Para los que se sintieron los bebés más tristes del jardín de infancia escribo esta ensimismada correspondencia. Por fin tendréis, pequeñines, alguien con quien jugar a vuestro antojo.
Que el verso sea como una llave que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creados sea
y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.
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