sábado, septiembre 22, 2007

Antes de entrar las remiro desde el coche, me las aprendo, me pienso los tránsitos que les ajustaré dentro de mi traje de goma. Imagino la primera remada, muevo los pies como si pisara para subir y retroceder, contemplo, me deslizo sobre ellas con los ojos, me las bebo. El mar parte con la misma lisura de aquellos días del invierno calmo. La barra del Pedregal me compensa, me guarece, se esmera conmigo, como si conociera.


Al salir saludo a los perezosos de las furgonetas. El tiempo es un cuaderno nuevo para ellos. Nadie les espera en ninguna parte, y la playa no va a moverse de su sitio. Sonríen, sentados en sus sillas de plástico, rebullen bajo el sol, calientan café soluble en un infernillo y leen periódicos atrasados dejando escapar la primera pleamar. Sólo madrugan si les apetece. A veces duermen cuatro días seguidos. A veces no duermen en dos. Siento un poco de envidia.

[La foto es de Iticoatiara, de nuevo; no tengo un océano así tan cerca]

1 comentario:

Lara dijo...

"El tiempo es un cuaderno nuevo para ellos. Siento un poco de envidia."