas nunca físicamente, pero que va sabiendo de los surcos de tu cerebro, y tú de los suyos, te permite conocer el sonido del silencio de la ola. Porque de otra manera no lo conocerías nunca.
Cuando, a cierta altura, como me gusta, vea llegar olas sobre la playa o la rompiente, de lejos las oiré: de una en una.
Tantas gracias, Pablo. Siempre habrá un pensamiento que te una a una, la más grande.
Abrazo
Pablo.
Tu blog es más que una obra de arte, sin duda era una necesidad para todos aquellos que disfrutamos con ese "algo más" de la vida.
Necesito algo de ti. Ponte en contacto a mi email.
inocent@inocent-longboarders.com
Un proyecto en el que estas includo...
Espero tu mail y ponerme en contacto.
Aloha amigo. No cambies.
inocent
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