Me han regalado un robot de cocina. Sabe hacer lasaña y redondo de ternera y arroz con chipirones. Lo pones todo crudo y le das a INICIO. El otro día hizo marmitako. En serio, marmitako. Mi madre dice que si le metes un doble-ancho de una tela bonita y un carrete de hilo seguro que te hace unas cortinas. Debo reconocer que su musaka es mejor que la mía. Mucho mejor. Y con la salsa boloñesa no tiene rival. Por eso hoy he comprado un paquete de folios y un par de bolígrafos baratos. Todo crudo. Programa 12, hora y media.
Faltan diez minutos. Estoy aterrado.
viernes, noviembre 17, 2006
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12 comentarios:
Cuando lo vi anunciar me pareció inhumano
¿cómo salió? ¿estaba bueno?
Pues mira Pablo, en mi opinión, no deberías mirar el resultado, porque, teniendo en cuenta la tiranía de la adolescencia, las tablas de las faldas y todo ese embrollo que nos sube cuando en lugar de un barco que nos lleve lejos nos compramos una tabla de surf, ¡qué tontos somos!, que en cuanto llegamos a la tercera ola volvemos como agachados a la playa, seguro que te sale una copia de este poema de José María Álvarez, que ya estaba escrito hace tiempo:
G.I. DON'T GO TO VIETNAM
Las escolares siguen afectándome
As time goes by
Adiós Maldita
Perdida como el coronel Buendía
bajo una luz espesa de geranios
Hace una noche loca
Un Arte Modernísimo hace
La relación establecida entre tus ojos
y Ernesto "Che" Guevara para siempre
Ese camino que con decisión lleva
de la floristería de Colosimo a
Dashiell Hammett O pueden invertirse
los términos
Mi vocacíón de muerte
De tanguista De enterrador en suma
Todo cuanto F. Scott Fitzgerald amaba
Y que aún continúa dulcemente
Me he comido, lo siento, el último verso, que no venía al caso. Si es esto lo que te ha hecho el robot, tíralo, es antiguo, y tiene derechos de autor.
Lo siento.
Tuve que utilizar guantes ignífugos para sacarlo, y soplar un buen rato antes te poder leerlo.
Qué queréis, le reconozco cierto ingenio sintáctico pero prefiero mis endecasílabos a esos complicados alejandrinos que se empeña en utilizar a cada rato. Además, todo el poema olía a pollo asado.
Nán, estás en todo. Las cazas al vuelo, chico.
P
Tío, no te fíes de las nuevas tecnologías. A la basura. Quién sabe, lo mismo una mañana te levantas y descubres que el puñetero robot vive mejor tu vida que tú mismo y decides delegar todo en él, te echa de casa y tienes que buscarte unos cartones para dormir en un portal de por ahí.
Ganas de fabular por pasar el rato, Pablo, para ir tejiendo poemas de otros con inventos y nombres reales.
De las fotos que pones de ese guapo moreno y la tabla, o las cámaras tienen un defecto que da un verde de morirse o habrá que comprarse una sillita de picnic y sentarse en unas rocas, digamos que a 4 o 5 metros de altura, a ver esos verdes de esos mares.
Mejor vete buscando la sillita. Mundoverde existe, no es un efecto cromático. Y ni siquiera hace falta cruzar un océano para encontrarlo. Sucede que hay sitios que la mayoría piensa que son el fin del mundo, cuando en realidad resulta que es el comienzo. Y el arroz con cilantro, además, lo ponen muy rico en un restaurante que hay cerquita de la playa.
Y te diré que, si me estás hablando de Cádiz, sin saberlo has acertado: para mí es el comienzo porque de ahí procede la historia de mi familia en España. Un franchute que llegó a princpios de 1800 y se cambio de bando (la traición entendida como una de las bellas artes por los ???). Según un programita del INE que me enseñó el otro día Miguel, mi bullanguera en Internet pero poco prolífica familia cuenta con 54 miembros en activo que tienen ese apellido como primero, distribuidos entre solo 5 ciudades, Alicante, Barcelona, Cádiz (o sea, el ABC), Madrid y Sevilla (casi ná).
Tampoco empieces a pensar que cualquier vecino molesto será un pariente mío ... cruzo los dedos, señor, señor, que me temo lo peor.
¿Eres de la CIA? Confiesa. Lo digo porque el siguiente post iba a ir de cómo fabricar una bomba nuclear con productos de limpieza.
No, soy un simple hombre con la vida enredada que en cuanto pueda (y se prevea la marea) se va un par de días a oír una canción de Pink Floyd, tampoco pasaría nada si fueran dos, con su sillita, para ver el mar verde mientras tú haces de héroe griego y a media tarde, o cuando sea costumbre, tomarnos un arroz con cilantro, lamentar, como Kiko Veneno, el paso ineficaz del tiempo ("Y tó lo que'l tiempo, a mí me iba a dar // a la hora del agua, no ha caío ná, ná, ná // no ha caío ná").
O a maldecir, como los marineros de Jacques Brell en "El puerto de Ámsterdam", a "les femmes infidéles".
O sea, beber y llorar, que es lo que nos gusta a los amigotes.
Pilla la ola, Pablo.
Te la mereces.
¿Fletamos un bus?
Conozco la arena, al chico moreno, y el arroz con cilantro lo ponen (¿también?) al sur de Portugal, muy cerca de casa, en un restaurante al otro lado de la playa. No digo el nombre del sitio, por si lo encuentran. Los cangrejos salen de sus agujeros, silenciosos como espías, a la menor consecuencia.
Y yo aquí en Madrid.
Nunca cogí una ola, pero me tragué muchísimas.
No digas el nombre, no lo digas, que es cierto que hay cangrejos por todas partes.
Lo mejor de haberse tragado tantas olas de pequeña es que parecían enormes, aunque en realidad no fueran más grandes que tú con ocho años. Sucedía lo mismo con nuestros padres. Entonces se les veía tan descomunales, y luego...
(Muchas risas.)
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