jueves, mayo 22, 2008

Sputnik, mi amor [¡Murakami!]


Página 7, dice:

"A los veintidós años, en primavera, Sumire se enamoró por primera vez. Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en un arranque de locura, que lo machacó todo por completo. Y, sin que su furia amainara un ápice, barrió el océano, arrasó sin misericordia las ruinas de Angkor Vat, calcinó con su fuego las selvas de la India repletas de manadas de desafortunados tigres y, convertido en tempestad de arena del desierto persa, sepultó alguna exótica ciudad amurallada. Fue un amor glorioso, monumental. La persona de quien Sumire se enamoró era diecisiete años mayor que ella, estaba casada. Y debo añadir que era una mujer. Aquí empezó todo y aquí acabó (casi) todo."

Y así comenzó el torbellino, el tornado, el monzón o lo que fuera, por encima de la gramática de un traductor traducido -me temo- y de algunos otros sumideros por los que a veces unos hilitos de Murakami se te escapan -qué lastima- pero también, luego:

"-Tengo la cabeza atiborrada de cosas que quiero escribir. Como un granero atestado de cualquier manera -me dijo Sumire-. Imágenes, escenas, retazos de palabras, figuras humanas... Están llenos de vida dentro demi cabeza, lanzando destellos cegadores. Y oigo cómo gritan: "¡Escribe!". Pienso que de ahí tendría que surgir una gran historia. Tengo la impresión de que van a conducirme a algún lugar nuevo. Pero, llegado el momento, cuando me siento frente a la mesa e intento traducirlos en palabras, me doy cuenta de que se pierde algo vital. El cuarzo no cristaliza, todo queda en pedruscos. Y yo no llego a ninguna parte.

Sumire hizo una mueca, recogió una piedrecilla y la arrojó al estanque.

- Quizá me falte algo. Algo imprescindible que debe de (sic) tener todo escritor."

Bien, ¿pero qué?, ¿qué? ¿QUÉ?

Tan delicado, tan fijo es el tiro intenso que te dirige que, a pesar de los kilómetros de literatura y referencias y mundos distintos que él habita y yo habito, (pobrecito lector); a pesar de eso, Murakami viene a ti con su qué sé yo del lenguaje suyo y envuelve tus dedos en el filo de las páginas de la feísima edición de TusquetsMaxi, que tiene nombre de cochecito de bebé, viene y te envuelve y piensas: qué tendré que ver con este tipo, qué meridiano cruza su mundo y el mío como para que suceda esta cosa tan rara conmigo y Murakami: leo, leo y él escribe para mí desde no sé dónde y yo en un rinconcito de Cádiz,

muy solo

sin la chica

de la foto

[que es de hace mil años y hoy será una vieja o tal vez un hueco en una hornacina]

y sin Sumire

ni Myû.

2 comentarios:

Lara dijo...

tengo este libro abandonado en la estantería, desechado
pero ahora me ha entrado eso raro, lo mismo que cuando lo compré
quizá lo abra
lo abriré

beso

Pablo Gutiérrez dijo...

¿Abandonado? ¿En una triste estantería de desechos?
Qué lástima.
Tírale una soga. Que acabe consigo mismo, al menos. No creo que soporte estar mucho tiempo más ahí, mirándote, viéndote pasar y que no le digas nada.