domingo, noviembre 19, 2006

Llegó la marea que esperábamos. El jueves un temporal feo le daba bocados a toda la bahía de Cádiz. Pero el viernes amaneció despejado, sin viento. La playa estaba llena de restos de aparejos de pesca, botes de suavizante, boyas de plástico rojo y peces muertos. Ordenadas como niños de uniforme que caminan en fila por la acera, las olas comenzaron a partir sobre el arrecife, derechas e izquierdas, derechas e izquierdas. Y siguen. Tres días limpios en pleamar y bajamar. Madrugas, desayunas, subes al coche y cuando llegas te entra la risa, de tan sencillo que resulta. Suerte tener la playa justo a la distancia de una canción de Pink Floyd.

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