Encontré un caballito de mar dentro de su vagina.
Era verano. Ella vino a mi casa.
Le conmovieron las fotografías recortadas,
el boletín de notas, el libro de familia.
La siemprencendida mordía nuestra conversación.
Sus rizos, como campanitas doradas,
iban de un lado a otro.
Había tomado el sol. Había buceado.
Una picadura partía en dos su nariz.
Durante los deportes intentó entrar en mis bolsillos.
Soplaban vientos raros en el mar de Alborán
cuando dejó las pulseras dentro de un vaso.
Sentada sobre el alféizar,
no pudo ver mi sonrisa
cuando con la punta de la lengua
extraje la minúscula consonante de escamas.
Era pequeño como una sortija.
Lo escondí muy rápido para no avergonzarla.
Al día siguiente dejé que se secara en la ventana.
Hoy lo guardo entre las hojas de un libro
como una flor robada.
martes, noviembre 21, 2006
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3 comentarios:
¿De la textura interna de una granada a un caballito de mar?
Qué memoria tienes, L. ¿Esclavo de lo que dije?
No. Esclavo, como mucho, de lo que sientes.
Pero qué suertudos los recipientes de tu esclavitud, granadas o balsas marinas.
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