Valencia, librería Ramón Llull. Fue este sábado, con lectores parlanchines que escuchaban muy atentos, sentados al borde de la silla y deseando levantar el dedo. Alguna vez he dicho que esto de las presentaciones de los libros es cosa extraña, hablar de lo que no existe, darle vueltas a un rectángulo que pudiera estar lleno de letras impresas o pudiera también no estarlo; los libros no son música que se interpreta, no es una película que se ve en un rato, presentar un libro es enseñar poco y hablar demasiado; yo siempre hablo demasiado, y demasiado rápido. Al final tengo la sensación continua de que dije más de lo necesario, sobre el libro y sobre otras cosas, como cuando cenas con amigos y bebes y hablas y hablas, y a la mañana siguiente sientes una pizca de vergüenza no por haber dicho nada concreto, sino por haber dicho tanto. Pero los lectores de la Llul eran pacientes y apasionados, y me escucharon, yo también los escuché a ellos, es tan simple a veces esto de los libros. Simple para aquel a quien no le va la vida en ello, como a mí no me va; en cambio para los libreros es la exploración del desierto, los libreros como los de la Ramón Llull se merecen todos nuestros libros, y libros mejores que los nuestros, es el heroísmo, la resistencia final contra tantos enemigos, los libreros -pocos- que permanecen. Es muy hermosa la librería Ramón Llull, amplia, ordenada con criterio privado, con títulos que te van buscando los ojos. Entran ganas de escribir para llegar a ese albergue.
Pero no lo hago. No.
Me quedo quieto y frío, me busco las excusas y el cansancio. En noviembre el mar ha pegado a diario, olas suaves para el nueve pies, el viento del noreste, el deslizamiento tan fácil, el calor de préstamo; esta semana vuelven las olas, tendré otra escapatoria que me permita no sentarme, no abrir el cuadarno, no pensar demasiado en las cosas que dejo.
lunes, noviembre 30, 2015
lunes, noviembre 09, 2015
viernes, octubre 16, 2015
Demasiados temporales de sur, uno le sigue a otro.
El sur es un viento blando y mojado, revuelve pero no enrasa. Las predicciones son mentirosas, el océano es una moqueta. Bruma. Hace unos días cayeron bombas de dos metros en la playa de las casas de los ricos, agujeros al vacío, no es lo que yo busco. Soy lento y ansioso, no quiero bucear, quiero caricias, ya tengo esa edad -tengo esa edad desde hace tiempo, quizá desde siempre- pero aun así me sentí bien allí dentro, deslizándome con vértigo y contemplando la loma de aquellas casas inalcanzables, vidas inalcanzables, vidas que te vienen de nacimiento, las piscinas como mosaicos abiertos al mar, el dulce capitalismo del buen gusto.
Leo de un soplo Capitalismo canalla, de César Rendueles, colmo el libro de subrayados. Podría ser una adenda de El Establishment, de Owen Jones. Igual que Jones, Rendueles escribe desde la primera persona, lejos de los formalismos del género, muy lejos de la perspectiva hostil del profesor universitario. Es divertido, es doloroso, es inteligente: por las ideas y por el estilo, mejor por la actitud. En las reseñas se dice que Rendueles revisa algunos conceptos económicos e históricos del capitalismo a través de una selección de textos literarios, y es verdad, eso hace. Pero hace más cosas: impugna, señala, contiene una renuncia. Rendueles pelea bien pero sabe que hasta la literatura la tiene en contra. Es un libro magnífico.
Hoy los dos pronósticos son hostiles: el de las cosas del mar y de las cosas del dinero. Mientras, durante todo el invierno las depuradoras de aquellas piscinas impecables seguirán funcionando tres veces al día para mantener oxigenada el agua de la pecera donde nadie volverá a jugar hasta el verano que viene.
El sur es un viento blando y mojado, revuelve pero no enrasa. Las predicciones son mentirosas, el océano es una moqueta. Bruma. Hace unos días cayeron bombas de dos metros en la playa de las casas de los ricos, agujeros al vacío, no es lo que yo busco. Soy lento y ansioso, no quiero bucear, quiero caricias, ya tengo esa edad -tengo esa edad desde hace tiempo, quizá desde siempre- pero aun así me sentí bien allí dentro, deslizándome con vértigo y contemplando la loma de aquellas casas inalcanzables, vidas inalcanzables, vidas que te vienen de nacimiento, las piscinas como mosaicos abiertos al mar, el dulce capitalismo del buen gusto.
Leo de un soplo Capitalismo canalla, de César Rendueles, colmo el libro de subrayados. Podría ser una adenda de El Establishment, de Owen Jones. Igual que Jones, Rendueles escribe desde la primera persona, lejos de los formalismos del género, muy lejos de la perspectiva hostil del profesor universitario. Es divertido, es doloroso, es inteligente: por las ideas y por el estilo, mejor por la actitud. En las reseñas se dice que Rendueles revisa algunos conceptos económicos e históricos del capitalismo a través de una selección de textos literarios, y es verdad, eso hace. Pero hace más cosas: impugna, señala, contiene una renuncia. Rendueles pelea bien pero sabe que hasta la literatura la tiene en contra. Es un libro magnífico.
Hoy los dos pronósticos son hostiles: el de las cosas del mar y de las cosas del dinero. Mientras, durante todo el invierno las depuradoras de aquellas piscinas impecables seguirán funcionando tres veces al día para mantener oxigenada el agua de la pecera donde nadie volverá a jugar hasta el verano que viene.
miércoles, octubre 07, 2015
lunes, septiembre 21, 2015
Hay en Alemania una porción de profesores y estudiantes de románicas que leyeron Democracia y Los libros repentinos. Hace unos días estuve con ellos, hablando con la lentitud de quien no siente la urgencia de las novedades literarias ni pretende situar ningún título en ninguna escala del mérito. Son hospitalarios, son curiosos, escuchan con atención y se divierten con las anécdotas que les cuento, y me las intercambian por otras de la RDA, llevamos al diván de la terapia a nuestros países y sentimos hacia ambos un poco de pena, igual que hacia un padre o una madre ya mayor a quien se visita los domingos y descubres que en la nevera sigue la misma comida de la semana pasada, que hace meses que nadie limpia la cocina (y tú tampoco lo harás), que no se lavó el pelo (y tú tampoco la llevarás al baño), que sobra tiempo o faltan ganas y fuerzas para que las cosas fueran de otro modo. Cenamos en un apartamento hermoso, un ático en uno de los viejos bloques soviéticos, con cristales abiertos hacia las avenidas del ensanche y los planes quinquenales, como si fuera una película donde nada ocurre en apariencia, pero sí ocurre. Las calles de Berlín en septiembre también son así, suaves e inactivas, siempre es domingo por la mañana aunque lunes o viernes.
domingo, agosto 30, 2015
Golpeado por lo que ocurre en las nuevas alambradas de Europa, leo este texto de Peio H. Riaño, y recuerdo los libros de Chaves Nogales y Los surcos del azar, de Paco Roca, y también esta historia que conocí hace poco (pero cómo pude no saber nada si pasé veinte años de mi vida a menos de una milla náutica de ese lugar donde el paludismo se comía los ojos de los refugiados), y Peio tiene razón, nosotros somos ellos, en un autobús hacia la frontera o a pie a través del paso de Pirineos o en un camión donde no entra el oxígeno y donde a puñados se muere porque ni siquiera hay otro lugar donde morir, y ocurre.
miércoles, agosto 19, 2015
En el silencio de agosto murió Chirbes. No suelo hablar de estas cosas, pero hace unos meses me invitaron a un congreso de literatura en Heidelberg, con hispanistas alemanes que lo sabían todo sobre nosotros y nosotros no sabíamos nada sobre ellos; lectores que adoraban la literatura de Chirbes y que hablaban de sus libros con una pasión antigua, más siglo XX que XXI, y que se frotaban las manos porque el propio Chirbes acudiría a cerrar el congreso con una conferencia final. Yo tuve que volver un día antes y no pude conocerlo, pero recuerdo que me impactó la profundidad y la emoción con la que aquellos filólogos hablaban de su obra.
Hace unos días me pidieron que dijera yo alguna cosa sobre ella. Lo dije aquí, sin tanta efusividad ni conocimiento, pero con la gratitud del lector que aprecia a un novelista que escribía lo que quería y como quería, tan lejos del mercado, de los intereses y del éxito. Como se hacía en otro tiempo. También como se leía en otro tiempo, o al menos en otro país.
Hace unos días me pidieron que dijera yo alguna cosa sobre ella. Lo dije aquí, sin tanta efusividad ni conocimiento, pero con la gratitud del lector que aprecia a un novelista que escribía lo que quería y como quería, tan lejos del mercado, de los intereses y del éxito. Como se hacía en otro tiempo. También como se leía en otro tiempo, o al menos en otro país.
sábado, agosto 01, 2015
Leo en El País: "Indignación en EE.UU. por un vídeo en el que un policía mata un negro", literal.
Estoy ocioso, no hay estudiantes a quienes molestar con lecturas ni comentarios de tx., pero la semántica y la ortografía del titular resultan tan expresivas que no puedo evitar el subrayado. Subrayado semántico, porque la indignación se produciría no por la existencia del vídeo, sino por el asesinato; a no ser que el redactor pretenda decir entre líneas que en la sociedad del espectáculo sólo hiere el clip de vídeo, y no el suceso, y que los motivos indignantes son cientos de miles, y que a pesar del universo de teléfonos móviles ni siquiera hay cámaras suficientes para cebar la injusticia. Subrayado ortográfico y gramatical, porque el CD de persona exige la preposición "a", esto es, "mata a un negro" y no "mata un negro"; a no ser que el redactor quisiera cosificar a la víctima, acudir al expresionismo gramatical para decir que a) aquella muerte no fue para tanto, b) el policía mató (a) un negro porque tan sólo extirpaba una pieza sobrante y desobediente, impersonal; y de ese modo el titular de El País de hace unos días se convierte en un ejemplo de lo que ocurre cuando se es consciente de los usos del idioma, y sobre todo cuando no se es consciente de ello.
Estoy ocioso, no hay estudiantes a quienes molestar con lecturas ni comentarios de tx., pero la semántica y la ortografía del titular resultan tan expresivas que no puedo evitar el subrayado. Subrayado semántico, porque la indignación se produciría no por la existencia del vídeo, sino por el asesinato; a no ser que el redactor pretenda decir entre líneas que en la sociedad del espectáculo sólo hiere el clip de vídeo, y no el suceso, y que los motivos indignantes son cientos de miles, y que a pesar del universo de teléfonos móviles ni siquiera hay cámaras suficientes para cebar la injusticia. Subrayado ortográfico y gramatical, porque el CD de persona exige la preposición "a", esto es, "mata a un negro" y no "mata un negro"; a no ser que el redactor quisiera cosificar a la víctima, acudir al expresionismo gramatical para decir que a) aquella muerte no fue para tanto, b) el policía mató (a) un negro porque tan sólo extirpaba una pieza sobrante y desobediente, impersonal; y de ese modo el titular de El País de hace unos días se convierte en un ejemplo de lo que ocurre cuando se es consciente de los usos del idioma, y sobre todo cuando no se es consciente de ello.
viernes, julio 17, 2015
martes, julio 14, 2015
Dulces olas de verano. Hace ya casi veinte años (veinte) cruzábamos la frontera y conducíamos durante horas por la carretera interminable de la costa, la carretera de las tiendas de artesanía, las viejas con pañuelo y los motocarros, porque entonces éramos incapaces de ver las higueras, las casas encaladas, las terrazas donde asaban el pescado a la brasa. Al llegar al Cabo cambiábamos nuestras monedas por escudos en un estanco, y llamábamos a la puerta de una señora casi siempre viuda que nos dejaba dormir en el cuarto de sus hijos. Recuerdo una habitación con las fotos de un chico vestido de militar, y recuerdo los juguetes y las sábanas de dibujos infantiles, yo un intruso. A la mañana contábamos el dinero para pagar la gasolina y quizá un desayuno, y desde la primera hora, que nunca era demasiado temprano, ya entrábamos en el agua para enfrentar la endeblez de nuestras tablas contra aquellos monstruos oceánicos. Nos parecían gigantescas las olas del verano de entonces cuando en realidad no serían mayores que las que ahora se deslizan en los mismos rompientes, pero teníamos dieciocho, tal vez veinte años, y con esa edad todas las olas eran fabulosas, todas las chicas eran guapas, todas las historias que contaríamos al regresar serían mentira. Dulces olas de verano, aunque ahora sean de mi tamaño y tenga que madrugar de veras para ir en su busca, antes de que se despierten los niños y comience la guerra doméstica; aunque ya no haya cuartos de intrusos ni escudos ni motocarros, dulces.
jueves, junio 18, 2015
En el periódico: “Compañías
financieras y despachos de abogados británicos de élite aplican
exámenes de elitismo en sus selecciones de personal, que impiden el
acceso de profesionales de clase trabajadora a puestos clave,
perpetuando la división social.” El País, lunes.
La cita es el reflejo de
las cosas que cuento desde Nada es crucial hasta Los libros
repentinos: el inmovilismo, el determinismo social. Teoría
de lo evidente, teoría del barrio, los barrios.
En El Establishment, Owen Jones
señala con el dedo y anota: cuántos miembros del parlamento
estudiaron en colegios privados cuyas facturas corresponden con el
patrimonio vital de una familia de clase media; quiero decir con el
dinero que podría manejar una familia a lo largo de toda su vida,
desde el nacimiento hasta la muerte, ese dinero amontonado sobre la
factura de los estudios de su hijo predilecto.
En la radio: escucho una larga
conversación pedagógica acerca de lo beneficioso que resulta enviar
a tus hijos a un campamento de verano. Los que hablan ni siquiera
llegan a pensar que su mundo, ese mundo en el que puedes pagarle a
tu hijo un campamento, es una cápsula de protección y
confort donde sólo habitan los tuyos, a los que correspondes, los de
tu etnia.
En el examen de selectividad de este
año, lunes: todos los estudiantes andaluces de bachillerato, todos,
también los que estudian en colegios del Opus y Brains, aquellos que
pasarán el verano en casa y aquellos que se irán a Irlanda a un
campamento bilingüe, leyeron esto:
EL PRESO: Usted no es proletario.
MAX: Yo soy el dolor de un mal sueño.
EL PRESO: Parece usted un hombre de
luces. Su hablar es como de otros tiempos.
MAX: Yo soy un poeta ciego.
EL PRESO: ¡No es pequeña desgracia!
En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto
menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero.
La siguiente réplica ya no
aparecía en la fotocopia. Max dice: “Hay que establecer la guillotina
eléctrica en la Puerta del Sol.”
Me estremezco.
De verdad, tiemblo al ver
el examen.
Llevo tres años hablando de esta
profecía de Valle-Inclán.
He utilizado esta frase en todas mis
lecturas, presentaciones, cosas.
Los libros repentinos le debe
más a esta frase que a mi imaginación o a mi ingenio.
Es la frase redonda y perfecta de
Valle, la frase revolucionaria de la hoz y la viñeta, de la comedia
(el uso del adjetivo “eléctrica” contiene toda una teoría
acerca de la comedia y el esperpento) y de lo que no se dice en serio
pero quiere que se entienda en serio. La actitud con la escribo mis
cosas, y que apenas se me entiende.
Las tijeras del que preparaba el examen
se detuvieron justo ahí, dejando la frase fuera del rectángulo.
Mis alumnos estaban entusiasmados, conocían el texto de memoria, lo habíamos deglutido en clase línea
por línea. “¿Cómo sabías que iba a caer, predices el futuro?”
Sólo un poco, les contesto. Apenas hasta el corte de esas tijeras.
miércoles, junio 03, 2015
lunes, junio 01, 2015
En un arrebato de autocompasión que no debo perdonarme, hablé hace un tiempo de la desolación de escribir sin tasa, esperar la llegada del libro, recibirlo, tomarlo y comprobar que no pasa nada. La novela surge y desaparece en un periodo de breve convalecencia. Sostienes la cuerda de un extremo y no sientes ninguna tensión desde el otro, la cuerda cae inerte a tus pies, la novela ha terminado, tanto para esto. Ya sé que es la herida de la vanidad; a ratos, también a mí me ocurre.
Pero de improviso la cuerda comenzó a vibrar durante este fin de semana, se movía como una serpiente, los lectores aparecieron, singulares y entusiastas con sus libros a cuestas, buscando un fetiche o una sonrisa y dos minutos de conversación con un desconocido. Y yo sentí agradecimiento y entusiasmo hacia aquellos lectores que cargaban con una bolsa de libros, la primera edición de Rosas, restos de alas, los cuentos, Lecu, Magui, Marco, Reme y los demás. Porque todo parecía nuevo y distinto, como el verano y la playa sin huella.
Pero de improviso la cuerda comenzó a vibrar durante este fin de semana, se movía como una serpiente, los lectores aparecieron, singulares y entusiastas con sus libros a cuestas, buscando un fetiche o una sonrisa y dos minutos de conversación con un desconocido. Y yo sentí agradecimiento y entusiasmo hacia aquellos lectores que cargaban con una bolsa de libros, la primera edición de Rosas, restos de alas, los cuentos, Lecu, Magui, Marco, Reme y los demás. Porque todo parecía nuevo y distinto, como el verano y la playa sin huella.
viernes, mayo 29, 2015
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Voy anotando en el margen del cuaderno algunas de las cosas que me
ocurrieron en torno al repentinismo de estos libros, ahora que la
trituradora de la mesa de novedades los hizo pedazos, y ya no existen
casi, salvo en la estantería de ciertas islas de lectores-náufragos.
Cosas curiosas como, por ejemplo,
1) que una reseña partidaria describa
a la protagonista como “una vieja ninfómana”; ninfómana es el
cultismo que sustituye a puta, sustantivo que desde el origen de los
tiempos se utiliza como adjetivo matón para trazar un círculo de
tiza alrededor de las mujeres que se atreven a. De una novela se
realizan tantas lecturas como lectores haya, la novela también es
ejem una democracia, pero una lectura que diga “vieja ninfómana”
no puede ser más opuesta a la intención del ejem autor que la compuso,
porque Reme es una mujer castrada, infibulada, y el cuento de Los
libros repentinos es el relato de su castración. Ninfómana,
ninfa, maniática, histérica, puta.
2) que a una
presentación en el sótano de una biblioteca municipal sólo
acuden seis personas, y entre risas me dicen que tuve suerte, que el
año pasado vino el último premio Anagrama y no hubo nadie. Nadie,
cero, el autor con su libro debajo del brazo. En otras presentaciones
todo es distinto y yo hablo mucho, demasiado como siempre ocurre, y
la gente escucha y luego pregunta, y todo parece correcto pero yo
comienzo a pensar si esto sirve de algo, si no resulta que yo finjo
que escribo y otros fingen que leen.
3) que me preguntan mil veces que por
qué la novela es tan desesperanzadora, y yo me resisto igual que
cuando me afean los finales de mis novelas, y digo que no es cierto,
que Reme vive una hermosa redención durante su peripecia, que Los
libros repentinos es una comedia, una comedia igual que lo era
Democracia, que yo no sé escribir en serio porque no
participo del pacto de la ficción, y por eso se me ven los cables y
el trasfondo del escenario como en Dogville, y en las últimas
páginas siempre la emprendo a martillazos con la cuarta pared,
porque mi vocación era el teatro, yo sigo escribiendo obras de
teatro que en el catálogo de las editoriales se imprimen como
novelas, novelas desesperanzadoras, y yo digo que no es cierto.
4) que me preguntaron por próximas
novelas y mi carrera literaria y yo respondí que pensaba que ya
había escrito más páginas de las que me quedaban por escribir,
queriendo decir que la literatura no es mi profesión y que yo pasaba
por aquí escribiendo como un diablo, sí, con el alma puesta en
esto, sí, pero saboreando el glorioso poema de Gil de Biedma, De
vita beata, y ocurre que cuando lo digo suena a chulería y me
ponen caras extrañas, como si fuera un petulante, también caras de
conmiseración, e incluso hay quien me anima a seguir escribiendo,
como si fuera una flaqueza del corredor de fondo, y esa metáfora
deportiva de la carrera literaria me hace rabiar, aprieto los
dientes, pienso en los niños, en la playa y en las cosas nobles y
sin proceso de destilería que se alejan de la literatura.
5) que me preguntan con fiereza que por
qué lo social y por qué lo ideológico, incluso aquí abajo en un
comentario inquieren eso, ya me llegó el dardo con Democracia,
me dijeron tú que escribes tan bonito cómo te metes con un asunto
tan feo como la economía y crisis, ya son ganas de echarlo todo a
perder, me dijeron, y además es oportunista, me dijeron muchas
veces, y ahora con Los libros repentinos más o menos lo
mismo, que por qué el barrio y el lumpen, que si soy un ingenuo que
aún creo en el compromiso literario, en el intelectual engagée,
y yo respondo a zarpazos diciendo que no existe la literatura
no-social como no existen novelas automatizadas ni robotizadas, que
cualquier novela sostiene un discurso de conformismo o de resistencia
social, todas las novelas prefiguran una lista de enemigos, yo hablé
de los kikos en Nada es crucial,
en las últimas veinte páginas el texto se cruza con una entrevista
a Kiko Argüello, el Sr. Alto y Locuaz, y
ahora hablo del folk cristiano y cofrade, de la impostura, de la
nueva evangelización que comenzó en el 39 y aún perdura en
Andalucía, una evangelización que se desarrolla en dos frentes, el
de las escuelas concertadas y el de las fiestas, procesiones y
romerías, y Los libros repentinos va
de esa miseria y de otras muchas cosas que también son ideología, o
al menos son ideas, y sin la carga ideológica mis novelas serían
nada, no dirían nada, sólo gramática y tropo, y no es eso, no, no
se trata de eso, no puede serlo, la literatura contemplativa no me
sirve, no me mueve de la silla, el mejor poema de Alberto Caeiro es
aquel en el que deja de hablar del luar y del arroyo y cuenta que
"En un medio día de fin de primavera
tuve un sueño como una fotografía.
Vi a Jesucristo descender a la tierra.
Vino por la ladera de un monte
hecho niño de nuevo
a correr y a revolcarse por la hierba
y a arrancar flores para tirarlas luego
y a reírse de modo que lo escuchen desde lejos.
Había huido del cielo..."
tuve un sueño como una fotografía.
Vi a Jesucristo descender a la tierra.
Vino por la ladera de un monte
hecho niño de nuevo
a correr y a revolcarse por la hierba
y a arrancar flores para tirarlas luego
y a reírse de modo que lo escuchen desde lejos.
Había huido del cielo..."
Etcétera.
Este fin de semana estaré en la feria del libro de Madrid, buscando lectores-náufragos.
viernes, mayo 08, 2015
Todo lo que yo no sabía: al azar (también yo), tropiezo con el Índex del Opus Dei, una guía bibliográfica de recensiones sobre novelas y otros textos. La justificación aparece en un documento interno de la Obra:
"Por las exigencias de la propia vocación, muchos fieles de la Prelatura han de leer libros y publicaciones en relación con su trabajo profesional, y con los distintos aspectos de la formación doctrinal y cultural, o, en fin, como distracción en momentos o temporadas de descanso. Su prudencia les lleva a solicitar el oportuno asesoramiento, cuando esas lecturas se refieren de alguna manera a la fe o a las costumbres, con el fin de tener la seguridad de que el fruto no será negativo. En materia de tanta trascendencia, uno no se puede fiar del propio criterio."
Boquiabierto, no puedo dejar de leer las valoraciones doctrinales de mis novelas de referencia, las que integran Los libros repentinos. Algún ejemplo:
-Sobre San Manuel Bueno, mártir: "hay varios motivos que hacen rechazable esta novela. La fe es presentada como algo irracional (opuesto a la razón). Ante esta supuesta oposición, no se plantea mejor salida que la de dejar de luchar por averiguar las causas últimas que hacen ver tal oposición. Don Manuel Bueno y todos los “manuelbuenos" se escudan, se justifican, tras la afirmación de que no es posible creer. Y se tranquiliza la conciencia con una fe parcial: creer “todo” lo que no se opone a su razón.
-Sobre Luces de bohemia: "en la escena décima, los personajes de Valle utilizan un lenguaje descaradamente obsceno, a tono con el ambiente y hechos que se describen. Queda claro que para el autor no existe una norma ética a la que los hombres deben ajustar su conducta."
-Sobre Historia de una escalera: "los críticos politizantes la valorarán como una pieza que muestra el insoslayable compromiso con la realidad inmediata, bien entendido que realidad para ellos es solamente lo político-social de una sola tendencia. Dirán que es una lúcida y apasionada búsqueda de la verdad, bien entendido también que verdad es en ellos la inmediatez política de su tendencia. Dirán que consigue remover las conciencias frente a la evasión lírica y el tremendismo ideológico, bien entendido que evasión lírica significa belleza en su más profundo sentido y que por tremendismo ideológico se debe entender, según ellos, la moral natural y la religión católica con sus verdades de fe y su trascendencia."
-Sobre El árbol de la ciencia: "A pesar del aparente criticismo sabihondo y abarcador de Baroja, no es posible decir que éste es portador de un cuerpo de doctrina coherente y propio. Baroja, en su aparente profundidad —como casi todo el 98— es sólo un contestador a ultranza de todo. El posible dominio del lenguaje y del estilo narrativo ya es otro asunto."
Fabuloso. Podría pasar media vida leyendo estas reseñas.
"Por las exigencias de la propia vocación, muchos fieles de la Prelatura han de leer libros y publicaciones en relación con su trabajo profesional, y con los distintos aspectos de la formación doctrinal y cultural, o, en fin, como distracción en momentos o temporadas de descanso. Su prudencia les lleva a solicitar el oportuno asesoramiento, cuando esas lecturas se refieren de alguna manera a la fe o a las costumbres, con el fin de tener la seguridad de que el fruto no será negativo. En materia de tanta trascendencia, uno no se puede fiar del propio criterio."
Boquiabierto, no puedo dejar de leer las valoraciones doctrinales de mis novelas de referencia, las que integran Los libros repentinos. Algún ejemplo:
-Sobre San Manuel Bueno, mártir: "hay varios motivos que hacen rechazable esta novela. La fe es presentada como algo irracional (opuesto a la razón). Ante esta supuesta oposición, no se plantea mejor salida que la de dejar de luchar por averiguar las causas últimas que hacen ver tal oposición. Don Manuel Bueno y todos los “manuelbuenos" se escudan, se justifican, tras la afirmación de que no es posible creer. Y se tranquiliza la conciencia con una fe parcial: creer “todo” lo que no se opone a su razón.
-Sobre Luces de bohemia: "en la escena décima, los personajes de Valle utilizan un lenguaje descaradamente obsceno, a tono con el ambiente y hechos que se describen. Queda claro que para el autor no existe una norma ética a la que los hombres deben ajustar su conducta."
-Sobre Historia de una escalera: "los críticos politizantes la valorarán como una pieza que muestra el insoslayable compromiso con la realidad inmediata, bien entendido que realidad para ellos es solamente lo político-social de una sola tendencia. Dirán que es una lúcida y apasionada búsqueda de la verdad, bien entendido también que verdad es en ellos la inmediatez política de su tendencia. Dirán que consigue remover las conciencias frente a la evasión lírica y el tremendismo ideológico, bien entendido que evasión lírica significa belleza en su más profundo sentido y que por tremendismo ideológico se debe entender, según ellos, la moral natural y la religión católica con sus verdades de fe y su trascendencia."
-Sobre El árbol de la ciencia: "A pesar del aparente criticismo sabihondo y abarcador de Baroja, no es posible decir que éste es portador de un cuerpo de doctrina coherente y propio. Baroja, en su aparente profundidad —como casi todo el 98— es sólo un contestador a ultranza de todo. El posible dominio del lenguaje y del estilo narrativo ya es otro asunto."
Fabuloso. Podría pasar media vida leyendo estas reseñas.
jueves, mayo 07, 2015
Me da un pelín de pudor la autopromo, pero creo que en este enlace aparecen las cosas que yo quiero decir sobre Los libros repentinos, casi todas las cosas. De eso hablaré mañana en la biblioteca de Huelva a las 20h.
miércoles, mayo 06, 2015
Durante los meses de corrección de Los libros repentinos leí Chavs: la demonización de la clase obrera, de Owen Jones, un ensayo agudísimo sobre la discriminación de clase, el estabulamiento del proletariado sin esperanza y la crueldad con la que la moral del trabajador es juzgada desde el confort de la élite.
Ahora, con Reme ya vindicada y rebelde en su barrio de aluvión, leo con el mismo asombro El Establishment.
Owen Jones: dan ganas de corear ese nombre en un estadio. Jones pone los datos y las certezas que la literatura, pobre inválida, no tiene.
Necesito hablar de ese libro.
Es un alumbramiento. Pronto.
Ahora, con Reme ya vindicada y rebelde en su barrio de aluvión, leo con el mismo asombro El Establishment.
Owen Jones: dan ganas de corear ese nombre en un estadio. Jones pone los datos y las certezas que la literatura, pobre inválida, no tiene.
Necesito hablar de ese libro.
Es un alumbramiento. Pronto.
viernes, mayo 01, 2015
Ha cambiado el viento a las ocho, desde la terraza huele a mar y pesca; aun sin mirar los pronósticos sé que mañana se deslizará una ola suave sobre el rompiente. Es hermoso saberlo. Hermoso como un pequeño poema japonés; no, más hermoso que el poema, porque el poema es mentira y esto es cierto, el poema es literatura y esto es mecánica e hidráulica, ingeniería invisible, ausente de literatura.
lunes, abril 27, 2015
El sábado se publicó este artículo en Diario de Sevilla, Diario de Cádiz y algún otro. El lector de Ensimismada correspondencia (¿hubo alguno?) observará muchas similitudes con el relato titulado Razia. El cuento no termina, a veces la irritación es inmotivada, y otras veces tiene motivos sobrados.
Lorca vs. Queipo
La radio habla de Lorca. Durante unos
minutos desaparecen los desfalcos, los naufragios y los embajadores
llamados a consultas. Mágicamente afloraron unos documentos de 1965
en los que la policía franquista relata la detención y el asesinato
del poeta, acusado de masonería, izquierdismo y homosexualidad. Casi
como una excusa, el informe dice que Lorca confesó sus culpas.
El caso es bien conocido: previendo la
tragedia, Lorca se había refugiado en casa de Luis Rosales, poeta y
falangista, adonde fue a buscarlo Ramón Ruiz Alonso, que lo llevó
al Gobierno Civil de Granada. El comandante Valdés dio la orden de
su ejecución, no sin antes telefonear a Sevilla para obtener el
consentimiento del general Gonzalo Queipo de Llano. Imaginamos a
Valdés inseguro al tomar la decisión, sintiendo el pellizco de la
Historia. Queipo, borracho o no esa noche, respondió a la llamada de
Valdés con aquella frase infamante: “A ése dadle café, mucho
café”, que contenía el acrónimo
“Camaradas-Arriba-Falange-Española”. Para que se produjera el
resto sólo hizo falta un camión, un verdugo, un disparo y una fosa
excavada “a flor de tierra”, como dice poéticamente el informe
recién descubierto.
Todo esto lo cuenta Gibson y lo
cuentan otros, hay pocos episodios guerracivilescos mejor
documentados, no es noticioso. Lo sorprendente es que todavía en
1965 el régimen sufriera ataques de mala conciencia, y se
justificara a sí mismo con un texto redactado 29 años después de
los sucesos. ¿No lo ven?, Lorca confesó, él mismo sabía que se lo
merecía, viene a decir el informe. Mala conciencia y temor
histórico. Como el temor del propio Ruiz Alonso, quien poco después
de la muerte de Franco se fugó a Estados Unidos al sentir en la nuca
el aliento de la democracia.
Conocer las cosas demasiado tarde te
hace parecer un idiota, eres el último en enterarse. Provengo de una
familia cofrade y tradicionalista, he vivido muchos años en Sevilla
y sin embargo fue apenas hace cuatro o cinco que supe que la
hermandad de San Gonzalo, fundada en 1942, tomó su nombre de Gonzalo
Queipo de Llano, del mismo modo que la hermandad de Santa Genoveva
fue llamada así para congraciarse con su esposa, Genoveva Martí.
También sufrí por mi ignorancia cuando supe que Queipo yacía
enterrado en la basílica de la Macarena, y que hasta hace un
parpadeo la Virgen procesionaba con un fajín militar donado por el
general. En Sevilla, Queipo fue considerado un prócer; prócer y
latifundista que tomó sus tierras al asalto durante la conquista de
la Baja Andalucía, en un ejercicio de feudalismo del que esta tierra
nunca ha logrado desprenderse. También ha sido objeto de una
abundante hagiografía, demente y desmemoriada, e incluso de
ridículos poemas (Pemán). Uno de sus descendientes es diseñador de
campos de golf; el punto que faltaba para cerrar el ciclo del
esperpento.
Se habla de Lorca en la radio, y fue
la radio el medio que Queipo utilizó para amenazar a las mujeres de
los republicanos, contra quienes alentó la violación como arma de
guerra. Santos Juliá (Víctimas de la Guerra Civil, 1999)
cuenta que durante la toma de Sevilla fueron fusilados más de tres
mil opositores, y que muchos de ellos fueron emasculados a cuchillo
antes de recibir el tiro de gracia. Era el salvajismo medieval de
quien conquistaba su feudo, el que no entendía y no leía a los
poetas.
Lorca fue asesinado en el 36 dejando
acabada una obra inmortal, la mejor de las suyas, La casa de
Bernarda Alba. En una de las escenas finales, Angustias y Adela
discuten acerca del anillo de pedida. Se trata de un anillo de
perlas, y Adela dice que debería ser de diamantes, porque las perlas
significan lágrimas. Angustias dice que las cosas no significan
siempre lo mismo. Adela contesta que las cosas no cambian de
significado por capricho.
Lorca y Queipo son dos fuerzas
universales en combate continuo. Queipo, desde su tumba sacramentada,
arrimadita al altar; Lorca, desde un agujero perdido o desde ninguna
parte. No propongo que se remuevan los huesos de nadie, ya está
Cervantes sufriendo necrofilia por nuestro fetichismo. He vivido
durante siete años en una casa del Patronato que tenía en la puerta
una placa con el yugo y las flechas, y ahí sigue esa placa en su
sitio, tampoco estoy diciendo que nadie debiera arrancarla. Pero las
cosas significan lo que significan, y la figura de Queipo al pie de
la basílica es una profanación continua de la memoria, una ofensa
contra los devotos que veneran allí a sus titulares. Como
desagravio, propongo que un poeta joven suba al coro y lea desde
allí ciertos versos: “Puede el hombre, si quiere, conducir su
deseo / por vena de coral o celeste desnudo”. Porque Lorca quiso y
no pudo. Y porque en la biblioteca del instituto donde trabajo hay un
hueco, como un fosa, donde faltan los libros que no pudo escribir, no
le dejaron.
Pablo Gutiérrez
viernes, abril 24, 2015
Y ya casi no pienso en ello, pero si tuviera mucho dinero compraría todos los libros, todos, que no son tantos, los pondría en fila uno detrás de otro y los atravesaría con un dardo agudísimo que mandaría fabricar sólo para mi disfrute, los atravesaría justo en ese centímetro cuadrado donde reside la errata que, tienes razón, se agiganta, devora todo el libro, se burla de ti, sufro, pero ya casi no pienso en ello porque esta mañana había un mar de fondo blando y pleamar y apenas nadie en el agua, era la hora en la que la gente aún duerme o ya trabaja, y yo en cambio esquivo algunas obligaciones y me escurro allí dentro durante un lapso, apenas el pellizco necesario para seguir respirando, apnea, izquierdas y derechas azules, cerca había un barco faenando y los aviones de la base americana ya despiertos.
viernes, abril 17, 2015
Y ella también dijo hasta aquí podíamos llegar, que tampoco fue Pan, paz y tierra, pero a su manera sí fue una revolución pequeñita, una miniatura de decapitación con confeti, una decapitación hermosa, las únicas decapitaciones intangibles sin cesto ni cuchilla que la severa moral del humanismo nos permite. Esta foto es la imagen del amor.
viernes, abril 10, 2015
Lo trágico es abrir el libro aunque sabes que no deberías hacerlo, ni siquiera leyendo en
diagonal ni en zig zag, y reconfortarte con algunos párrafos y
recordar ciertas páginas que habías olvidado, pero entonces ocurre
que justo en medio de una frase, en el lugar más visible, aparece la
terrible errata, la errata gigante como una pirámide, rugosa, picuda, arrecife
de errata, y ni siquiera es una prep. que se hubiera escurrido o un
det. que resbaló y que se nota a las claras que sólo es un desliz,
no, en este caso el arrecife sobre el que caminas descalzo es un
verbo que (a)parece mal conjugado, un verbo irregular con el que
nunca, jamás, en la vida podrías cometer un error que no surge ni
siquiera en una conversación apresurada y que cualquier vistazo
detectaría, cuántas veces habrás pasado por esa página, tus ojos
y otros ojos, por esa frase, cuántas como para que midiera se
convirtiera en mediera (sic y
snif) y tú no te dieras cuentas, cómo es posible, y la
conjura, además, de que mediera corresponda a una palabra
real con entrada en el diccionario, mediera: persona que hace medias o que las vende, y por tanto resulta
indetectable, invisible, lo trágico es eso, y el libro se desliza y
quiero esconderlo, yo profesor de gramática y lengua y literatura y
perífrasis y verbos irregulares, mido mi miedo a la página ya
impresa e indestructible.
miércoles, abril 08, 2015
Ya es abril, todo comienza de nuevo, el
libro me tiembla en las manos y no lo reconozco, cometo el terrible
error, tan vanidoso, de leer el comienzo, alguna página más, y me
parece ajeno como una extremidad que se te queda dormida y parece la
mano de un muerto, olvidé las cosas que tenía en la cabeza cuando
comencé a escribirlo, las justificaciones, las ideas, los
presupuestos y los motivos, siempre importan los motivos, sin motivo
no hay nada, sin motivo sólo queda el ejercicio de sentarse a
escribir como el que se ejercita con cualquier otra habilidad
artesana o deportiva, y eso ya no sirve, hace tiempo que no sirve, ni
me sirve a mí ni le sirve a nadie, escribir (la gramática y el
tropo, la narratología) es fácil si tienes tiempo y nadaquehacer a
tu disposición, escribir así es muy fácil y yo lo he hecho durante
años, escribir hacia ninguna parte o acaso hacia el final del
documento, no más, sin motivo, quizá porque no hay niños en casa y
prefieres escribir a pensar que pierdes el tiempo sin fruto, y
entonces escribes pensado que es algo noble y fructuoso, cuando no es
así, cuando no es noble, cuando no da fruto, cuando descubres que te
devora y se alimenta de ti, el libro quiero decir, el libro se
alimenta de ti, también lo hacen los niños, dos, y también lo hace
el trabajo, uno, pero doscientos estudiantes, y hoy alguien me enseñó
unas fotos de un tipo que no conozco pero que como el personaje de
una novela, la mía y la primera, lo deja todo y se marcha lejos, a
Panamá, para vivir de lo puede y surfear olas cóncavas como naves de aqueos, y yo veo esas fotos y parecen de mentira porque
el tipo vuela sobre las rampas de agua y el tipo bucea con tortugas,
en serio, con tortugas gigantes y el tipo bucea al lado y se hace
fotos, y yo aquí varado esperando que termine el temporal de
levante, tan fierísimo, y que el viernes se abra un agujero y
aparezca al menos medio metro de cremalleras que me quiten esta
ansiedad porque entro a trabajar a las diez y la pleamar será a las
ocho y ellos, los doscientos, no lo sabrán pero yo les daré clase
otra vez con la sal pegada al cuerpo, la tabla en el coche y el olor del neopreno que sólo
yo percibo después de un baño de primera mañana, privado, no
panameño, sin tortugas ni beldades pero mío y sin libros
repentinos. Después, el lunes tendré que hablar de esos libros,
explicar el motivo, los bolígrafos harán clic. A ver qué se me
ocurre, a ver si recuerdo la causa. Había una, al principio. Había, ya lo recuerdo. Y era una buena causa. De las mejores. Era Reme, y su historia, las cosas que le ocurrieron. Y yo tenía que contarlo.
martes, febrero 10, 2015
Ayer entregué el sobre con las correcciones, fin del trabajo, al salir de la caverna la luz es demasiado intensa. Hoy hace dos años exactos desde la nota anterior, sin perseguir la coincidencia. Pienso que para escribir tanto y corregir tanto, con la angustia de la nocturnidad y las obligaciones, debe haber un motivo. No se escribe porque sí, no se escribe como terapia, no de este modo. Se escribe porque sostienes ese motivo con las manos, motivo en el doble sentido semántico, el motivo de la causa y el motivo de la labor del artesano, el lápiz.
En abril.
En abril.
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