No pretendo decir todas las cosas
cuando digo una sola.
En el verso que escribo hay apenas un verso,
es decir, un juguete cósmico,
pero no la cifra de nada infinito
ni el signo que desvela ninguna certidumbre.
Quienes desliaron la urdimbre
en la que nuestros antepasados habitaban
ya nos avisaron de que al final del ovillo
sólo había una campana de gauss
sin martillo.
Muchos se cobijaron debajo
y la exhibieron en lo que escribían
lamentándose, después, de severos dolores de cabeza.
Para evitar cefaleas he inventando este entretenimiento,
y sólo a veces recuerdo
que los cascabeles con los que calcé mis tobillos
también tienen un ancho hueco dentro.
domingo, noviembre 26, 2006
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